Mirada integral, enfoque cristocéntrico, estrategia del Espíritu Santo

Principios eternos para transformación de ciudades. La iglesia primitiva impactó por un proceso de transformación social basado en el amor.

20 DE FEBRERO DE 2019 · 11:00

Kobu Agency, Unsplash,planificar, medir
Kobu Agency, Unsplash

Seguiremos analizando de qué manera la iglesia del primer siglo logró transformar el Imperio Romano anunciando y viviendo la luz del Evangelio. En esta parte nos detendremos en el proceso de transformación social realizado con base fundamental en el amor y la misericordia. A tal fin nos permitimos enumerar las restantes características que complementan la nota anterior.

En primer lugar, no había entre ellos ningún necesitado (profundo compromiso social). La embrionaria iglesia dio un valor fundamental a la ayuda de los más necesitados, al auxilio de los pobres, las viudas y los huérfanos y máxime cuando estos, pertenecían a la familia de la fe. Dice muy claramente la Palabra:

Todos los creyentes eran de un solo sentir y pensar. Nadie consideraba suya ninguna de sus posesiones, sino que las compartían. Los apóstoles, a su vez, con gran poder seguían dando testimonio de la resurrección del Señor Jesús. La gracia de Dios se derramaba abundantemente sobre todos ellos, pues no había ningún necesitado en la comunidad. Quienes poseían casas o terrenos los vendían, llevaban el dinero de las ventas y lo entregaban a los apóstoles para que se distribuyera a cada uno según su necesidad. José, un levita natural de Chipre, a quien los apóstoles llamaban Bernabé (que significa: Consolador), vendió un terreno que poseía, llevó el dinero y lo puso a disposición de los apóstoles (Hech. 4:32-37).

Ahora bien esta comunidad de bienes, no era compulsiva, ni obligatoria, los creyentes daban de lo suyo voluntariamente, simplemente por el amor que había en su comunidad.

Dice Ernesto Trenchard: “El Espíritu dio en abundancia su primer fruto de amor (ágape), que, durante esta época de plenitud, anulo el egoísmo, que es el principio contrario […]” (1993, p.153). Esto produjo que no haya entre los cristianos ningún necesitado que tuviera prescindencia de las cosas necesarias, esta actitud de amor dentro de la comunidad de fe despertó muy atractivamente la atención de los paganos, muchos de los cuales carecían de los elementos más esenciales.

Quizás para entender más adecuadamente lo que nos dice el libro de los Hechos debamos acudir a dos comentaristas bíblicos de prestigio:

La comunidad llena del Espíritu exhibió una notable unanimidad, que se expresaba hasta en la actitud hacia la propiedad privada […] Los apóstoles como dirigentes de la comunidad recibían las ofrendas de buena voluntad que se les traía […] Mientras hacían esto el poder de Dios demostrado con obras poderosas acompañaba la predicación de los apóstoles (Bruce, 1998, p.122).

He aquí un cuadro elocuente de la extraordinaria unidad de la comunidad cristiana primitiva. Los creyentes dan forma a una comunidad que es de un corazón y de una mente […] Nadie en la comunidad alegaba ser dueño de sus posesiones; el término ninguno subraya la unidad prevaleciente en la iglesia de Jerusalén […]

 Los apóstoles recomiendan el partir voluntariamente las posesiones, no la abolición del derecho de propiedad (Kistemaker, 1996, p.185-186).

No podemos dejar de reconocer las dificultades no solamente culturales sino económicas que esta comunidad de bienes y ayuda al necesitado a partir del desprendimiento voluntario y en amor, puede ocasionar para la mentalidad liberal y neoglobalizada actual.

Sin embargo, creo que debemos asumir como hijos de Dios nuestro compromiso ineludible de ayudar a los que más necesitan y fundamentalmente a los de la fe. Porque claramente dice San Juan: “Pero el que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano tener necesidad y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.” (I Jn. 3:17-18). Quizás valga la pena recordar que nuestra misión debe ser completa, integral, estar dirigida al hombre como unidad multidimensional y esto impone atender a cada una de las necesidades humanas.

En segundo lugar, cabe señalar que el compromiso no fue solamente puertas adentro, sino que por el contrario hubo un fuerte compromiso de acción frente a los problemas sociales dentro del imperio.

La iglesia primitiva jugó un papel fundamental en el proceso de transformación social, sentaron las bases de profundos cambios en temas tan complejos como la esclavitud, la discriminación de la mujer y la pobreza marginal.

La esclavitud era un verdadero mal en aquellos tiempos, pese a que culturalmente era aceptada mayoritariamente, lo más significativo no era el maltrato en sí, sino el preconcepto que adornaba fundamentalmente a las clases adineradas respecto a las bondades del régimen mencionado.

A los esclavos no se los consideraba personas, sino por el contrario para la mayoría de los pueblos antiguos (asirios, babilonios, griegos, espartanos, egipcios, romanos) eran asimilables al concepto de animales y de propiedad de una “cosa”. Platón al elaborar sus famosas Leyes (su segunda utopía) planeó la gestación de una civilización partiendo del trabajo de los esclavos, y exaltando tal concepto.

La sociedad antigua estaba estructurada en base a profundas y notorias distinciones entre diversas clases y razas. El cristianismo fue el primero en desarticular esta intrincada trama de diferencias y marginalidades.

Es Jesús quien por primera vez en el mundo antiguo no hizo distinción o diferencias de personas con motivo de sexo, posición social, raza o color. Es de hecho en el seno de la iglesia que se pronuncia: “Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos somos uno en Cristo Jesús” (Gal. 3:26-28).

Son realmente impactantes las palabras que escribe el apóstol de los gentiles a Filemón, amado colaborador suyo, respecto de Onésimo (esclavo otrora de Filemón que había escapado); Pablo señala que le predicó el Evangelio en la cárcel y conoció a Cristo, con lo cual da a entender que ya no es un esclavo; y le pide que por favor lo vuelva a recibir como si fuera él mismo, de hecho, señala que prefiere quedárselo con motivo de la obra.

Es también el apóstol Pablo quien en un contexto en el cual las mujeres eran consideradas “meros objetos” que reivindica la capacidad de las mujeres a las cuales equipara con los hombres no sólo en el servicio sino en sus derechos. En el pasaje ya citado de Gálatas, señala que ya no hay diferencias “entre hombres y mujeres”, en Cristo son iguales, tienen la misma potencialidad e idénticas posibilidades. Escribe el apóstol que los maridos deben amar a sus mujeres, dado que el que ama a su mujer a si mismo se ama (Ef. 5:28), es más deben amarlas como a sí mismos (Ef. 5:33), tal como Cristo amó a su iglesia y se entregó por ella.

En síntesis, cuando analizamos el proceso de transformación social que llevó a cabo la iglesia primitiva en toda la geografía del Imperio Romano, veremos que fue fundamental el basamento que tuvieron en el amor y la misericordia.

Encarnaron el amor de Dios y amaron hasta el sacrificio; fueron instrumentos útiles en las manos de Dios para hacer milagros y señales de todo tipo y por doquier; no había entre los discípulos ningún necesitado y esa dádiva la extendieron incluso fuera de las puertas de la iglesia particularmente en la atención de las viudas, los huérfanos y los pobres, y finalmente, se comprometieron con los problemas sociales imperantes en su época, no se conformaron con tener el fuego dentro, sino que llevaron el fuego fuera de la iglesia.

Estamos en un contexto altamente complejo, después de décadas de ostracismo la iglesia está volviendo a tener protagonismo social y político, los viejos enemigos (ahora con ropaje nuevo) siguen confrontando contra Dios y su iglesia, es menester que sigamos guiándonos por los principios eternos que Dios estableció en su Palabra.

Amando hasta el sacrificio, encarnando genuinamente los valores del Reino, es necesario que sigamos siendo instrumentos que faciliten el obrar sorprendente de Dios en medio de nuestras comunidades, que ayudemos al necesitado y por sobre todas las cosas nos comprometamos con las cuestiones que hoy preocupan a las personas.

Es loable y necesario defender la familia, el matrimonio y luchar contra la ideología de género que busca quitar la autonomía y la libertad de las personas mediante la erradicación de Dios de la sociedad, sin embargo, esto no alcanza para la transformación social, debemos adentrarnos en temas tales como la economía, la política internacional y nacional, los temas de educación, previsión social, medio ambiente, energía y desarrollo humano.

La mirada debe ser integral, el enfoque cristocéntrico y la estrategia la que el Espíritu Santo nos dé como cuerpo de Cristo conforme sus principios eternos. Todo lo demás es cosmética.

 

Bibliografía:

E. Trenchard. (1993). Los hechos de los apóstoles. USA. Editorial Portavoz.

F.F. Bruce. (1998). Hechos de los apóstoles. USA. Grand Rapids.

S. Kistemaker (1996). Comentario al Nuevo Testamento – Hechos. USA. Libros Desafío 1996, pp. 185-186.

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