La esencia del discipulado

Un grave error de un cristiano es pensar que la gran comisión de ir y hacer discípulos es solo para ministros o líderes de la iglesia.

26 DE MARZO DE 2023 · 08:00

Jesús con sus discípulos (película),Jesús discípulos
Jesús con sus discípulos (película)

Apenas Jesús comenzó su ministerio terrenal escogió a doce discípulos, que significa aprendices o alumnos, para descargar en ellos toda la revelación del reino de Dios y comisionarlos para continuar con el establecimiento de ese reino a través de la predicación del evangelio, las buenas nuevas o buenas noticias de salvación.

Jesucristo una vez iba a ascender a su trono a la derecha de Dios Padre, le encargó a sus discípulos que siguieran su ejemplo y fueran un testimonio vivo a la gente de todas las naciones, en especial a los discípulos que establecieran en cada uno de estos países.

Mateo recoge en su evangelio (28:18-20), la siguiente comisión que nos delegó el Señor momentos antes de ascender: «Jesús se acercó a ellos y les habló diciendo: ‘Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que les he mandado. Y he aquí, yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:18-20).

Es imperativo lo que nos exige Jesús, no es electivo, tampoco es para un selecto grupo, pues en ese momento estaban más de 500 creyentes oyendo las palabras de Cristo mientras contemplaban el instante glorioso cuando el Señor ascendía ante sus ojos al cielo.

El error más grave que puede cometer un cristiano es pensar que la gran comisión de ir y hacer discípulos es solo para los apóstoles, ministros o líderes de la iglesia. Ese mandato es para todos y cada uno de nosotros que hemos sido salvados por la gracia de Cristo. Y más vale que lo obedezcamos.

Veamos algunas consideraciones respecto a la gran comisión de ir y hacer discípulos.

El discipulado fue escogido por el propio Señor como la mejor forma de predicar y enseñar los principios de la Palabra de Dios a quienes se van convirtiendo y comienzan a formar su carácter cristiano. El discipulado es eminentemente relacional, pues se trata de nuestra relación como creyentes con otros nuevos creyentes; Jesús le predicaba a miles, pero discipuló solo a doce, esto debe decirnos algo acerca de nuestra misión para con los demás en el cuerpo de Cristo.

Por lo tanto, una manera como podríamos definir la obra de discipulado es: la motivación intencional de cristianos sobre la base de relaciones deliberadas, de amor y entrenamiento en la Palabra de Dios. Entendiendo entonces que...

El discipulado es intencional y deliberado; no es algo que simplemente sucede, es el resultado de una iniciativa con propósito de parte de nosotros para con otros cristianos.

El discipulado implica motivación; los cristianos necesitan ser motivados para ser fieles y perseverar en su fe.

El discipulado está enfocado en hacer seguidores de Jesús; es decir, cristianos no solo en una reforma moral o como copias de ti mismo, pues cada quien tiene su propia personalidad, lo que hay es que ayudarles a moldearla a la luz de la Biblia.

El discipulado está fundamentado en la Palabra de Dios y no solo en nuestro buen consejo.

Entonces, discipular es amar, cuidar de la vida de alguien como cuidamos la nuestra. Por eso el discipulado es relacional, porque implica más que el solo observar una lección que está en una guía o un video; implica que los creyentes compartamos nuestras vidas con otros.

Por esta razón, es muy importante que entendamos que el discipulado es un proceso y no solo un programa.

Resulta muy fácil pensar en el discipulado como un programa en lugar de un proceso. Muchos programas han sido desarrollados para hacer «crecer» discípulos. Pero debido a que cada persona es diferente y tiene diferentes luchas y tentaciones, el discipulado no puede ser presentado tan a la ligera ni esquemáticamente; es un proceso que requiere paciencia y mucho amor.

El apóstol Pablo, uno de los más eficaces discipuladores de la historia de la Iglesia, escribió en su carta a los Filipenses (4:9), algo que jamás deberíamos tener en poco y mucho menos olvidar; él recomendó: «Lo que ustedes aprendieron y recibieron de mí; lo que de mí vieron y oyeron, pónganlo por obra, y el Dios de paz estará con ustedes». Otras versiones dicen: «esto hagan» o «esto practiquen».

Analicemos este pasaje. Pablo está dando por sentado que él cumplió con discipular a un grupo de creyentes, como se espera que usted y yo lo hagamos. Él usa cuatro palabras clave para que entendamos la importancia de hacer discípulos a partir de lo que hemos ‘aprendido’, ‘recibido’, ‘oído’ y ‘visto’; son cuatro verbos que implican la acción de discipular; por esta razón y basados en lo exigido por el Señor en Mateo 28:18-20, entendemos que la esencia del discipulado es dar de lo ‘aprendido’, ‘recibido’, ‘oído’ y ‘visto’.

Es decir, debo ser un modelo y testimonio de una vida transformada por Cristo para aquellos a quienes se han puesto a mi cuidado o bajo mi discipulado; ellos, a través de mi, aprenderán, recibirán, oirán y verán al Señor. No implica que seamos perfectos, sino que en nuestras imperfecciones sepamos ser de ayuda y ejemplo a quienes vienen detrás de nosotros en el reino de Dios.

Jesús discipuló a doce, estos a otros, y los otros a otros durante estos casi 2.000 años de historia del cristianismo hasta llegar a nosotros. Si a usted le hablaron de Jesús y lo discipularon o ayudaron a que Cristo fuera formado en su vida, es su deber hacerlo con otros. Esto no es electivo, el Señor nunca dijo: ‘si tienes tiempo, si quieres y puedes anda y haz discípulos’; sino que ordenó: «vayan y hagan discípulos», dos verbos en imperativo.

No es electivo, de manera que, si no lo hago, caigo en el círculo de la desobediencia y toda desobediencia es pecado deliberado; un pecado que el juicio divino no pasará por alto.

La más alta expresión del discipulado es que aquellos a quienes se me encomendó discipular puedan aprender, recibir, oír y ver a Jesucristo en mí, que aunque soy un ser pecador igual que ellos, como también lo fue Pablo, podamos ‘ponerlo por obra’ o ‘practicarlo’; si hacemos eso «el Dios de paz estará con nosotros».

¿Quiere que el Señor se agrade de ti y esté contigo todos los días hasta el fin?, entonces discipula a los hijos de Dios, aquellos por los cuales también Jesucristo murió en la cruz. Es lo menos que podemos hacer para agradecerle por su gracia y su amor redentor.

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