La lección del bambú japonés

Un llamado a conservar la paciencia y esperar con calma el tiempo de Dios.

    06 DE JUNIO DE 2021 · 08:00

    Mirko Blicke, Unsplash,bosque de bambú
    Mirko Blicke, Unsplash

    Con el pasar de los años la vida se va haciendo más dura y difícil para este mundo sin Dios que avanza sin esperanza, pero para aquellos que han hecho de Jesús su Señor y Salvador las adversidades de la vida son parte del proceso de formación que Dios permite para hacer de nosotros gente útil, madura y depositaria de la gloria y las maravillas del Señor tanto en nosotros como a través de nosotros para con el prójimo.

    Veamos la lección del bambú japonés y apliquemos esta enseñanza a nuestra vida para entender mejor las cosas que nos pasan y el propósito de Dios a través de ellas.

    El bambú japonés crece de un modo muy particular. La historia del crecimiento del bambú es una leyenda que cuentan los sabios orientales, y que dice:

    Algo muy interesante que sucede con el bambú japonés y que nos enseña una importante lección. Cuando un cultivador planta una semilla de este árbol, el bambú no crece inmediatamente por más que se riegue y se le abone regularmente.

    De hecho, el bambú japonés no sale a la superficie durante los primeros siete años. Un cultivador inexperto pensaría que la semilla es infértil, pero sorprendentemente, luego de transcurridos estos siete años, el bambú crece más de 30 metros en solamente seis semanas.

    ¿Cuánto podríamos decir que tardó realmente en crecer el bambú? ¿Seis semanas? ¿O siete años y seis semanas? Sería correcto decir que tardó siete años y seis semanas. Debido a que durante los primeros siete años el bambú se dedica a desarrollar y fortalecer las raíces, las cuales van a ser las que luego de estos siete años sostendrán el crecimiento de las seis semanas. Además, si en algún momento de esos primeros siete años se deja de regar o cuidar, sencillamente el bambú muere.

    Este relato, que en la cultura zen y oriental ha sido transmitido de generación en generación, guarda una gran enseñanza para nosotros. Lo que se ve fácil, en realidad no siempre lo es. Cuando el bambú parece crecer treinta metros en pocos días, en realidad ha estado preparándose siete años para eso.

    Esto nos hace un llamado a conservar la paciencia y esperar con calma el tiempo de Dios, porque los resultados del trabajo y de la espera llegan, y son asombrosos y llenos de gloria para quienes supieron esperar en el Señor sin desmayar.

    La Biblia nos manda acerca de la vida y sufrimientos de los últimos días de Jesús en la tierra: «Consideren, pues, al que soportó tanta hostilidad de pecadores contra sí mismo, para que no decaiga el ánimo de ustedes ni desmayen» (Hebreos 12:3). Jesús sufrió por nuestros pecados sin tener culpa de ellos solo por amor y se nos pide que sigamos su ejemplo para no decaer ante las dificultades y las pruebas, no desanimarnos ni desmayar, porque las bendiciones y el nivel de gloria mayor viene tras ellas, debemos tener paciencia ante las adversidades.

    El libro de Santiago 1:2-4, dice: «Hermanos míos, tengan por sumo gozo cuando se encuentren en diversas pruebas sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia. Pero que la paciencia tenga su obra completa para que sean completos y cabales, no quedando atrás en nada». Las pruebas que Dios permite en nuestras vidas son para que produzcamos paciencia y completemos nuestra preparación para lo glorioso que Dios tiene para nosotros.

    Somos como la semilla de bambú, parece que pasan los años y no vemos aquello que esperamos y lo que Dios nos ha prometido, en vez de vivir las pruebas en paciencia y sacar lo mejor de ellas, comenzamos a quejarnos y descuidarnos pensando que no vale la pena seguir al Señor porque no vemos aquello que esperamos, pero resulta que el Espíritu Santo está cultivándonos y fortaleciendo nuestras raíces para que llegado el momento comencemos a crecer y experimentar la gloria y las promesas de Dios. Cuando el bambú japonés termina sus siete años de fortalecimiento interno a través de sus raíces viene un repentino y rápido crecimiento; si no nos descuidamos ni perdemos la paciencia hasta desmayar, nos sucederá igual, el día menos pensado comenzaremos a crecer rápidamente y quienes nos rodean serán los más asombrados por ello.

    Tal como al bambú le pasan los años y no se ve el tallo, luego de los siete años se deja ver su vertiginoso crecimiento. Los siete años de espera del bambú, tomando en cuenta que el número 7 en la Biblia es el de la perfección, si lo aplicamos a nosotros son los años en la perfecta preparación de Dios para cada uno de nosotros. no desesperemos, no nos cansemos hasta desmayar, tengamos paciencia ya viene el tiempo de nuestro crecimiento glorioso.

    Un detalle importante es que la semilla de bambú, durante esos siete años que no crece, no es indiferente al trato que recibe: cuando no se cuida, el crecimiento de sus raíces se interrumpe y muere, y los años que lleva de preparación ya no sirven para nada. Pero cuando se le da amor y se la riega por siete años con paciencia sin cansarse ni desmayar, entonces alcanza más de 30 metros en seis semanas. Si perseveramos con paciencia a pesar de todas las pruebas y adversidades que vivamos, Dios transformará ese tiempo en crecimiento y madurez a un nivel de gloria impensable por nosotros.

    «Porque nuestra momentánea y leve tribulación produce para nosotros un eterno peso de gloria más que incomparable» (2ª Corintios 4:17). Lamentablemente muchos no entienden esto y se salen del propósito divino ante las pruebas y situaciones adversas truncando así el propósito final que Dios había preparado para ellos; que no le suceda eso a usted.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Clarinada venezolana - La lección del bambú japonés

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