Del bit al átomo: el ‘firmware’ de Dios

Hemos sido advertidos de que los cuerpos en que vivimos son prototipos de prueba, destinados al reemplazo por una versión final libre de error. 

09 DE JULIO DE 2018 · 16:00

Markus Spiske / Pixabay,bits, informática
Markus Spiske / Pixabay

"Being digital", la obra cumbre de Nicholas Negroponte, nos metió en la cabeza el paradigma de que la nueva economía estaba compuesta de bits, asi como la vieja economía lo estuvo de átomos.
En los 90´s asumimos eso al punto de iniciar una frenética carrera centrada en el software, y declaramos ¨anatema¨ cualquier business plan que mencionara la palabra hardware.
Yo mismo caí en la trampa, y ayudé a crear una gigantesca incubadora de empresas de base tecnológica que en su punto de masa crítica llegó a tener más de 1.000 emprendimientos, todos sobre el paradigma del bit y por lo tanto dedicados a ¨transformar pizza en líneas de código¨ como decíamos en la época.
Tan empeñados estábamos en rechazar el átomo, que ninguna StartUp que incluyera la creación de un hardware especial era aceptada como viable.
Sin embargo, como bien lo predijo Donald Norman (lee El Ordenador Invisible AQUÍ), la vida digital dejó atrás su hardware original  y ha ido ¨reencarnando¨ en las formas menos esperadas.

Quién -por ejemplo- hubiera pensado en 1995 que la convergencia iba a llegar por el lado del teléfono móvil?

En esa época muchos apostaban por el televisor o el reloj de pulsera.  Pero, que yo recuerde, nadie acertó en imaginar el Smartphone.

Hoy, la tecnología dejó de ser aquel ¨humo¨ de las lineas de código, y ha venido a incorporar nuevamente al hardware como protagonista de la innovación. 

La impresión 3D es al átomo lo que la línea de código fué al bit y ambos confluyen dentro del nuevo diseño de sistemas ciber-físicos y llevarán pronto al consumo masivo de los mismos.

Deseamos ser creadores. Los millones de tarabytes que ha dejado nuestro paso por la social media así lo reflejan y ahora, con la impresión tridimensional a la mano, podemos también dar a luz nuevos artefactos y soplar en ellos el aliento de vida mediante el firmware.

En pleno renacimiento del hardware, el firmware viene a ser como el alma de nuevas formas salidas de nuestra imaginación. Las líneas de código pueden encarnarse en forma tan variadas como refrigeradores inteligentes, zapatos con sensores, bicicletas auto estabilizadas, cámaras fotográficas asistidas, o pistolas taser.

Estamos ante la entronización del  átomo como piedra angular de la vida digital.

Y visto con desapasionamiento, era lógico que así fuera porque el ser humano no ha sido especialmente bueno para aquello de conformarse con lo que sus ojos no ven.

Para nuestros corazones que codician el poseer y controlar la materia, lo virtual siempre ha sido frustrante. Un simple simulacro de los objetos que no se poseen. 

Nos gusta tocar, agarrar, acumular. Y para eso necesitamos átomos.

Los sistemas cyber-físicos tienen el potencial de satisfacer de forma plena nuestros sentidos. 

Empezando por la apariencia y posibilidades del propio cuerpo humano. ¿Se imaginan la fiebre de consumo cuando sea viable instalar firmware en nuestros cuerpos o cerebros? 

Y dado que el firmware decide la forma del hardware y no al revés: ¿qué apariencia tendremos cuando la forma de nuestro cuerpo esté definida exclusivamente por nuestros deseos?  

¿Seguiremos siendo humanos? ¿Querremos seguir siéndolo?

Francis Fukuyama escribió un poderoso ensayo sobre el dilema ético que se deriva de la modificación o amplificación de las capacidades del cuerpo y la mente a través de la tecnología.

El surgimiento de nuevas castas sociales y la profundización de las brechas de inequidad entre los poderosos ¨seres alterados¨ y los humildes ¨modelos básicos¨.

A los cristianos todo esto nos compete pues la vida de fe se fundamenta en el balance entre la carne y el espíritu.

Desestimamos lo material y vivimos con la esperanza de recibir un tipo de hardware que será perfecto. No sólo como personas sino también como especie... Maranatha!   

Hemos sido advertidos de que tanto nuestros cuerpos como la tierra en que vivimos son transitorias crisálidas. Prototipos de prueba, destinados a ser reemplazados por versiones finales libres de error.
Sin embargo, nuestra naturaleza se aferra al entorno y al hardware que tenemos ahora como si fuera lo único seguro en un horizonte de incertidumbre.

Adoramos lo físico y como Ray Kurzweil con su dieta de un millón de dólares al año (Lee sobre la dieta AQUÍ), daríamos lo que fuera por disfrutarlo eternamente.

El evangelio de Mateo deja al descubierto aquella fatídica inclinación del hombre, que se encadena al mundo natural y se niega la posibilidad de trascender.

En el capítulo 17 tenemos a los tres discípulos más cercanos de Jesús, presenciando un evento de trascendencia cósmica: Ante sus ojos, El Cristo resplandece glorioso junto a Moisés y a Elías. Su Maestro y Señor ha decidido despojarse de aquel ¨traje de navegación cuántica¨ que era su cuerpo terrenal y mostrarse ante ellos en todo su fulgor.
Delante de ese hecho sin precedentes y lejos de postrarse en éxtasis adorador, Simón Pedro propone una solución práctica, enfocada en el átomo:

Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.  Mateo 17:4

Construir tabernáculos para preservar la gloria de Dios.

Esa ha sido la propuesta de la humanidad desde que se imaginó que la vía más rápida para llegar al cielo era construyendo una torre.

Desarrollar con su tecnología ¨jaulas¨ para que no se escape la paloma del Espíritu.

El Padre desde el cielo corta semejante idea y afirma con voz poderosa que a quien tienen en frente es a su hijo perfecto.

Desde entonces, cada vez que La Iglesia se ha inventado artefactos tecnológicos como hábitat para El Espíritu, éste los ha evitado con gentil firmeza, dejando a los hombres con sus grandes Catedrales vacías, sus instituciones burocratizadas, sus ministerios con dinero pero sin gozo.

Y El Espíritu las evita porque ya sean estructuras complejas o sencillas, al final simplemente son estructuras hechas con manos de hombres y por lo tanto falibles y perecederas.

A mi parecer esa ha sido una de las grandes tragedias de La Iglesia post moderna.

Y a pesar de tantas evidencias, pareciera que somos incapaces de aprender de los errores. Porque aún hoy, en el momento más informado y conectado de la historia humana, seguimos tratando al Espíritu como firmware y a La Iglesia como hardware

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Futurología bíblica - Del bit al átomo: el ‘firmware’ de Dios