Cuando la creación entera adora

Apocalipsis expresa, en lenguaje poético y litúrgico, la misma verdad de Col. 1.20: la muerte de Jesús en la cruz ha reconciliado a todo el cosmos.

02 DE ABRIL DE 2022 · 08:00

Clemente Ruiz / Unsplash,árbol cielo, estrellas noche
Clemente Ruiz / Unsplash

Con el versículo 13 del capítulo 5 de Apocalipsis llegamos al último de los círculos concéntricos, que resulta ser nada menos que todo el universo. Ahora todo lo existente llena repletamente el escenario, siempre alrededor del Trono.

Nada de lo que existe queda fuera de la visión final; no habría donde meterlo. Aun sobrepasa la envergadura del desafío del ángel fuerte (5.3).

Antes, sin el Cordero, no había nadie ni en el cielo ni en la tierra ni entre los muertos que pudiera abrir el libro. Ahora toda la creación en el cielo, tierra, sub-tierra y mar alaba al Cordero que pudo asumir el reto del ángel fuerte y tomar la dirección de la historia.

En esta última y cósmica alabanza predomina el número cuatro, número de la naturaleza (4 puntos cardinales, 4 vientos, 4 temporadas del año). La creación entera, en sus cuatro esferas (cielo, tierra, sub-tierra y mar), se une integralmente en alabanza al Creador y al Cordero inmolado.

Y en forma consecuente y simétrica, la alabanza cósmica también se articula en cuatro elementos: la alabanza (eulogía), la honra (timê), la gloria (dóxa), y el poder (krátos, poder activo).

Todos esos ya habían resonado en las doxologías anteriores, pero ahora reciben un significado especial: primero, por expresar la adoración del universo entero, reconfirmado en su estructura cuádruple; segundo, porque estas cualidades se atribuyen al Creador y al Cordero juntos; tercero, porque se los atribuyen "por los siglos de los siglos" (cf. 4.10).

Como el Creador es eterno (el "yo soy", 4.8, cf 1.5), el Cordero y su victoria redentora son también eternos y universales.

Aquí descubrimos una verdad de extraordinaria importancia -- ¡el universo entero tiene una finalidad doxológica!

El fin primordial de todo lo existente, y no sólo de la humanidad, es "glorificar a Dios y gozar de él para siempre" (Catecismo de Westminster).

El pasaje de Apocalipsis expresa, en su lenguaje poético y litúrgico, la misma verdad de Col.1.20: la muerte de Jesucristo en la cruz ha reconciliado a todo el cosmos. El propósito eterno de Dios es de recapitular el universo (tà pánta) doxológicamente en Cristo (Ef. 1.10), hasta que él sea todo y en todos (Col 3.11).

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