Nos toca estar crucificados

A veces el creyente en lugar de crucificar el viejo hombre con sus pasiones y deseos, trata de mejorarlo, lo que es un grave error.

12 DE MAYO DE 2024 · 08:00

David Clode, Unsplash,cruz ave, cruz pájaro
David Clode, Unsplash

A diferencia del grueso de los que se denominan cristianos en el mundo, los verdaderos discípulos de Jesucristo deben vivir una vida de permanente renunciación al mundo y sus deleites, así como al pecado; bajo ningún concepto el Señor acepta que vivamos una doble vida o una vida con fachada santa, mientras al mismo tiempo se le da rienda suelta al pecado; entendiendo por pecado todo aquello que desagrada a Dios y lo que no obra por fe, no importando si este pecado tiene repercusiones sociales o está en nuestro corazón, porque la Biblia no hace distinción alguna del pecado. A saber, toda desobediencia a Dios es pecado.

La Palabra de Dios en la carta de Pablo a los Gálatas 2:24-25, dice: «porque los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Ahora que vivimos en el Espíritu, andemos en el Espíritu». Cuando crucificamos nuestra carne, que es lo mismo a «tomar nuestra cruz cada día en ir en pos de Cristo», no le damos rienda suelta a sus demandas pecaminosas ni a los dictámenes del mundo que nos rodea que de Dios no tiene nada, sino que más bien es enemigo del Altísimo, por eso es que cuando nos hacemos amigos del mundo, nos convertimos inmediatamente en enemigos de Dios.

Dios envió a morar al Espíritu Santo en nuestro ser para ayudarnos a vivir lejos del pecado y del mundo, pero es menester que andemos en el Espíritu y no en los deseos de la carne, los cuales son enemigos de Dios.

El apóstol Pablo nos enseña una gran verdad que él vivía y que usted y yo también estamos llamados a vivir, por eso escribió: «Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios quien me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gálatas 2:20). Nosotros deberíamos decir y vivir lo mismo, porque cuando estamos crucificados a nuestra carne y voluntad como lo estuvo Jesús siempre hasta morir en la cruz, entonces ya no vivimos para nuestros deleites pecaminosos, sino que Cristo es quien vive y dirige nuestra vida.

Por eso dice el apóstol que su vida la vivía en la fe y el ejemplo del Señor quien se negó a sí mismo y nos amó tanto que ofrendó su vida en la cruz para morir en nuestro lugar y así darnos, por medio de la fe en Él, la oportunidad de ser salvos y vivir libres de las ataduras del pecado; es decir, una vez que usted recibe a Cristo como su único Señor y Salvador está en libertad de las ataduras del diablo que lo inducen a pecar, significa que si usted peca es porque quiere, no porque el pecado lo obliga. Usted ha recibido el poder del Espíritu para vivir lejos del pecado y en obediencia plena al Señor, pero debe usted crucificar su carne y negarle la posibilidad que le vuelva a esclavizar y arrastrarle a enemistarse con Dios nuevamente.

El apóstol Juan en su primera carta asegura que los hijos de Dios en Cristo no practican el pecado han sido libres de ello, entendiendo por practicar pecado el cometer consciente y voluntariamente cualquier género de pecado, o como se dice coloquialmente: ‘pecar porque le da la gana’. Dios sabía que somos débiles, por eso hizo morar en nosotros, a partir de Cristo, su Santo Espíritu para que nos ayude a resistir y sobreponernos a cualquier tentación, con negarnos a pecar y clamar a Él en oración es suficiente para salir bien librados de la debilidad de la carne.

Muchas veces los creyentes en lugar de crucificar el viejo hombre con sus pasiones y deseos, tratan de mejorarlo o de convertirlo, lo cual es un grave error. Nuestra vieja naturaleza debe morir, ser crucificada para que podamos vivir agradándole a Dios. Pero muchos quieren disciplinar al viejo hombre y esa no es la manera de vencerlo.

Al viejo hombre no se le puede dar concesiones ni tratar de mejorarlo, lo único que nos queda es crucificarlo, llevarlo a la cruz de Cristo diariamente donde se espera que estemos crucificados juntamente con Él. Como dice la Biblia en Gálatas 6:14: «lejos esté de mí el gloriarme sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien el mundo me ha sido crucificado a mí y yo al mundo». Si de algo podemos gloriarnos es de estar sujetos y crucificados con Cristo, porque es la única manera de triunfar; es decir, crucificando al mundo para nosotros y a nosotros para el mundo. No se permita concesiones de ningún tipo, porque quien siembra para la carne de ella cosechará muerte, mientras que aquello que sembremos para el Espíritu de ello cosecharemos vida eterna y paz.

Recordemos lo que nos asegura Cristo: «De cierto, de cierto les digo que a menos que el grano de trigo caiga en la tierra y muera, queda solo, pero si muere lleva mucho fruto. El que ama su vida la pierde; pero el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará» (Juan 12:24-25). Si no morimos al mundo nos quedaremos solos, sin la presencia y el favor de Dios, mientras que si morimos a nuestro yo con sus deseos siendo crucificados juntamente con Cristo, entonces llevaremos mucho fruto; no olvide que por sus frutos se conocerá al verdadero discípulo del falso.

Si usted ama su vida y hace con ella lo que le parezca y no la voluntad de Dios, entonces la perderá por la eternidad; pero si usted aborrece vivir conforme a los dictados de este mundo perdido, crucificando la carne con sus pasiones y deseos, entonces la guardará en Cristo desde ahora y por toda la eternidad. Le repito, suya, y solo suya, es la decisión.

En Romanos 6:6-11, leemos: «Y sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado. Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, para el pecado murió una vez por todas; pero en cuanto vive, vive para Dios. Así también ustedes, consideren que están muertos para el pecado pero que están vivos para Dios en Cristo Jesús».

Nacer a una nueva vida le costó a Cristo su vida en la cruz en nuestro lugar, pero ahora que estamos en Él nos toca a nosotros estar crucificados, lo cual para muchos será causa de dolor porque tendrán que renunciar a cualquier persona, práctica o costumbre que los aleje de Dios, incluyendo, a veces, a la misma familia (Lucas 14:26-33).

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Clarinada venezolana - Nos toca estar crucificados