Templos vivientes
Entre el templo físico y el templo espiritual existen varias similitudes.
08 DE MAYO DE 2022 · 08:00

Existe mucha similitud entre el templo físico donde nos congregamos y el templo del Espíritu Santo que somos cada uno de los creyentes. Así como nos comportamos y tratamos al templo eclesiástico, debemos tratarnos a nosotros mismos, tanto uno como el otro deben estar consagrados plenamente al Señor, porque esa es la voluntad de Dios.
El apóstol Pablo escribió a manera de pregunta: «¿No se dan cuenta de que su cuerpo es el templo del Espíritu Santo, quien vive en ustedes y les fue dado por Dios? Ustedes no se pertenecen a sí mismos, porque Dios los compró a un alto precio. Por lo tanto, honren a Dios con su cuerpo» (1ª Corintios 6:19-20. NTV). Una vez recibimos a Cristo como Señor y Salvador y su sangre nos limpia y santifica, inmediatamente nos convertimos en templo y morada del Espíritu Santo; todavía más, ya no nos pertenecemos a nosotros mismos porque fuimos comprados y rescatados de las garras de las tinieblas y hechos libres para mantener una relación abierta con Dios.
Por esa razón debemos honrar a Dios con nuestro cuerpo; ya no podemos usarlo para practicar pecados, «no reine, pues, el pecado en su cuerpo mortal de modo que obedezcan a sus malos deseos. Ni tampoco presenten sus miembros al pecado como instrumentos de injusticia sino, más bien, preséntense a Dios como vivos de entre los muertos, y sus miembros a Dios como instrumentos de justicia» (Romanos 6:12-13).
Nosotros como templos vivientes debemos vivir en santidad; primeramente, porque ya no nos pertenecemos, sino a Dios; segundo, en virtud de que Dios habita en nosotros en la persona de su Espíritu Santo, somos sus templos espirituales.
Entre el templo físico y templo espiritual existen varias similitudes. En el templo físico se congrega la Iglesia y cada uno de nosotros somos parte de la Iglesia, el Espíritu Santo se mueve en la congregación durante los servicios y también en cada uno de nosotros, porque está en ambos.
Veamos las similitudes entre ambos templos, del templo físico a nuestro cuerpo como templo del Espíritu:
• El templo requiere cuidado físico en su estructura, de igual manera cada creyente debe cuidar su cuerpo como templo viviente, debe asearse, cuidar lo que come, velar por su salud, entre otros.
• En el templo solo se le canta a Dios, así mismo los creyentes no deberían escuchar ni cantar música secular con letras inapropiadas porque eso contamina su alma.
• En el templo buscamos intimidad y la presencia de Dios, igualmente cada quien debe tener su tiempo de intimidad con el Señor para llenarse como templo viviente que son, tener una vida devocional es la mejor recomendación.
• Al templo entramos decorosamente vestidos, es así como cada creyente, especialmente las mujeres, deberían vestirse con la intención de agradar a Dios para así dar buen testimonio cristiano y no avergonzar al Espíritu Santo que nos habita.
• El templo debe permanecer limpio, así cada creyente debería guardar la paz y la santidad de manera de no manchar nuestra alma oyendo, viendo y haciendo cosas que no nos convienen como cristianos. «Más bien, vístanse del Señor Jesucristo y no hagan provisión para satisfacer los malos deseos de la carne» (Romanos 13:14).
• El templo se usa como recinto donde se establece el reino, de igual manera cada creyente debe «buscar primeramente el reino de Dios y su justicia» en su vida.
• El templo siempre está bien decorado, también cada uno de los creyentes como templos vivientes debemos vestirnos del Señor y mantener nuestras vestiduras espirituales blancas, sin manchas ni arrugas por el pecado. El Señor nos dice: «yo te aconsejo que de mí compres oro refinado por el fuego para que te hagas rico, y vestiduras blancas para que te vistas y no se descubra la vergüenza de tu desnudez...» (Apocalipsis 3:18).
Nunca debemos olvidar que fuimos comprados y no nos pertenecemos, sino que somos propiedad de Jesús que nos compró a precio de sangre y nos redimió del pecado y la maldad.
Como pertenecemos a Dios y somos sus templos vivientes debemos hacer su voluntad, «esta es la voluntad de Dios, la santificación de ustedes...» (1ª Tesalonicenses 4:3). Santificación es apartarse para el Señor, consagrarse a Él; eso implica nuestra totalidad humana (física y espiritualmente). Debemos consagrar al Señor nuestro cuerpo físico y espiritual como templos del Dios viviente que somos.
No existe nada como: ‘el Señor busca nuestro ser interior’, y mientras tanto hacen con su cuerpo lo que les viene en gana, práctica abierta del pecado incluido. Somos templos vivientes por dentro y fuera y el Espíritu Santo nos cela ardientemente porque somos su propiedad y Él no acepta que usemos nuestro cuerpo, que es su habitación, para entregarlo al pecado. Seamos temerosos de Dios.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Clarinada venezolana - Templos vivientes