El cruce entre populismo y fanatismo religioso

El seguidor de un líder populista tiende a una especie de creencia religiosa que le torna fanático, sin objetividad ni raciocinio.

    05 DE SEPTIEMBRE DE 2023 · 08:00

    Salvador Sanchez, Unsplash,AMLO, López Obrador
    Salvador Sanchez, Unsplash

    A lo largo del siglo XX y del presente siglo XXI hemos visto el resurgir de distintos tipos de populismo ya sea con base en ideologías de izquierda o de derecha en todo el mundo y particularmente en Latinoamérica.

    En la actualidad se nota con claridad una especie de moda marcada por el florecer de líderes políticos con habilidades carismáticas en el sentido weberiano del término (1) con discursos radicalizados, una alta cuota de seducción escénica, personalidades avasallantes y que se asumen como únicos representantes de una entidad amorfa denominada “pueblo”.

    Desde la oratoria se perciben como fieles defensores de los intereses nacionales de cada uno de sus países a los que con el transcurrir de los años terminan sumiendo en la pobreza o la crisis social.

    De hecho, ninguno se reconoce como populista sino como elegidos para un momento trascendente de la historia local, pero en el fondo sus acciones son contrarias a sus largos discursos, a las promesas efímeras y el enemigo común que surja según él contexto a cada paso de sus gobiernos.

    En efecto, solo por enumerar algunos ejemplos es dable mencionar a: Fidel Castro (Cuba), Juan Domingo Perón (Argentina), Hugo Chavez y Nicolás Maduro (Venezuela), Getulio Vargas y Jair Bolsonaro (Brasil), Evo Morales (Bolivia), Daniel Ortega (Nicaragua); Andrés López Obrador (México), y fuera de nuestro continente (2): Recep Erdogan (Turquia), Viktor Orbán (Hungría), Silvio Berlusconi (Italia), Donald Trump (EEUU), Narendra Modi (India) y Angela Merkel (Alemania), entre muchos otros.

    Siempre ha sido complejo arribar a una definición del término populismo debido a que es un término polisémico, no obstante, para el presente artículo voy a seguir a la Dra. Flavia Freidenberg de la Universidad de Salamanca, quien nos brinda una definición a mi entender bastante contextualizada en cuanto a las caracterizaciones de los populismos recientes, ella dice (3): “El populismo puede ser entendido como un estilo de liderazgo caracterizado por la relación directa, carismática, personalista y paternalista entre líder-seguidor, que no reconoce mediaciones organizativas o institucionales, que habla en nombre del pueblo, potencia la oposición de éste a <los otros>, busca cambiar y refundar el statu quo dominante; donde los seguidores están convencidos de las cualidades extraordinarias del líder y creen que gracias a ellas, a los métodos redistributivos y/o al intercambio clientelar que tienen con el líder (tanto material como simbólico), conseguirán mejorar su situación personal o la de su entorno”.

    Sin lugar a dudas el líder carismático se presenta ante sus seguidores rompiendo los márgenes corrientes de los usos y costumbres de la política y las relaciones de autoridad tradicionalmente establecidas, de allí que todo aquello que desafíe los límites de los parámetros políticos habituales y el accionar anquilosado de los partidismos agotados por sus propias acciones y resultados ante el imaginario de las personas han tenido éxito electoral en nuestra Latinoamérica.

    Los llamados “outsider” políticos, los distintos o advenedizos, son los que en este tiempo han sido revalorizados en las dinámicas caudillistas, las personas piensan que por ser nuevos en el ámbito político asegurarán el éxito irrestricto en términos de expectativa social. No importa si sus promesas son cumplibles y racionales, solo interesa que son disímiles y no han estado en gestiones fracasadas con anterioridad, por ende, brinda esperanzas, aunque ésta no sea del todo racional.

    Ahora bien, debemos considerar, que con el transcurso del tiempo la mayoría de los líderes carismáticos o populistas tienden a adquirir comportamientos totalitarios, sectarios y corruptos. No es novedad siguiendo el famoso dictum de Acton que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente (4).

    Debemos reconocer que el estancamiento y la concentración del poder terminan lisiando a todos los líderes sean estos políticos, religiosos o sociales, luego de varios años de gestión se percibe un hedor a tradicionalismo que finalmente los desgasta y los vuelve ineficaces, con las lógicas consecuencias sobre las expectativas del “pueblo” que anhelaba un futuro mejor y termina con una realidad peor o al menos impensada en un principio.

    Pero yendo a nuestro punto no pretendo descalificar los términos empleados asociando el concepto “religión” a algo tradicional o atávico, arcaico, inmóvil o permanente en el tiempo, y menos considerando las características de la fe hipermoderna y la espiritualidad volátil que existe en el presente o representar al “populismo” como algo malo en sí mismo; sino, tratar de establecer los motivos por los cuales los seguidores de los líderes populistas tienden a actuar con el transcurrir del tiempo como si fueran imbuidos de una especie de creencia religiosa que los torna en fanáticos enceguecidos carentes de toda objetividad y raciocinio.

    En efecto, cuando las personas adormecen su capacidad de evaluar críticamente el comportamiento de su líder en el ejercicio del poder o las decisiones tomadas y las lógicas consecuencias a las que se arribó en el despliegue de las diferentes medidas de gobierno; cuando se desoye a la racionalidad necesaria para objetivamente establecer indicadores propios y evaluaciones objetivas de la gestión y resultados de las políticas llevadas a cabo por los sesgos ideológicos que tiñeron él gobierno o se empieza a ponderar en demasía al líder o caudillo no aceptándose ningún tipo de crítica por verdadera que la misma sea se puede observar puntos de contacto con los comportamientos religiosos fanatizados.

    Si avanzamos un poco más en el análisis observaremos que los seguidores de los líderes populares con el transcurrir del tiempo empiezan a mostrar conductas compatibles con las diez descripciones genéricas que detallamos a continuación y que sin lugar a dudas no pretenden ser abarcativas del universo posible:

    1. Se cree dueño de una verdad absoluta y atemporal que no consiente cuestionamientos
    2. No admite la crítica o reflexión cuestionadora sobre su creencia
    3. Las palabras del líder populista son prácticamente dogmáticas para el seguidor
    4. Siempre encuentra justificación para el accionar corrupto o indebido de su líder político. El problema está en el otro que mira equivocadamente
    5. Todo lo que se opone o cuestiona la integridad moral y actitudinal del líder es considerado falso per se
    6. Canaliza sus frustraciones a través del odio y la agresión a los que piensan diferente
    7. Posee una pasión desmesurada y obsesiva que lo aleja de las demás personas incluso de su propia familia y amigos que piensan distinto
    8. No persiguen la verdad o la defensa de la misma, sino simplemente tener razón en sus argumentaciones
    9. Pierde su capacidad de pensar racional y objetivamente, toda su cosmovisión está trasvasada por lo que dice el líder populista
    10. Tiene espasmos paranoicos, todos están en contra del líder o dicen mentiras.

    Como cristianos tenemos la responsabilidad de participar activamente en defensa de la democracia de cada uno de nuestros países respetando a tal efecto los mecanismos de participación que aseguran nuestras Constituciones Nacionales; involucrarnos conforme a nuestro llamado en la participación política en aquellos partidos que nos brinden espacios, asegurándonos de tener la debida preparación y estar dispuestos a ser la levadura que leude desde adentro la masa; conocer a la perfección los tiempos en los cuales estamos y la contextualización del mismo y finalmente entender que nuestra responsabilidad es la de privilegiar a la persona antes que sus intereses partidistas, llevándolos paulatinamente al amor de Dios.

     

    [1] Dice Max Weber en su obra Economía y Sociedad: “Debe entenderse por "carisma" la cualidad, que pasa por extraordinaria (condicionada mágicamente en su origen, lo mismo si se trata de profetas que de hechiceros, árbitros, jefes de cacería o caudillos militares); de una personalidad, por cuya virtud se la considera en posesión de fuerzas sobrenaturales o sobrehumanas -o por lo menos específicamente extraordinarias y no asequibles a cualquier otro-, o como enviados del dios, o como ejemplar y, en consecuencia, como jefe, caudillo, guía o líder. El modo como habría de valorarse "objetivamente" la cualidad en cuestión, sea desde un punto de vista ético, estético u otro cualquiera, es cosa del todo indiferente en lo que atañe a nuestro concepto, pues lo que importa es cómo se valora” (Weber, 1964 p.193)

    [2] Fuente: Estudio realizado para The Guardian por el politólogo Kirk Hawkins, profesor de la Universidad Brigham Young.

    [3] Freidenberg, F. (2013). ¿Qué es el populismo? Enfoques de estudio y una nueva propuesta de definición como un estilo de liderazgo. Instituto de Iberoamérica, Universidad de Salamanca. En: Eric Dubesset y Lucía Majlatova. Eds. El populismo en Latinoamérica: teoría, historia y valores. Francia: Presses Universitairess de Bordeaux, 2012. ISBN 978-2-86781-828

    [4] Se conoce como dictum de Acton a una célebre frase acuñada por el historiador católico británico John Emerich Edward Dalkberg Acton, más conocido como Lord Acton en 1887. En su redacción original decía: “Power tends to corrupt, and absolute power corrupts absolutely”.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Con sentido - El cruce entre populismo y fanatismo religioso

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