Trolls de la posverdad fuera y dentro de la iglesia

La posverdad usa la difamación como veneno mortal y la meta perversa de derribar la verdad para instalar una maliciosa mentira.

    23 DE MARZO DE 2023 · 08:00

     John Iglar, Pixabay,fake news
    John Iglar, Pixabay

    La Biblia con claridad nos enseña que la difamación es pecado (1) y en el mundo legal es un delito tipificado en todos los Códigos Penales de nuestros países.

    Particularmente, nos dice San Pedro: “Por tanto, desechando toda malicia, y todo engaño, e hipocresías, y envidias y toda difamación, deseen como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcan para salvación, si es que han probado la bondad del Señor” (I Ped. 2:1 – NBLA, resaltado del autor).

    Sin embargo, vivimos en el mundo de la posverdad, un mundo donde cualquiera piensa que puede difamar, calumniar o mentir sobre otro sin consecuencias, y de hecho la mayoría de las veces no las tiene (no todos hacen una demanda legal).

    Pero debemos entender que el nombre de una persona en la Palabra de Dios tiene como connotación la reputación de las personas, su dignidad y de allí que sea importante no dañar o difamar a alguien, es mucho más que una simple mentira es un daño a la reputación que muchas veces es irreparable.

    Siguiendo a Martín Montoya (2) podemos afirmar que: “La palabra posverdad fue utilizada por primera vez en la prensa norteamericana en 1992, en un artículo de Steve Tesich para la revista The Nation. Tesich, al escribir sobre los escándalos de Watergate y la guerra de Irak, indicó que ya en ese momento habíamos aceptado vivir en una era de la posverdad, en la que se miente sin discriminación y se ocultan los hechos”.

    En concreto, el diccionario de la Real Academia Española define la posverdad como: “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Los demagogos son maestros de la posverdad”.

    Esa distorsión “deliberada”, intencionada, generalmente suele ser malintencionada, refiere a una acción que se hace con el propósito de dañar a alguien, esto que nos acostumbramos a ver en el mundo de la política y en definitiva secular, lamentablemente también ocurre en el mundo evangélico.

    Recordemos, por ejemplo, que cada vez que el apóstol Pablo y sus colaboradores llegaban a una ciudad podemos observar, siguiendo el texto del Libro de los Hechos, que siempre algunos pocos judíos de esa ciudad se levantaban contra ellos con engaños y alborotaban al resto de la ciudad hasta lograr echarlo de la misma.

    La difamación malintencionada es una herramienta muy usada por el Enemigo de nuestras almas para atacar a los hombres y mujeres de fe, lo cual sin duda es un serio obstáculo no solo para el servicio sino para la persona que es dañada por la difamación.

    El año 2016 fue catalogado por muchos periodistas y analistas políticos como el año de la posverdad. Este término es la traducción de “post-truth”, elegida como la palabra de ese año por el Oxford Dictionaries.

    En el contexto de habla inglesa se refiere a algo que denota una circunstancia en las que los hechos objetivos son menos influyentes, en la formación de la opinión pública, que la apelación a las emociones y creencias personales. Bajo estos términos, quien desee influir en la opinión pública deberá concentrar sus esfuerzos en la elaboración de discursos fáciles de aceptar o simples, insistir en decir lo que la audiencia quiere escuchar (saciar los sentimientos y creencias de ella), más que en los hechos reales, manipulando al resto conforme a su expectativa egoísta y materialista.

    Ahora bien, la posverdad encierra un doble peligro consistente en la manipulación de la verdad con el propósito de dañar la reputación de alguien o instalar una mentira en función de intereses personales, y por otro lado la presuposición de que los destinatarios del falaz mensaje a instalar no tienen la capacidad suficiente como para poder evaluar si lo que se dice es cierto o no, con lo cual se termina desvalorizando también al público receptor de la mentira.

    No solo se perjudica al difamado, sino que se considera que el que recibe el mensaje no es capaz de evaluarlo per se. Ambos peligros tienen fines egoístas que buscan satisfacer un sentimiento utilitario e individualista, sumamente común en el marco de la hipermodernidad.

    La posverdad, insisto, es una poderosa herramienta en manos del Enemigo para distorsionar una verdad e instalar una mentira, quizás el ejemplo más claro de esto sea la ideología de género y el crecimiento vertiginoso del agnosticismo. Ambos pretenden destruir los valores cristianos y por otro lado negar la necesidad de Dios por parte del hombre.

    La herramienta más frecuente para instalar una mentira de manera masiva es sin duda por medio de las redes sociales, siempre anónimas generalmente o con campañas manejadas por los llamados “trolls”, aquellas personas que buscan instalar un mentira o un engaño o provocar de manera intencional un engaño usando seudónimos o nombres falsos en las redes sociales, de hecho, casi todos los partidos políticos contratan este tipo de personas con amplia experiencia en las redes para lograr sus objetivos de desacreditación de una persona o idea determinada.

    Una sola persona (en la práctica son cientos) habla como si representara a miles y actúa en consecuencia.

    Nadie puede negar que a la fecha la fe cristiana es la más perseguida y vituperada por los gobiernos de derecha o de izquierda, por los organismos multilaterales y por el público en general, no solo con la pretendida intención de derrumbar sus valores morales, sino como la consecuencia obtenida debido a que muchos no lograron ser consistentes a la hora de vivir en lo cotidiano lo que dicen que creen y sostienen.

    En efecto es fundamentalmente el cristianismo el último bastión que a la fecha está deteniendo un mayor avance de la ideología de género, de allí su voracidad contra nosotros:

    La ideología de género es la última rebelión de la criatura contra su condición de criatura. Con el ateísmo, el hombre moderno pretendió negar la existencia de una instancia exterior que le dice algo sobre la verdad de sí mismo, sobre lo bueno y sobre lo malo.

    Con el materialismo, el hombre moderno intentó negar sus propias exigencias y su propia libertad, que nacen de su condición espiritual. Ahora, con la ideología de género el hombre moderno pretende librarse incluso de las exigencias de su propio cuerpo: se considera un ser autónomo que se construye a sí mismo; una pura voluntad que se autocrea y se convierte en un dios para sí mismo. (Joseph Ratzinger, Benedicto XVI)

    Adicionalmente debemos considerar dos planos importantes de este tema, el primero ante la posverdad debemos resistir los embates de las falsas doctrinas e ideologías contra la fe y los valores cristianos que se pretenden instalar por medio de la mentira y las medio verdades, no solo predicando el Evangelio con toda certidumbre y testimonio sino además permitiéndonos dar defensa de nuestra fe no fingida (Fil 1:7; I Ped. 3:15) de manera sólida, concreta y fundada.

    En un segundo plano debemos considerar que muchas veces puertas adentro de la iglesia algunos cristianos terminan ocasionando daño a otro y al cuerpo de Cristo al sembrar difamaciones y mentiras contra un hermano, instalándose bajo el ala de la posverdad y naturalizando el pecado de difamación no solo de manera activa (al decirlo) sino de manera pasiva (al escucharlo).

    Entonces ante lo señalado uno debería preguntarse ¿cómo es posible entonces que un cristiano se atreva a difamar a otro, a instalar una mentira como verdad? Porque en definitiva el viejo hombre resurge y batalla contra el nuevo hombre en Cristo, de modo que el pecado prevalece.

    Ahora bien, ese pecado de difamación no solo es un delito, sino que un severo daño a la iglesia. De allí la recomendación Bíblica de no hablar de más (Mt. 12:23; Ef. 4:29; Stg. 5:12; entre otros), de ser medidos y correctos en el uso de las palabras y fundamentalmente estimar a los demás como superiores a nosotros mismos (Fil 2:3).

    (1) En consecuencia, la posverdad y sus elementos esenciales la mentira y la difamación son un veneno mortal que tiene una perversa intencionalidad de derribar la verdad para instalar una maliciosa mentira respecto de una creencia, una fe o una persona, por ende deberíamos estar prestos para dar respuestas acorde y defender nuestra fe y por otra parte no prestar el oído a los difamadores cristianos de turno que solo anhelan la desunión y el daño del cuerpo de Cristo por medio de la mentira y la obtención de intereses personalistas.

    A veces incluso pensando que hacemos algo positivo para Dios terminamos dañando a la iglesia, tal como hacia Saulo persiguiendo a los cristianos para defender a Dios. Sin duda es para pensar.

     

    (1) Ex. 20:16; Lev. 19:16; Prov. 6:16-19; 10:18; 17:28; 18:21; 28:13; Mt. 15:18-19; Ro. 1:28-32; 12:1-2; II Cor. 11:20; Ef. 4:29; Gal. 6:1; Heb 12:15; entre otros.

    (2) Disponible en: https://www.unav.edu/web/ciencia-razon-y-fe/la-era-de-la-posverdad-la-posveracidad-y-la-charlataneria

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Con sentido - Trolls de la posverdad fuera y dentro de la iglesia

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