Jesús: un ministerio marcado por la consistencia

La gente se cansó de discursos y palabras, de actos religiosos. Espera ver algo diferente, personas con convicciones profundas.

    24 DE FEBRERO DE 2023 · 08:00

    Jesús de Nazareth, en el film ' La Pasión de Cristo' de Mel Gibson,Jesús de Nazareth
    Jesús de Nazareth, en el film ' La Pasión de Cristo' de Mel Gibson

    Quisiera seguir hablando acerca de Jesús a fin de que reflexionemos sobre nuestros ministerios a partir del Suyo. Una de las virtudes que siempre me han llamado la atención respecto de nuestro Señor Jesús fue su consistencia.

    Palabra hoy en día devaluada y hasta menospreciada, sin embargo, una de las improntas de Jesús que impacto a las personas y mostraron su santidad y fidelidad a Dios hasta el final de su ministerio de manera evidente.

    Podríamos aplicar perfectamente lo declarado en el libro de Job: “Entonces, ciertamente levantarás tu rostro sin mancha, Estarás firme y no temerás” (Job 11:15 - NBLA). Jesús era absolutamente libre de pecado, “sin mancha” pero afirmó su rostro y obedeció la voluntad del Padre hasta el final, sin miedo a los hombres y sin temor de lo que pudieran hacerle. De allí que Pablo afirmara:

    Sino que se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:7-9, NBLA).

    Debemos tener absolutamente claro que, sin obediencia, santidad y la obra del Espíritu Santo, que debemos permitir actuar en nosotros, no podemos ser consistentes de manera permanente, cotidiana.

    Vamos a ver, por ende, a muchos cristianos transitar el camino de la inconsistencia, siendo ambivalentes, cristianos de domingo solamente, fascinados por Dios un día a la semana, pero aferrados a su voluntad los restantes seis días. Con brechas entre lo que proclaman y lo que viven, entre lo que piensan y lo que ejecutan, entre sus planes y sus acciones, plagados de buenos proyectos que nunca llegan a concretar y por ende con mucho tiempo libre como para criticar a los demás. Eso sí, en su mayoría envueltos en un falso halo de santidad, con un rancio sentido de religión que los congela en su propio estancamiento.

    A lo largo del ministerio de Jesús veremos que hizo muchos milagros, muchas proezas que incluso iban en contra de las propias leyes de la naturaleza como por ejemplo caminar sobre el mar (Mt. 14:22-33) o revivir a Lázaro luego de haber transcurrido cuatro días desde su muerte (Jn. 11:38-44). Nadie podía dudar de sus portentos, muchos no lo entendían, muchos trataban de juzgarlos o probarlo por ello (Mt. 16:1-4; 22:15-22), pero no podían decir que no eran reales.

    Ahora bien, notaremos que Jesús en realidad no estaba interesado en hacer milagros, sino en proclamar que el Reino se había acercado y hacer la voluntad del Padre. Caso contrario hubiera sido más fácil para él, usando nuestro lenguaje, haber hecho campañas o cruzadas de milagros en Alejandría, Jerusalén, Roma o por toda Galilea.

    Debemos tener claro que los milagros no producen fe, solo la produce el Espíritu Santo dándonos convicción de pecado de justicia y de juicio, y el oír la Palabra de Dios. Por eso Jesús enseñaba todo el tiempo. No obstante, sí, dedicó tiempo a hablar de temas espirituales vitales para nuestra relación con Dios y los demás más allá de los milagros: la hipocresía, el legalismo, el orgullo, el doble pensamiento, la religiosidad, los celos, la envidia, el adulterio, la avaricia, el orgullo, la doble moral. Temas todos que tienen que ver con una vida no consistente con la Palabra de Dios.

    Jesús mismo lo explica con absoluta claridad en uno de los pasajes que más me gustan del Nuevo Testamento. Dice Juan 14:21-24

    El que tiene Mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por Mi Padre; y Yo lo amaré y me manifestaré a él. Judas (no el Iscariote) le dijo: «Señor, ¿y qué ha pasado que te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?». Jesús le respondió: «Si alguien me ama, guardará Mi palabra; y Mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada. El que no me ama, no guarda Mis palabras; y la palabra que ustedes oyen no es Mía, sino del Padre que me envió.

    Dios se manifiesta al que guarda su Palabra y la pone por obra, al que se esfuerza día tras días, por agradarle y obedecerle incondicionalmente. En eso mostramos que amamos a Jesús, no solamente con la concurrencia a la iglesia, no con cánticos u ofrendas simplemente, sino por ser consistente, por poner en práctica, y vivir conforme a Su Palabra, al que haga tal cosa Jesús se le manifestará.

    Lo vemos con Abraham o Moisés en el desierto, con José en la cárcel, con Josué frente a Jericó, con David parado frente a Goliat, con Jeremías en la cisterna, con Pablo y Silas en la prisión; en todos los casos pese a las imperfecciones, pese a no entender del todo, pese a no tener todo el panorama claro, hay un denominador común de obediencia, consistencia y manifestación del Espíritu de Dios.

    Solo a modo de ejemplo veamos algunos casos concretos en los cuales Jesús mostró una absoluta consistencia entre lo que enseñó y lo que practicó en la cotidianidad de su ministerio:

    Jesús: un ministerio marcado por la consistencia

    Debemos distinguir entre amor y manipulación, sabiendo que nadie puede ser indiferente al amor de Dios actuando en nosotros, podrán rechazarlo, pero no pueden ignorarlo. Es absolutamente distinto la convicción de la conveniencia. La convicción profunda de la Palabra de Dios marca a fuego nuestra vida para siempre, con inconstancias, con irregularidades, pero con un sentido que dirige cada paso hasta el final, la conveniencia nos hace zigzaguear entre nuestra carnalidad y la ocasional espiritualidad.

    Estamos en un tiempo donde la gente se cansó de los discursos, de las palabras, de los actos religiosos y espera comenzar a ver algo diferente, personas con convicciones profundas que muestren el amor de Dios y sean consistentes en su diario caminar con Dios, de forma tal que nadie pueda dejar de reconocer que hemos estado con Jesús (Hech. 4:13).

    La pregunta es si estamos dispuestos a pagar el precio de ser consistentes. La salvación es por gracia, mediante la fe en Jesucristo y gratis para cada uno de nosotros. Todo lo demás en la vida cristiana y particularmente la consistencia tiene un precio que debemos estar dispuestos a pagar.

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