Testigos de su resurrección

¡Qué glorioso es testificar de quien venció toda oposición y conquistó lo que el primer Adán había perdido!

    20 DE ABRIL DE 2025 · 08:00

    ,tumba vacía, sepulcro vacío

    La Iglesia como primogénita de la salvación por el Nuevo Pacto es la testigo excepcional de la resurrección de Jesucristo. El poder y la autoridad que hemos recibido de Él se desprenden totalmente de su victoria en la cruz y su resurrección al tercer día.

    Siglos antes de su nacimiento, el profeta Isaías (capítulo 53) había profetizado acerca de Jesús como «el siervo sufriente», ofreciendo unas señales y características de la vida sacrificada que experimentaría el Mesías y de la gran cosecha una vez afrontada la muerte en victoria.

    Aunque Muchos le tuvieron como castigado por Dios, Isaías describe:

    «Con todo eso, el SEÑOR quiso quebrantarlo, y lo hirió. Cuando se haya puesto su vida como sacrificio por la culpa, verá descendencia. Vivirá por días sin fin, y la voluntad del SEÑOR será en su mano prosperada. A causa de la angustia de su alma, verá la luz y quedará satisfecho. Por su conocimiento mi siervo justo justificará a muchos, y cargará con los pecados de ellos» (vss. 10-11).

    Poco antes de morir, nuestro Señor «cuando hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu» (Juan 19:30); puesto que Jesús cumplió el plan redentor trazado por el Padre para ser ejecutado como «el Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo» (Apocalipsis 13:8).

    Consumar es llevar a cabo totalmente algo. Consumar la redención del género humano. Consumar un sacrificio. Derivado de ejecutar o dar cumplimiento a un contrato o a otro acto jurídico.

    Es interesante saber que consumar viene del griego ‘teléo’: Terminar, completar, ejecutar, descargar (una deuda), pagar, cumplir. Porque Jesús pagó con su vida santa e inocente por nuestra deuda pecaminosa, eso es redimir.

    «Consumado es», procede del griego ‘tetélestai’, que literalmente es «ha sido consumado»: Señala un previo cumplimiento que en ese instante se ejecutaba, o lo que es igual al cumplimiento de un acto-palabra-promesa profética dada por Dios en Génesis 3:15 tras la caída de Adán, que ya había sido decidida desde antes de la creación.

    Ya Jesucristo había anticipado cuando se declaró ser «el buen pastor», que él voluntariamente y por amor a nosotros y al Padre pondría su vida. «Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre» (Juan 10:17-18).

    Poner la vida para volverla a tomar es una declaración de su muerte y resurrección. Nadie más en toda la historia tuvo tal poder, ya que sencillamente Jesús es Dios, por lo que tiene poder sobre todo, incluso la muerte. Él es la vida y es imposible que alguien pueda matar a la vida; Él la entregó y la volvió a tomar al tercer día.

    Una vez concluida su misión en «las partes más bajas de la tierra», resucitó y ascendió al cielo a presentarse al Padre como el vencedor y a abrir las puertas del Paraíso a los del primer pacto que estaban en cautividad.

    Posteriormente les reveló a sus discípulos: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra», y en virtud de ello envió a su Iglesia a predicar y hacer discípulos a todas las naciones, en su nombre y en el poder del Espíritu Santo. ¡Por eso somos testigos de su resurrección! (Hechos 1:8).

    Los apóstoles fueron los primeros testigos. Mientras esperaban la promesa del Espíritu Santo, el apóstol Pedro declaró: «Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección» (Hechos 1:21-22).

    Como testigos de la resurrección de Cristo recibimos poder sobrenatural:

    • Para obrar milagros
    • Sobre Satanás y los demonios
    • Para romper toda ligadura de impiedad
    • Recibir la provisión necesaria para establecer el Reino
    • Para convertirnos en más que vencedores en Cristo

    En el capítulo 15 de la primera carta de Pablo a los Corintios, el apóstol enseña que la resurrección es el centro de nuestro testimonio, es el símbolo más grande de nuestra           fe y nuestra segura eternidad al lado del «primogénito resucitado», nuestro Señor y Rey Jesucristo.

    «Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados» (1ª Corintios 15:20-22).

    ¡Qué glorioso es testificar de quien venció toda oposición y conquistó lo que el primer Adán había perdido!

    Si no mostramos el poder de la resurrección quedamos reducidos a unos simples cristianos nominales. Nuestro testimonio debe ser el de quien tiene un Cristo vivo por la eternidad, que reina a la derecha del Padre y que nos ha dado todo lo necesario para nosotros también cumplir nuestro llamado a ser sus testigos, con el poder y autoridad recibidos gracias a su resurrección victoriosa.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Clarinada venezolana - Testigos de su resurrección

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