Religiones orientales: un ‘Jesús’ y muchos ‘cristos’

Cristo sería más que la persona de Jesús; un principio iluminador que se manifiesta a través de muchas personas o “avatares”.

    12 DE DICIEMBRE DE 2021 · 08:00

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    Diversas representaciones de la imagen de Jesús

    Es mucho más fácil atacar y criticar a la iglesia que a Jesucristo, su fundador. Por eso, la estrategia de los opositores del evangelio es tratar de ponerlo de su lado construyendo un Jesús diferente al de los cuatro evangelios, hecho a la medida de sus gustos y preferencias. Históricamente las fuentes más serias de estas distorsiones son las siguientes, que estamos viendo en sucesivas semanas:

    Últimamente, además de la separación que mencionábamos la semana anterior sobre los teólogos que hacen distinción entre el llamado “Jesús histórico” y el “Cristo de la fe”, algunos de estos teólogos se han inventado otra separación.

    En su intento por ser lo más incluyentes posibles –porque hoy la “inclusión” es el santo grial del pensamiento políticamente correcto− haciéndole así cuestionables concesiones a las demás religiones, en especial a las religiones del Lejano Oriente, afirman que los reclamos de exclusividad que la iglesia lleva haciendo desde hace 2000 años a favor de Jesucristo, excluyendo de paso a las demás religiones en el proceso, tiene que ver tan sólo con lo que concierne a Jesús, pues lo que concierne a Cristo es otro asunto que se manifiesta también a través de la iluminación obtenida en las demás religiones.

    Es decir interpretan que una cosa es Jesús y otra cosa es Cristo. Separan a Jesús de Cristo, como separaron en su momento al “Jesús histórico” del “Cristo de la fe”.

    Cristo sería, pues, más que la persona de Jesús; un principio iluminador susceptible de manifestarse a través de muchas personas o “avatares” ─término que en la religión hindú indica a un espíritu superior que ocupa un cuerpo terrenal y, como tal, sería una manifestación de la divinidad en la Tierra─ presentes dentro de toda la gama de religiones de la humanidad a lo largo de la historia, de donde podría hablarse, entonces, de un paradójico y contradictorio Cristo “no cristiano”, algo tan descabellado y absurdo que, si no fuera por la seriedad y seguridad con la se proclama, no sería más que un motivo de risa y nada más.

    Así lo dice con desparpajo y sin pena alguna un teólogo liberal jesuita como Leandro Sequeiros: “Se explica que el carácter preponderantemente “no cristiano” de Cristo haya llegado a ser… determinante… Eso no plantea ningún problema, si se mantiene la creencia… de que… no todo lo referente a Cristo debe pertenecer a Jesús”.

    Ahí lo tienen: según estos incluyentes simpatizantes de las religiones orientales, no todo lo referente a Cristo pertenece a Jesús. Pero la Biblia no da pie a estas separaciones, puesto que en ella todo lo referente a Cristo pertenece a Jesús con exclusividad y viceversa, de donde no se trata tan solo de “Jesús… el Cristo”, como lo identifican en ocasiones algunos pasajes del evangelio, pues Cristo, más que un nombre, es el título que Jesús ostenta con exclusividad y es la palabra griega que corresponde a la hebrea Mesías o a la palabra Ungido en el castellano.

    Por eso cuando en la Biblia encontramos la expresión “Jesús… el Cristo” significa simplemente Jesús el Mesías, o Jesús el Ungido de Dios. El Ungido y no un Ungido. Es decir no uno entre muchos, como lo pretenden arbitrariamente personajes como Sequeiros al separar a Jesús de Cristo, sino el Único

    Por eso es que también en la Biblia se habla de “Cristo Jesús”, o mejor aún, de “Jesucristo”, a secas, puesto que: “… la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo” (Juan 1:17), así, sin separaciones.

    Concluyo con esta conocida y contundente reflexión y razonamiento estrictamente lógico hecho por el apologista cristiano del siglo XX C.S. Lewis en su libro Mero Cristianismo: “Estoy intentando con esto prevenir el que alguien diga esa majadería que a menudo se dice de Él: ‘Estoy dispuesto a aceptar a Jesús como un gran maestro de moral, pero no acepto su pretensión de ser Dios’. Eso es precisamente lo que no debemos decir… Tienen que elegir: o ese hombre era, y es, el Hijo de Dios; o un loco, o algo peor… Pero no vengamos con tonterías condescendientes acerca de que Él era un gran maestro humano. No nos dejó abierta esa posibilidad”.

    Así, pues, quien afirma que Cristo fue un gran hombre y nada más no sabe lo que dice y no ha entendido para nada ni su vida ni sus consecuentes pretensiones legítimas sobre los seres humanos. Pretensiones que no aceptan compromisos a medias.

    Porque el cristiano no es sólo el que reconoce en Cristo al más grande hombre que ha pisado la tierra, sino el que dobla su rodilla ante Él: “Está escrito: «Tan cierto como que yo vivo -dice el Señor-, ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua confesará a Dios.»” (Romanos 14:11). Como lo entendió bien el propio Nietzsche: “Si abandonas a Cristo, tienes que abandonar también a Dios”. No hay términos medios.

    Además, desde la perspectiva de la investigación histórica seria, no hay manera de poner en entredicho el retrato clásico que los cuatro evangelios canónicos nos brindan del Señor Jesucristo, para proponer todas estas novedosas, imaginativas y ficticias versiones alternas de un “Jesús diferente” que le niegan al Señor su divinidad y se refieren a su humanidad en formas tan variadas como las recogidas sintéticamente por Lee Strobel con estas palabras: “Se ha dicho que Jesús era un intelectual… un cínico mediterráneo… un feminista andrógino… un inteligente farsante mesiánico; un mago homosexual… un revolucionario… un maestro de judaísmo Zen”, terminando por referirse así a estas peregrinas teorías: “A lo largo de la Historia, aquellos que han investigado a Jesús han descubierto, a menudo, exactamente a quien querían encontrar”. Es decir, a un voluble Jesús hecho a su imagen y semejanza. Pero el Jesús verdadero de los Evangelios permanece en pie desenmascarando estas falsificaciones, puesto que: “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8).

     

     

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - Religiones orientales: un ‘Jesús’ y muchos ‘cristos’

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