La superficie no debe alterar el trasfondo

“El trasfondo es el ámbito del destino y la superficie el de las elecciones”.

24 DE SEPTIEMBRE DE 2018 · 10:00

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Faye Cmish / Unsplash

Vivimos en un mundo plural, diverso, cosmopolita, somos ciudadanos del mundo. Pese a las fronteras[1], las representaciones regionales o transnacionales, lo cierto es que el hombre trasciende todas esas cosas. De igual forma sus intereses, sus necesidades, su cosmovisión van más allá de los límites tradicionales.

El pluralismo, es una realidad social mediante la cual las personas de diversas étnicas, procedencias, costumbres, culturas e incluso moral conviven en una armonía interactiva que las nutre y al mismo tiempo las enriquece. A este fenómeno plural Peter Berger lo llama “contaminación cognitiva[2].

Esto se retroalimenta entre los miembros de un mismo grupo social (en un segmento menor, la iglesia) a medida que van vivenciando su imaginario (ideario) y potenciándolo a partir de su experiencia e influencia.

Todos nacemos en un mundo heredado, pero al mismo tiempo, por nuestra vivencia y experiencia, lo vamos transformando y tornando pertinente; en definitiva, lo enriquecemos.

Toda realidad social es por premisa precaria, hay procesos de legitimación y cuestionamientos que hacemos a diario aún sin darnos cuenta: ¿por qué esto es así?, ¿esto está bien? En gran medida el cuestionamiento es parte de la capacidad humana.

La religión es uno de los reguladores de certezas más eficientes, en este sentido nos dice Damian Settón: “La religión implica la construcción de un universo de significado dentro del cual se recubren de sentido las situaciones marginales experimentadas por los individuos” (2007, p.166).

Pese a la teoría secularista que predicaba la muerte de Dios, entre las apreciaciones más relevantes que se han señalado respecto del proceso de secularización[3], una mayoría sostenía que la misma traería aparejada una disminución de la importancia de la religión y la sacralidad en la vida cotidiana, debemos recordar el famoso dictum de Nietzche[4] al respecto; no obstante, Dios sigue vivo.

No vale la pena en este artículo recorrer el camino de predicciones que no se cumplieron, solo mencionar que incluso en el mundo protestante algunos importantes teólogos esperaban el mismo panorama sombrío, Dietrich Bonhoeffer, reconoció al observar su contexto (década de 1940) que se dirigían hacia una época totalmente irreligiosa, en la cual la disminución del conocimiento de Dios y de los valores morales serán figuras rectoras en una ajetreada vida cotidiana.

Berger con los años y entrando al siglo XXI hará un giro en su perspectiva y dada la evidencia advertirá que Dios no murió por el contrario sigue muy vivo.

Afirma: “la religión no está en declive. Al contrario, en buena parte del mundo se ha dado un autentico estallido de fe religiosa” (2016, p.204). Sí, lo que parece haber cambiado es el acercamiento a lo sagrado, es más personal, íntimo y de construcción privada.

Ahora bien, en virtud de lo señalado y en atención a los conceptos de Arnold Ghelen de “superficie” y “trasfondo” que Berger recupera (2016), hay una realidad que puede ser vivenciada en dos planos.

El trasfondo es aquello que se encuentra fuertemente institucionalizado (familia, escuela, justicia, iglesia); mientras que la superficie alude a lo que no está regulado.

En palabras de Berger: “El trasfondo es el ámbito del destino y la superficie el de las elecciones” (2016, p.25).

Veremos en una próxima entrega cómo la iglesia puede influir en ambos planos. Siendo custodios responsables de los principios de la Palabra y activos en el pedido efectuado por nuestro Señor de que “venga a nosotros su Reino”.

 

NOTAS AL PIE

[1] Dice George Simmel: “Es esencial para el hombre, en lo más profundo, el hecho de que él mismo se ponga una frontera, pero con libertad, esto es, de modo que también pueda superar nuevamente esta frontera, situarse más allá de ella […]. El hombre es el ser fronterizo que no tiene ninguna frontera” (1998, pp.247-248).

[2] Nos dice Berger: “Se produce lo que he denominado contaminación cognitiva… si la gente habla entre sí, se influye mutuamente” (2016, p.18).

[3] La secularización puede ser entendida como: “la pérdida del significado religioso en una sociedad: lo sagrado/lo profano. A esto lo acompaña la idea implícita de un deterioro de lo religioso frente a lo social” (Fabre Platas, 2001, p.277). Al decir de Mardones, la teoría de la secularidad, ha tenido dos versiones una fuerte que vaticinó el declive de la religión y otra más suave o atenuada que no se atrevió a llegar a tan lejos pero que pronosticó un declive de lo religioso (Mardones, 1996).

[4] Quizás la frase más conocida en este sentido sea la escrita por Nietzsche: “Dios ha muerto” (Nietzsche, 2002, p.81). Encontrándose presididos por los trabajos de Hegel, en su “Fenomenología del espíritu”.

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