Profecías cumplidas en el nacimiento de Jesús
Su genealogía, concepción virginal, lugar de nacimiento, la matanza de niños, la huida a Egipto.
20 DE OCTUBRE DE 2024 · 08:00

Profecías mesiánicas (3)
La pasada semana comentamos el pasaje bíblico conocido como “protoevangelio” en Génesis 3:15: “Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le herirás el talón”.
Como explicamos, muchos afirman ver aquí el primer anuncio mesiánico de la Biblia, una alusión exclusiva a Cristo, el único ser humano que, en virtud de su nacimiento virginal, debe su existencia únicamente a la simiente o “semilla” (es decir, óvulo) de la mujer sin participación de la “semilla” (es decir, semen) del varón.
Pero ante quienes alegan que se trata de un texto vago o difuso, vamos a ir a detalles concretos que muestran la exactitud de esta profecía.
Y podemos ver que el alcance de esta profecía se va estrechando al considerar que el mesías por medio del cual serían “… bendecidas todas las familias de la tierra” (Génesis 18:18) debía provenir de la descendencia de Abraham, más exactamente de su nieto Jacob que da nombre a la nación de Israel: “Lo veo, pero no ahora; lo contemplo, pero no de cerca. Una estrella saldrá de Jacob; un cetro surgirá en Israel…” (Números 24:17).
Y de manera más precisa, de la tribu de Judá, pues: “El cetro no se apartará de Judá, ni de entre sus pies el bastón de mando, hasta que llegue el verdadero rey, quien merece la obediencia de los pueblos” (Génesis 49:10).
Dentro de la tribu de Judá, es la familia de Isaí, padre del rey David, la descendencia real de la que surgiría el mesías: “Del tronco de Isaí brotará un retoño; un renuevo nacerá de sus raíces. El Espíritu del Señor reposará sobre él…” (Isaías 11:1).
Cristo reúne todas estas condiciones, por supuesto, pero esto no lo identifica todavía a Él con exclusividad como el mesías, para lo cual debemos recurrir a profecías más específicas y detalladas.
Entre estas encontramos su lugar de nacimiento: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña entre los clanes de Judá, de ti saldrá el que gobernará a Israel…” (Miqueas 5:2).
Esta profecía se cumplió contra todo pronóstico, pues para la época de su nacimiento, José y María, los padres del Señor Jesucristo, estaban radicados en Nazaret y no en su Belén natal y la circunstancia que los llevó a desplazarse brevemente a Belén fue el primer censo llevado a cabo por el gobernador romano Cirenio, como lo narra Lucas en su evangelio, algo que ni el Señor Jesucristo ni sus padres pudieron prever ni llevar a cabo de manera premeditada por iniciativa propia, sino en contra de su voluntad, obligados por el decreto romano que establecía que todos fueran censados en su lugar de origen.
Y por supuesto, tampoco estaba en su voluntad el cumplimiento de la profecía de Isaías acerca de su nacimiento virginal: “Por eso, el Señor mismo les dará una señal: La virgen concebirá y dará a luz un hijo y lo llamará Emanuel” (Isaías 7:14), de cuyo cumplimiento da cuenta así el evangelio de Mateo: “El nacimiento de Jesucristo fue así: Su madre, María, estaba comprometida para casarse con José; pero, antes de unirse a él, resultó que estaba embarazada por el poder del Espíritu Santo… Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: «La virgen concebirá y dará a luz un hijo y lo llamarán Emanuel» (que significa «Dios con nosotros»)” (Mateo 1:18, 22-23).
Tampoco podrían prever sus padres que, tras su nacimiento, tuvieron que huir de Judea, en donde la vida de Cristo estaría en riesgo, pues el cruel y paranoico rey Herodes buscaba intensamente al niño para matarlo, por lo que, en obediencia a Dios, decidieron huir por un tiempo y establecerse brevemente en Egipto: “Cuando ya se habían ido, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo». Así que se levantó cuando todavía era de noche, tomó al niño y a su madre y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. De este modo se cumplió lo que el Señor había dicho por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo»” (Mateo 2:13-15).
Profecía que hallamos en Oseas 11:1: “Desde que Israel era niño, yo lo amé. De Egipto llamé a mi hijo”. Valga decir que la matanza de los inocentes, como se conoce a la masacre de niños de 2 años o menos llevada a cabo en Belén y sus alrededores por Herodes para tratar de eliminar al niño Jesús, también fue profetizada por el profeta Jeremías.
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Este artículo forma parte de la serie sobre "Profecías mesiánicas":
1.- El testimonio profético cumplido en Cristo
2.- El ‘protoevangelio’ ¿la primera profecía sobre Jesús?
3.- Profecías cumplidas en el nacimiento de Jesús
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - Profecías cumplidas en el nacimiento de Jesús