El Enemigo que es mi mejor Amigo

Cristo manifestó por nosotros un amor tan grande como el que se requiere para dar su vida cuando éramos enemigos de su causa.

27 DE ABRIL DE 2023 · 08:00

Roman Odintsov, Pexels,caravana amigos
Roman Odintsov, Pexels

Decía Arthur Van Schendel que: “La  única amistad que vale es la que nace sin motivos”. En efecto, uno de los rasgos más característicos de la amistad verdadera es que sea desinteresada e incondicional.

Esto no significa que la amistad no espere ser apreciada y correspondida, sino que no haya en ella motivos o intenciones ocultas. Sin embargo, no es propio de la naturaleza humana considerar y tratar a los enemigos como amigos.

Por eso debería asombrarnos y conmovernos hasta la médula lo hecho por Cristo a nuestro favor, pues a pesar de que, contrario a la manera ligera en que muchos lo ven, lo cierto es que, por causa del pecado, todos los seres humanos éramos literalmente sus enemigos, como lo puntualiza bien el apóstol: “Porque si, cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, habiendo sido reconciliados, seremos salvados por su vida!” (Romanos 5:10); y lo reitera luego sin lugar a equívocos: En otro tiempo ustedes, por su actitud y sus malas acciones, estaban alejados de Dios y eran sus enemigos” (Colosenses 1:21).

De ahí que sea verdaderamente conmovedor que nos haya tratado como a amigos: “derribando mediante su sacrificio el muro de enemistad que nos separaba… para reconciliar con Dios a ambos… mediante la cruz, por la que dio muerte a la enemistad” (Efesios 2:14-16).

No se trata entonces tan sólo de que Cristo haya manifestado por nosotros un amor tan grande como el que se requiere para “dar la vida por sus amigos” (Juan 15:13), sino que lo hizo así, tratándonos como a amigos, cuando éramos, por el contrario, enemigos de su causa, lo cual hace todavía más extraordinario su sacrificio, ya que “Difícilmente habrá quien muera por un justo… Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:7-8).

Es sintomático que Cristo haya llamado “amigo” a Judas, a sabiendas de su inminente traición: “Jesús le dijo:  Amigo, lo que has venido a hacer, hazlo ya. Entonces se abalanzaron sobre Jesús y, echándole mano, lo apresaron” (Mateo 26:50 BLPH), y que haya sido señalado y reconocido como “amigo de pecadores”, que era el núcleo de verdad que se hallaba en las calumnias de las que fue víctima por parte de sus opositores: “Luego ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen que es glotón y bebedor, amigo de gente de mala fama y de los que cobran impuestos para Roma…” (Mateo 11:19 DHH); “El Hijo del Hombre, por su parte, festeja y bebe, y ustedes dicen: ‘Es un glotón y un borracho, ¡y es amigo de cobradores de impuestos y de otros pecadores!’” (Lucas 7:34 NTV).

Y es en virtud de este insólito y excepcional acto de amor que los cristianos podemos ser considerados también, finalmente, amigos de Dios, como Él mismo lo estableció: “Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando” (Juan 15:14), ostentando este calificativo al lado del propio Abraham: “«Pero tú, Israel, siervo Mío, Jacob, a quien he escogido, Descendiente de Abraham, Mi amigo” (Isaías 41:8); algo que, a semejanza suya, podemos alcanzar en virtud de la fe en Cristo de la que Abraham fue pionero: “Así se cumplió la Escritura que dice: «Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia», y fue llamado amigo de Dios” (Santiago 2:23), y llegando a contar, entonces, en Cristo, no sólo con un Salvador y Redentor, lo cual sería ya más de lo que mereceríamos; sino también con un amigo y hermano que nos ama en todo tiempo y nos ayuda en la adversidad y que: “… Por esa razón, Jesús no se avergüenza de llamarlos sus hermanos” (Hebreos 2:11 NTV); convirtiéndose así en Quien llena a cabalidad el molde que Él mismo estableció en Su Palabra: “El verdadero amigo siempre ama, y en tiempos de necesidad es como un hermano” (Proverbios 17:17 NBV).

Adicionalmente, a semejanza de lo hecho por Job por sus propios amigos al interceder por ellos: “Y el Señor restauró el bienestar de Job cuando este oró por sus amigos; y el Señor aumentó al doble todo lo que Job había poseído” (Job 42:10 LBLA); este patriarca tipificó la intercesión continua que Cristo lleva a cabo siempre por nosotros, sus amigos, permitiéndonos descansar con Pablo en el hecho de que: “¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros” (Romanos 8:34); y que, como tal: “Jesús puede salvar para siempre a los que, por medio de él, quieren ser amigos de Dios. Pues vive eternamente, y siempre está pidiendo a Dios por ellos” (Hebreos 7:25 TLA).

Así, pues, en virtud de la amistad que Dios nos ofrece en Cristo, Él no es cualquier amigo, ya que, como lo dice Proverbios: “Con ciertos amigos, no hacen falta enemigos…” sino el amigo por excelencia, más fiel incluso que los  hermanos de sangre, como lo concluye también Proverbios: “… pero hay otros amigos que valen más que un hermano” (Proverbios 18:24 TLA), dándonos la siguiente garantía al respecto: “Si somos infieles, él permanece fiel, pues él no puede negar quién es” (2 Timoteo 2:13 NTV), y proveyéndonos también en sí mismo del más palmario ejemplo de que la mejor forma de eliminar a los enemigos es convirtiéndolos en amigos, como nos invita también a hacerlo con toda la autoridad moral del caso: “»Pero a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los maltratan… »¿Qué mérito tienen ustedes al amar a quienes los aman?” (Lucas 6:27-28, 32); “No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos. Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos… «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás que se avergüence de su conducta»” (Romanos 12:17-18, 20), remarcando a la luz de todo este cuadro esta maravillosa revelación: “ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes…” (Juan 15:15).

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - El Enemigo que es mi mejor Amigo