Como estrellas en el firmamento
El cristiano nace con grandeza, que a la vez le es impuesta, debiendo esforzarse también por alcanzarla.
03 DE AGOSTO DE 2023 · 08:00

La conversión nos da una grandeza que es -al mismo tiempo- impuesta, por lo que debemos también esforzarnos por lograrla.
Shakespeare decía: “No temáis la grandeza. Unos nacen con grandeza, otros la alcanzan y a otros les es impuesta”.
En este orden de ideas, los creyentes, en virtud del nuevo nacimiento que experimentan asociado a la conversión, nacen con una inherente grandeza potencial, en la medida en que este nuevo nacimiento implica a la postre llegar a tener parte en la naturaleza divina.
Este privilegio, a su vez, le impone el deber de actuar con grandeza en los tiempos que le han tocado en suerte, y se encuentra, entonces, obligado a actuar de una manera que esté siempre a la altura de su condición y circunstancias.
Y es debido a ello que, paradójicamente, aun poseyéndola ya por derecho de nacimiento, debe trabajar para alcanzarla día a día por medio de un comportamiento caracterizado por la virtud y la excelencia en sus actuaciones.
Por eso, el cristiano nace con grandeza, pero al mismo tiempo le es impuesta, debiendo esforzarse también por alcanzarla.
Y debemos recordar que, como dijo el Señor, desde la perspectiva del reino de Dios, la grandeza se obtiene en dirección inversa a la manera en que el mundo la concibe, pues: “… el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor” (Mateo 20:26).
Es por eso que Dios se dirige a su Iglesia de esta manera, con palabras que, a pesar de la grandeza que reflejan, parecen, sin embargo, caerse de su peso para los creyentes en Cristo: “para que sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento” (Filipenses 2:15)
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - Como estrellas en el firmamento