Venezuela y su gran destino profético

Dios habló claramente a un pastor venezolano: «Usé la espada de Bolívar para liberar esta nación, pero ahora lo haré con la espada de mi Espíritu».

07 DE OCTUBRE DE 2018 · 07:00

Andrea Windolph / Unsplash,brotes helados, nieve
Andrea Windolph / Unsplash

Quien conoce medianamente la historia de Venezuela, sabe la cantidad de veces que ha estado en condiciones adversas y entiende la manera como ha salido de todas sus crisis. La otra cara de la moneda, la espiritual, es que Dios siempre ha estado detrás de cada crisis y ha sido el propulsor de sus salidas. Pocas salidas sobrenaturales como las de Venezuela. Pocas intervenciones divinas como las de esta nación... 

Venezuela fue marcada con un gran destino profético aun desde antes de la creación. Dios lo quiso así y no hay hombre, ideal ni organización que lo pueda detener; y quien lo intente estará luchando contra el Señor mismo. No conozco a nadie que le haya podido ganar una a Dios, tanto Luzbel como el más ‘grande’ de los hombres ha tenido que someterse a los designios del Señor, gústeles o no.

Las argucias y estratagemas de los hombres jamás podrán cambiar el destino profético que tiene Venezuela. Cuando es Dios quien está detrás de los cambios son para bienestar colectivo; no importa la oposición que las tinieblas y los líderes quieran ejercer, el Señor venció en la cruz del Calvario y su voluntad es la que se hará SIEMPRE. Si los hombres aprendiéramos a conocer y descansar en la voluntad de Dios nada nos atemorizaría ni afanaría, pues Él tiene todo bajo control.

Le decimos al liderazgo secular de Venezuela, no importan la brujería, los pactos, los planes y acuerdos que establezcan, Dios tiene una voluntad, un destino profético específico para esta nación; como atalayas del Señor les podemos asegurar que no prosperará lo que están planeando para Venezuela. La voluntad de Dios es tan gloriosa que si se las contásemos no lo creerían, se necesita la fe de Cristo para poder entender, aceptar y caminar en función de lo que el Altísimo ha escogido para la hoy golpeada nación.

Les aseguramos que Dios no aceptará que se violente más la Constitución Nacional. No aceptará una reedición del ideal gran colombino, como hubo una Cosiata (1826-1830) vendrá otra, firme y decisiva, de parte del Señor. No aceptará más la impunidad e injusticia que ha campeado hasta hoy en la nación; viene juicio y justicia, viene cárcel y retribución, viene repatriación de las riquezas, abundancia en vez de escasez.

Dios no aceptará un liderazgo que no se someta a Él, barrerá a quienes se opongan a su voluntad; viene la instauración de un liderazgo temeroso de Dios que le ama y ama al prójimo como a sí mismo.

No aceptará más la idolatría traída junto con los colonizadores guiados por una religión vacía, y alejada de la Biblia (Babilonia caerá y no será más); mucho menos los brujos, hechiceros y pactantes con el diablo... en el nombre de Jesucristo.

Dios está viendo el corazón abatido de quien come mal, quien sufre porque no consigue medicamentos, quien debe emigrar y desmembrar su núcleo familiar para buscar un mejor destino; el Señor está pesando la conciencia y anotando cada palabra mentirosa de quienes gobiernan bajo un ideal farsante, caduco y eminentemente tenebroso. «Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu» (Salmo 34:18). Pronto hará justicia.

Hace 25 años Dios le habló claramente a un pastor venezolano lo siguiente: «ciertamente yo usé la espada de Bolívar para libertar esta nación, pero ahora lo haré con la espada de mi Espíritu». Y el profeta Zacarías (4:6), escribió: «‘no con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu’, ha dicho Jehová de los ejércitos». Dios ni aúpa ni está de acuerdo con la violencia... «¡Ay de los violentos!», dice el Señor.

Pueblo y líderes venezolanos: «¡Vengan a ver las grandes obras del Señor! ¡Ha sembrado en la tierra gran desolación! ¡Ha puesto fin a las guerras en los confines de la tierra! ¡Ha roto los arcos y despedazado las lanzas! ¡Ha arrojado al fuego los carros de guerra! “¡Alto! ¡Reconozcan que yo soy Dios! ¡Las naciones me exaltan! ¡La tierra me enaltece!”. ¡Con nosotros está el Señor de los ejércitos! ¡Nuestro refugio es el Dios de Jacob!» (Salmo 46:8-11).

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