La resurrección de Cristo: piedra angular de nuestra fe

Jesús como el postrer Adán revirtió la caída del hombre en el Edén.

    04 DE ABRIL DE 2021 · 08:00

    Mohammad Hosein @mhohebbi96, Unsplash,amanecer
    Mohammad Hosein @mhohebbi96, Unsplash

    Si la venida sobrenatural al mundo, su poderoso mensaje, sus incontables milagros y portentos, su amorosa muerte en la cruz en lugar nuestro fueron eventos únicos, asombrosos e irrepetibles en la vida de Jesús en la tierra, no alcanzarían la dimensión e importancia si Él no hubiera resucitado de entre los muertos. Fue su resurrección el sello de la su victoria eterna y es la piedra angular de nuestra fe.

    Ninguna otra porción bíblica es tan clara al respecto que el capítulo 15 de la primera carta de Pablo a la iglesia en Corinto, de ella extraeremos algunos versículos que ilustran bien lo que deseamos comunicar:

    «Porque en primer lugar les he enseñado lo que también recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras...

    Ahora bien, si Cristo es predicado como que ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo es que algunos entre ustedes dicen que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo ha resucitado. Y si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación; vana también es la fe de ustedes...

    Y si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es inútil; todavía están en sus pecados. En tal caso, también los que han dormido en Cristo han perecido. ¡Si solo en esta vida hemos tenido esperanza en Cristo, somos los más miserables de todos los hombres! Pero ahora, Cristo sí ha resucitado de entre los muertos, como primicias de los que durmieron. Puesto que la muerte entró por medio de un hombre, también por medio de un hombre ha venido la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados» (vv. 3-4,12-14,17-22).

    Pablo resalta que tanto la muerte como la resurrección del Señor fueron dos eventos previamente anunciados y recordados por el propio Jesús mientras estaba en su ministerio terrenal; ni fueron casuales ni fortuitos, fueron previamente profetizados y perfectamente cumplidos por Cristo.

    En su particular manera de escribir recalca el apóstol que había en su tiempo quienes dudaban de la resurrección del Señor y, por ende, tampoco los que creemos en Él resucitaremos algún día. Él asocia la resurrección de Jesús con la de los creyentes y la coloca como el fundamento de nuestra fe, «porque si Cristo no ha resucitado», entonces no solo la predicación del evangelio, sino la fe nuestra sería vana; puesto que nuestra esperanza y todo aquello cuanto creemos de la Palabra de Dios descansa sobre el glorioso evento de la resurrección del Señor.

    Y si Cristo no hubiera resucitado, entonces su crucifixión no hubiera alcanzado la victoria sobre el pecado y la muerte nuestra; pero sabemos bien que la muerte no podía retenerle porque Él es la vida y porque murió santo, justo y perfecto, de manera que Satanás no lo podría retener en la condenación; más bien con su resurrección venció al diablo y lo condenó por los siglos de los siglos. Con su resurrección nuestro Señor nos abrió un camino vivo y nuevo al cielo, no solo para vivir en bendición en esta tierra, sino para alcanzar finalmente la victoria de la vida eterna.

    Remarca el apóstol Pablo que, de no haber resucitado Cristo, entonces todos aquellos que durmieron con la esperanza de entrar al cielo y un día ser levantados sus cuerpos de entre los muertos, definitivamente perecieron; mientras que realmente están en el Paraíso junto a Jesús y un día no muy lejano Él resucitará sus cuerpos cuando venga a buscar a su Iglesia que le espera.

    «¡Si solo en esta vida hemos tenido esperanza en Cristo...!», significa que el evangelio es una religión más del montón, sin trascendencia, esperanza ni eternidad; nada más miserable que ser seguidor de un religión muerta, mientras que en verdad el evangelio «es poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree», y la resurrección de Cristo es la piedra angular de nuestra fe, es todo aquello en que creemos, lo cual trasciende esta vida y nos abre la eternidad por su gracia manifestada en la cruz.

    Pero he aquí la buena noticia, la gloriosa noticia: ¡Jesucristo ha resucitado!, no se quedó en la tumba se levantó de entre los muertos, dejó la tumba vacía y ascendió a los cielos para sentarse en su trono, a la derecha del Padre, con toda la gloria que le ha sido dada en los cielos y en la tierra.

    Jesús como el postrer Adán revirtió la caída del hombre en el Edén. Adán desobedeció y pecó, trayendo muerte sobre la humanidad, mientras que Jesús muriendo siendo santo y justo, y resucitando al tercer día, trajo la vida que ha venido vivificando por medio de la fe a todos los que han creído en Él desde el primer siglo hasta nuestros días; «porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados» y pronto seremos resucitados y transformados, para gloria de nuestro Padre eterno.

    Estábamos muertos por causa de nuestro delitos y pecados, «pero Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que nos amó, nos dio vida junto con Cristo, aun cuando estábamos muertos en nuestros pecados (la gracia de Dios los ha salvado), y también junto con él nos resucitó, y asimismo nos sentó al lado de Cristo Jesús en los lugares celestiales» (Efesios 2:4-6). Ya es un hecho que ‘nos resucitó’ y ‘nos sentó’ a su lado en el cielo, aunque aún estamos en la tierra; esa es nuestra esperanza, esa nuestra fe.

    Aquel que dijo: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente», es fiel y verdadero y cumplirá su promesa, que por medio de la fe está hecho, porque «nos resucitó y nos sentó» ya. ¡Bendito sea el glorioso nombre de Jesús!

    Para todos los que hemos recibido a Cristo como nuestro único Señor y Salvador su resurrección nos garantiza la vida eterna. Si usted no le ha abierto su corazón a Jesucristo, y no hablo de creer en el Jesús histórico o religioso, sino en entregarle su vida totalmente, en este momento tiene la oportunidad de ser salvo de la muerte eterna y desde ya ser resucitado y sentado en los lugares celestiales. No espere hasta mañana, el mañana es impreciso y pueda que no llegue, ¡hoy es el día de su salvación!, no lo deje pasar.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Clarinada venezolana - La resurrección de Cristo: piedra angular de nuestra fe

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