La Biblia y la depresión

El mismo Señor Jesús no fue ajeno a este mal.

09 DE AGOSTO DE 2024 · 08:00

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Sixteen Miles Out, Unsplash

La depresión es una de las enfermedades más extendidas sobre todo en estos tiempos modernos, pero sin embargo ya era conocida en los tiempos bíblicos.

En el Salmo 38:6 el rey David exclama: “Estoy encorvado y abatido en gran manera y ando sombrío todo el día”.

En la segunda carta del apóstol Pablo a los hermanos de la iglesia de Corinto les amonesta diciendo: “Pero Dios, que consuela a los deprimidos, nos consoló con la llegada de Tito”.

Tal vez entre los paladines de la Biblia sean tres los más conocidos: el rey Saúl al que solo consolaba la música que tocaba David en su arpa; el profeta Jeremías muy conocido por sus “lamentaciones” y Elías cuando estaba escondido en una cueva por temor a la reina Jezabel.

El libro de los Proverbios da varios consejos para los deprimidos: “El corazón gozoso alegra el rostro, pero en la tristeza del corazón se quebranta el espíritu” (15:13). En ese mismo libro en 31:6 “Dad bebida fuerte al que está pereciendo, y vino a los amargados de alma”. Y en 17:22 dice que “El corazón alegre es buena medicina, pero el espíritu quebrantado seca los huesos”.

Y el salmista que solía caer en momentos de honda depresión, en el Salmo 42:6 ruega: “Dios mío, mi alma está deprimida, por eso me acuerdo de ti desde la tierra del Jordán y desde las cumbres del Hermón, desde el monte Mizar”. Y reconocía que su espíritu “desfallecía” pidiendo que Dios no esconda su rostro para que no llegue a ser como los que descienden a la sepultura, tal era su estado de ánimo, a pesar de tenerlo todo.

En el libro del profeta Nehemías se define a la depresión como una enfermedad del alma. En 2:2 podemos leer: “Y el rey me dijo: ¿Por qué está triste tu rostro? Tú no estás enfermo; eso no es más que tristeza de corazón”.

Decíamos que el rey Saúl era un gran deprimido y lo podemos apreciar en el siguiente texto de 1 de Samuel 16:23: “Sucedía que cuando el espíritu malo de parte de Dios venía a Saúl, David tomaba el arpa, la tocaba con su mano, y Saúl se calmaba y se ponía bien, y el espíritu malo se apartaba de él”.

El mismo Señor Jesús no fue ajeno a este mal. En el evangelio según San Mateo dice que “Y tomando consigo a Pedro y a los os hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse”.

Pero el amor y la misericordia de Dios son muy grandes y en momentos de gran angustia y aflicción nos toma en sus brazos y nos conforta. Así lo creía el rey David: “Tú que me has hecho ver muchas angustias y aflicciones, me volverás a dar vida, y me levantarás de nuevo de las profundidades de la tierra”.

El evangelio de Cristo aún en los momentos más tristes nos puede hacer muy feliz.

El doctor y académico evangélico Gonzalo Báez Camargo, quien fuera mi amigo dejó un hermoso poema en ese sentido:

RETORNO: Voy a seguir tus huellas, / Jesús, definitivamente. / Sólo beberé el agua de tu fuente. / Sólo amaré el fulgor de tus estrellas / y hacia tu faz afirmaré la frente. / ¡Cuán pavorosa la aventura / de mi triste desvío! / Mis flores eran cardos, la amargura / de las aguas de Mara mi dulzura, / mi luz la sombra y mi calor el frío… / Más torno a Ti, Jesús, hermano mío / y hoy sí tendrá mi ruta nuevamente / olor de nardos y brillar de estrellas. / Porque definitivamente / voy a seguir tus huellas.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Desde Valcheta - La Biblia y la depresión