Señor, me has mirado a los ojos
Sonriendo, has dicho mi nombre; en la arena he dejado mi barca, junto a Ti buscaré otro mar.
17 DE JULIO DE 2024 · 08:00

Nadie pudo salir igual tras la mirada del Señor Jesús. Era más expresiva que mil palabras y cambiada en un segundo la vida de hombres y mujeres.
Esa mirada de amor y misericordia se evidencia en el evangelio de Mateo 9,9-13. Dice la Biblia que al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.
Y ese es el mayor milagro: Jesús, como a Mateo, nos ve.
Uno de los pasajes más hermosos y conmovedores de toda la Biblia se encuentra en el evangelio de Juan 1,43-51 y vale la pena reproducirlos:
El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme. Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve. Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dio de él: He aquí un verdadero israelita, en quién no hay engaño. Le dijo Natanael ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara debajo de la higuera te vi. Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tu eres el Hijo de Dios; tú eres el rey de Israel. Respondió Jesús y le dijo ¿Porque te dije: te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores verás. Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí en adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.
Un hermoso poema me conmueve profundamente: “Señor, me has mirado a los ojos”. Su letra dice: Tú has venido a la orilla / no has buscado / ni a sabios, ni a ricos / tan sólo quieres que yo te siga. / Señor, me has mirado a los ojos / sonriendo, has dicho mi nombre / en la arena he dejado mi barca / junto a Ti buscaré otro mar. / Tú, sabes bien lo que tengo / en mi barca / no hay oro ni espada / tan sólo redes y mi trabajo. / Tú, necesitas mis manos / mi cansancio / que a otros descanse / Amor que quiera seguir amando. / Tú, pescador de otros mares / ansia eterna / de almas que esperan / amigo bueno, que así te llaman.
Hace ya más de 60 años que en la ciudad de Bahía Blanca en una pequeña iglesia el Señor me miró y desde aquel tiempo he tratado de caminar siguiendo sus pasos.
El Señor, según los evangelios, siempre miró a los suyos con amor y con misericordia. Nunca salió de sus labios un reproche ni una palabra de reprobación.
Po esa mirada de Jesús, siempre con gozo canto: Y en tinieblas y en error; / Más la mano de mi Cristo / me tocó, y salvo yo soy. Me ha tocado, sí, me ha tocado / y ahora sé que el Salvador / sana, salva, viene por mí / me ha tocado, Cristo el Señor. Desde que encontré Al Maestro, / desde que escuché su voz / nunca dejaré de alabarte / hasta que Él regrese otra vez.
Porque una mirada de fe puede salvar al pecador.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Desde Valcheta - Señor, me has mirado a los ojos