¿Cómo sería mi iglesia si Jesús fuera el pastor?
Hace años se analiza el fenómeno del exiliado evangélico: muchas personas dejan de congregarse porque han sido maltratados en su iglesia.
12 DE ENERO DE 2023 · 08:00
En los últimos años sin duda muchos de nosotros hemos tomado conocimiento de distintos niveles de abuso pastoral ocurrido en varias iglesias a lo largo de nuestro continente.
Pastores de tracto autoritario, soberbios, distantes, encerrados en su lógica individualista y egocéntrica a los que la Palabra llamaría un mero “asalariado” (Jn. 10:12; I Pd. 5:2-3), han minado no solo la imagen pública de la iglesia sino fundamentalmente profundizado el fenómeno de los exiliados evangélicos.
En otros casos pastores más preocupados por sus ministerios personales que por la extensión del Reino.
Si bien hace años se viene profundizando el fenómeno de los exiliados evangélicos, hoy en día, muchas personas han dejado de congregarse y no solo con motivo de la pandemia que atravesamos sino porque literalmente han sido maltratados en sus iglesias.
Esta lamentable realidad me ha hecho preguntarme: ¿cómo sería mi iglesia si Jesús fuera el pastor de ella?, ¿Qué haría Jesús si fuera pastor en mi lugar? Un ejercicio imaginario que puede arrojarnos algo de luz acerca de las verdades de la Palabra acerca de la función y ministerio pastoral.
En distintos niveles y en líneas generales todos podemos imaginarnos ¿cómo sería nuestra iglesia si Jesús fuera el pastor?, ¿cómo actuaría?, ¿a qué le prestaría más atención?, ¿dónde concentraría sus esfuerzos?, ¿qué acciones privilegiaría?, ¿cómo hablaría con las personas?, ¿cómo se relacionaría con los necesitados, enfermos y menesterosos?
Sin embargo, pese a conocer las potenciales respuestas nunca nos hemos detenido a reflexionar ¿por qué entonces no hacemos lo mismo?
Sin duda todos partimos del supuesto de que lo que hacemos es correcto, estamos bien, tenemos un ministerio novotestamentario; sin embargo, las estadísticas de permanencia de las personas en la iglesia, el creciente alejamiento de los miembros, el poco impacto social real de la iglesia, la fragmentación de las distintas denominaciones y la falta de surgimiento de nuevos líderes pastorales indican otra cosa.
Permítanme pensar en nuestra pregunta principal y esbozar algunas ideas que sin duda pueden ayudarnos a vivenciar nuestro ministerio de manera más cristocéntrica y renovada.
En primer lugar, no me imagino a Jesús esperando que las personas vayan a verlo a la iglesia o a la oficina pastoral, sino por el contrario yendo él al encuentro de los necesitados, de los enfermos, de los pobres. Permanentemente vamos a ver al Maestro yendo de un lugar a otro, estando en el medio de las personas (Mt. 9:35-38; Lc. 8:1.3).
La templolatría le ha causado un mal endémico a la iglesia evangélica, del que todavía no hemos podido liberarnos. La mayoría de las actividades y acciones de la iglesia deberían producirse fuera de ella, donde están las personas.
En efecto, los pastores deberían conocer cada palmo de sus ciudades, cada lugar público, tomar contacto con las autoridades, organizaciones civiles, hospitales, escuelas, no solo en fechas especiales o acontecimiento importantes. Saber cuáles son los problemas de la ciudad, de las personas, cantidad de desempleados, de jubilados, sus problemas principales, tasas de delito, necesidades reales de las personas.
Si no conocemos la realidad de nuestras ciudades no podemos predicar eficazmente el Evangelio.
En segundo lugar, no me imagino a Jesús manteniendo distancia de las personas, manteniendo su lugar, su status, su posición clerical. Por el contrario, si bien era reconocido como el Maestro de Israel, su aproximación hacia las personas estaba imbuida de su autoridad espiritual y amor, lejos de los protocolos de los religiosos de la época a los cuales había confrontado duramente.
Cuando mantenemos distancia con las personas pensando que merecemos algún reconocimiento especial o dejamos que los demás consideren que nos lo deben, estamos vaciando nuestro ministerio del amor de Dios. Esto no significa que no debemos en el marco del respeto mutuo y el ejercicio ministerial tener reglas de relacionamiento, pero nunca pueden estar por encima de las propias personas.
A veces olvidamos que el pastor es simplemente un “siervo inútil que hizo solo lo que debía” (Lc. 17:10).
En tercer lugar, no me imagino una iglesia en la cual Jesús sea el pastor que no esté centrada en la santidad, la misericordia y el amor.
En efecto todos sabemos que el Enemigo puede imitar el obrar de Dios e incluso hacer señales y milagros diversos (Ex. 7:22; 2 Co. 4:4; 11:14; entre otros).
Sin embargo, hay tres cosas que Satanás no puede imitar, que no puede realizar dado que va en contra de su propia naturaleza. Él no puede ser santo, él no puede tener amor y tampoco hacer de misericordia, por ende, estas cosas deberían ser el distintivo de la iglesia del siglo XXI.
Las personas necesitan ser amadas, que les mostremos misericordia, no juicio o rechazo y ver una diferencia consistente entre los líderes el mundo y los pastores.
En cuarto lugar, me imagino a Jesús usando métodos, formas, maneras diferentes y variadas para aproximarse a las personas en su propia subcultura y predicarles el Evangelio de Jesucristo.
De hecho, lo vemos hablando de agricultura con los agricultores, de pesca con los pescadores, de autoridad con los romanos, yendo a los enfermos, a los recaudadores de impuestos, a los leprosos, recreando el amor de Dios en un marco de poder.
Por años la iglesia evangélica hizo campañas, encuentros, retiros, seminarios, congresos, para hablar de la unción del poder del Espíritu Santo, de cómo mantenernos en Su poder, sin embargo, olvidamos que la fuente real y genuina del poder es el amor.
Era por amor, en primer lugar, que Jesús sanaba a los enfermos, libertaba a los cautivos, daba vista a los ciegos, levantaba paralíticos, perdonaba pecados, e incluso murió por cada uno de nosotros. El poder más sublime encuentra su génesis en el amor de Dios.
Finalmente, no me imagino a Jesús enredado en los negocios del imperio romano, tratando de influir políticamente con sus principios en el devenir cotidiano del imperio, o enviando a sus seguidores a tratar de ocupar algún cargo en la espiral de poder romano.
Por el contrario, lo veo tomando distancia de la autoridad política y diferenciándose de las formas y estructuras corrompidas por el poder imperial. Esa distancia le permitió llegado el momento pararse frente a Poncio Pilato y el resto de los funcionarios con autoridad y absoluta libertad.
Esto no significa que no debemos instar a nuestros jóvenes que tienen un llamado al área de la política a prepararse e involucrarse para marcar la diferencia, significa que no debemos tener falsas expectativas pensando que el cambio genuino vendrá de los políticos de turno o del poder terrenal; o usar inescrupulosamente nuestras vinculaciones políticas para obtener privilegios ocasionales. La Biblia enseña todo lo contrario, el cambio genuino procederá únicamente del Padre de toda bondad.
Pensar a partir de nuestro contexto y ministerio ¿cómo sería mi iglesia si Jesús fuera el pastor? podría ayudarnos a encontrar una perspectiva más acorde y dinámica para enfrentar los desafíos que tiene la iglesia en el presente siglo y una forma de actuar que las personas puedan valorar como diferente, distinta e imbuida del amor de Dios.
Debemos predicar con todo el énfasis novotestamentario sobre el pecado y el necesario arrepentimiento, levantar en alto la cruz y el nombre de Jesucristo, pero usando y vivenciando la necesaria santidad, misericordia y amor como instrumentos de la gracia de Dios en medio de las personas.
Las personas no seguían a Nicodemo, a Gamaliel o a los grandes maestros de Israel contemporáneos de Jesús. Los pobres, los menesterosos, los enfermos, los marginados y los pecadores, iban a Jesús. Puede ser dirán algunos por los peces y los panes, pero finalmente escuchaban el mensaje y no podían dejar de reconocer que Jesús era distinto y encarnaba el poder de Dios.
Cuando pensemos en cómo sería nuestra iglesia si Jesús fuera el pastor, quizás nos demos cuenta por qué la gente viene o no a nosotros, y si realmente estamos cumpliendo nuestro ministerio conforme al corazón de Dios.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Con sentido - ¿Cómo sería mi iglesia si Jesús fuera el pastor?
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