La tumba vacía
Es incontrovertible y reconocido por todos que Cristo murió y fue sepultado. Solo queda explicar por qué su tumba estaba vacía.
06 DE ABRIL DE 2025 · 08:00

La resurrección de Cristo (2)
En el primer artículo de esta serie avanzamos que los hechos más relevantes y que exigen mayor consideración involucrados en la resurrección son siguientes tres. Estableceremos cada uno de ellos de manera independiente, acudiendo a fuentes y tradiciones tempranas diferentes e independientes entre sí, e incluso hostiles al cristianismo, como lo sería el Consejo de gobierno judío. En concreto son:
- La tumba vacía.
- Las apariciones de Cristo resucitado
- La predicación apostólica de la resurrección
De estos tres aspectos hablaremos en primer lugar de la tumba vacía. Ahora bien, la tumba vacía no significaría nada si no se puede atestiguar con seguridad la muerte y sepultura de Cristo en ella, un hecho que también se encuentra establecido por la narración independiente pero, sin embargo, coincidente de los cuatro evangelios.
Dado que el análisis de la independencia de las fuentes entre sí nos introduce por en aspectos técnicos de la historia y de la crítica textual, en el acercamiento divulgativo a este tema emprendido en esta serie nos limitaremos a afirmar que, al igual que existe casi un consenso académico sobre la confiablidad histórica de los evangelios y los demás escritos del Nuevo Testamento, así también lo hay en cuanto a la independencia de las fuentes, hechos ambos que se refuerzan mutuamente.
Así, dados los hechos incontrovertibles y reconocidos por todos de que Cristo murió y fue sepultado, junto con el hallazgo posterior de la tumba vacía, queda por explicar la razón de por qué se hallaba vacía.
Los detractores de la resurrección proponen las siguientes hipótesis para hacerlo.
1.- La hipótesis de la conspiración.
Es decir que los discípulos, como lo señaló el Consejo de gobierno judío, conspiraron para robarse el cuerpo y así hacer creer a todos que Cristo había resucitado. Esta hipótesis, además de ser altamente inverosímil con arreglo a los hechos conocidos y establecidos, está lejos de encajar en ellos ni mucho menos explicarlos. Por ejemplo, es destacable la cobardía mostrada por los discípulos y los temores que los invadieron luego del arresto de Cristo; a lo que se añade el emplazamiento de una intimidante guardia romana en el sepulcro justamente para evitar que sucediera lo que los judíos dijeron que había sucedido.
Esto sin mencionar el sello romano puesto a la entrada de la tumba, cuya rotura era una transgresión muy seria.
Además, esta hipótesis falla garrafalmente en que, como lo señala William Lane Craig: “Uno no puede negar de manera plausible que los primeros discípulos al menos creyeron sinceramente que Jesús había resucitado de entre los muertos, una convicción en la que se habían jugado la vida… La transformación en la vida de los discípulos no se explica de manera creíble por la hipótesis de una conspiración. Esta sola deficiencia ha sido suficiente en la mente de la mayoría de los estudiosos para hundir la antigua Hipótesis de Conspiración… ningún erudito defendería la Hipótesis de Conspiración hoy”.
No vale, pues, la pena dedicar más esfuerzo a refutar una teoría que, desde que el Sanedrín judío la propuso de manera desesperada y claramente irreflexiva, no ha aguantado ningún escrutinio serio y detallado.
2.- La hipótesis de la muerte aparente.
Se basa en la afirmación de que Cristo en realidad no murió, sino que su muerte fue aparente. Según esta idea su resurrección tampoco tuvo lugar, pues para experimentar la resurrección se requiere haber muerto primero.
Ahora bien, esta muerte aparente podría, en gracia de discusión, haber sucedido debido a dos causas diferentes: En primer lugar, a que fue planificado así por el Señor Jesucristo y sus discípulos, lo cual nos devuelve a la hipótesis de conspiración y hace que la hipótesis de la muerte aparente colapse de inmediato por las mismas razones que la hipótesis de conspiración. Añadiendo, además, dificultades adicionales a esta hipótesis ya desmentida que la harían todavía más inverosímil.
O podría haber sucedido también porque al final los verdugos no hicieron bien su trabajo y fueron engañados creyendo que Cristo ya había muerto, cuando en realidad no habría sido así, sino que habría caído en una especie de estado cataléptico de muerte aparente del que habría despertado luego en la tumba.
Esta hipótesis tiene que enfrentarse al hecho de que la muerte de Cristo no está atestiguada únicamente por las tradiciones y fuentes independientes que entraron en la conformación de los evangelios. A lo que se deben añadir la mayoría de las fuentes históricas de la época, debidas a historiadores paganos de la órbita del pensamiento grecorromano e incluso del contexto judío, hostil al cristianismo, como lo es el Talmud (pues la hipótesis de la conspiración divulgada por los judíos gira alrededor de que los discípulos habrían robado su cadáver y nunca alrededor de que Cristo no habría muerto en realidad). Así que, si esta hipótesis fuera cierta, todos habrían sido engañados mediante ella, algo contrario a todas las evidencias conocidas al respecto.
Además, si Cristo no hubiera muerto en realidad y hubiera podido volver en sí dentro de la tumba, lo habría hecho en un estado tan lastimoso que ni siquiera hubiera podido salir de ella por su propia cuenta. Y menos convencer a quienes lo observaran que había experimentado una resurrección gloriosa como aquella de la que dan cuenta los testigos.
Volver en sí en condiciones tan lamentables luego de ser sepultado y dado por muerto no habría dado lugar a la fe de los discípulos en la resurrección.
Pero más allá de estas consideraciones hipotéticas, el hecho contundente es que, como lo dice una vez más William Lane Craig: “El alcance de las torturas de Jesús fue tal que nunca pudo haber sobrevivido a la crucifixión y el entierro. La sugerencia de que un hombre tan gravemente herido se apareció a los discípulos en varias ocasiones en Jerusalén y Galilea es pura fantasía”. Esto sin mencionar que los soldados romanos, curtidos en el arte de la guerra y familiarizados como los que más con la muerte en general y con la muerte por crucifixión en particular, sabían bien que un crucificado tarda en morir hasta tres días y acostumbraban acelerar la muerte, para concluir más rápido su trabajo de verdugos, quebrando las piernas del crucificado a la altura de las espinillas, algo que no consideraron necesario hacer con Cristo debido a que, justamente, murió muy rápido y para estar más seguros todavía le clavaron una lanza en el costado.
3.- La hipótesis de la tumba incorrecta.
Una hipótesis que sólo tiene aquí valor anecdótico, pues fue descartada casi desde el mismo momento en que fue propuesta por todas sus inconsistencias y su elevado carácter ad hoc, es decir porque fue concebida precisamente para explicar las conclusiones a las que se quiere llegar, sin tomar en cuenta la evidencia en su totalidad con la seriedad que lo amerita. Lake, su proponente inicial, presume que, no sólo las mujeres se equivocaron al ir a la tumba incorrecta, sino que todos después de ellas también lo hicieron y no tiene en cuenta muchos datos importantes de la narración como el anuncio del ángel a las mujeres en la tumba ni mucho menos la explicación de los judíos, que indudablemente sabían la ubicación correcta de la tumba, pues ordenaron apostar una guardia romana frente a ella, informando luego para explicar la tumba vacía que el cuerpo había sido robado por sus discípulos, pues si la tumba vacía era una tumba incorrecta o equivocada, únicamente les habría bastado para desmentirlos mostrar la tumba correcta y el cuerpo muerto de Cristo aún dentro de ella.
Algunas variantes de esta hipótesis son la hipótesis de la tumba desconocida o la del cuerpo desplazado a otra tumba, presuntamente por las autoridades en acuerdo con José de Arimatea, el dueño de la tumba original, antes del domingo de pascua. Más allá de su carácter cada vez más ad hoc y del hecho de que sus aspectos inverosímiles rayan ya lo descabellado, lo cierto es que todas estas hipótesis fallan de entrada por lo señalado por William Lane Craig en el sentido que: “las primeras disputas judías/cristianas sobre la resurrección no se debieron a la ubicación de la tumba de Jesús ni a la identidad del cadáver, sino al motivo por el cual la tumba estaba vacía”. Lo cual, por sí sólo, deja sin piso todas estas hipótesis y las deja expuestas como hipótesis peregrinas y anacrónicas, claramente ad hoc.
---------------------------------
Serie sobre “La resurrección de Cristo”
1.- Ante la resurrección de Cristo
2.- La tumba vacía
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - La tumba vacía