Vulnerar un derecho es vulnerarlos todos

Aun los que apoyaban el apartheid eran víctimas del cruel sistema que ellos mismos habían implementado.

    10 DE DICIEMBRE DE 2022 · 08:00

    Tom Wilson, Unsplash,dominó
    Tom Wilson, Unsplash

    10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos

    La Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948, ha servido como modelo para el desarrollo de protección de los derechos humanos, ideal común para todos los pueblos y naciones del mundo.

    “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, señala la Declaración, para agregar: “toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en la Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”.[i]

    Pero pese a que todos los seres humanos compartimos el deseo de vivir libres de violencia y de discriminación, la historia de la humanidad nos recuerda las atrocidades vividas por el sistema racista del apartheid, régimen de estricta segregación y discriminación racial que imperó en Sudáfrica entre los años 1948 y 1993[ii], que propició múltiples violaciones de los derechos humanos.

    Mucha de esa violencia pudo conocerse a través de los relatos de más de veinte mil personas que declararon ante la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, organismo creado para investigar los crímenes cometidos durante el apartheid, presidencia del organismo a cargo del arzobispo Desmond Tutu, quien fuera nombrado por Nelson Mandela para ocupar ese cargo.

    Desmond Tutu, pastor anglicano, que en 1984 ganara el premio Nobel de la Paz por su labor para poner fin al apartheid en Sudáfrica, fue elegido arzobispo de Ciudad del Cabo en 1986, la posición de más alto rango de la iglesia anglicana de Sudáfrica y en 2009 recibió la Medalla Presidencial de la Libertad de los Estados Unidos, el mayor honor civil que ese país otorga.

    Una manera de entender lo trascendente que fue para Tutu el proceso de reconciliación en Sudáfrica se encuentra en sus propias palabras, vertidas en sus memorias bajo el título “Sin perdón no hay futuro”, que tuve el privilegio de traducir en el año 2012:

    “En realidad, de alguna manera hasta podríamos añadir que aun los que apoyaban el apartheid con tanto entusiasmo eran víctimas del cruel sistema que ellos mismos habían implementado. Este no es un ejemplo para la ética del indiferentismo. Fluye de nuestro concepto fundamental de Ubuntu. Nuestra humanidad estaba entrelazada. La humanidad del autor material de las atrocidades del apartheid estaba atrapada y atada a la de su víctima, le gustase o no. En el proceso de deshumanizar al otro, de causarle dolor y sufrimiento inenarrables, el autor material del delito también se deshumanizaba de forma inexorable. Yo solía decir que el opresor estaba tanto o más deshumanizado que el oprimido, y muchos en la comunidad de los blancos creían que eso era otro slogan provocador del odio de ese temible irresponsable, Tutu, al que la mayoría de los bancos de aquella época amaba odiar”.[iii]

    Como el propio Tutu señala, el apartheid impregnaba todos los aspectos de la vida de todas las personas. A los oprimidos, los despojaba de sus derechos y de su humanidad, los niños no recibían educación de calidad y padecían enfermedades que podían prevenirse con facilidad, las personas vivían en casas precarias y la vida familiar se veía socavada por un sistema de migración laboral.

    Esa fue la Sudáfrica que quedó atrás el 27 de abril de 1994, día en el que las personas de raza negra pudieron votar por primera vez en una elección democrática. Desmond Tutu tenía 62 años y Nelson Mandela, 76.

    Estas son las palabras con las que Tutu describe su experiencia: “El momento por el que había esperado tanto llegó. Doblé la papeleta de votación y emití mi voto… Me sentía aturdido. Era como enamorarse. El cielo se veía más azul y más bello. Miré a las personas con una nueva luz. Eran hermosos, estaban transfigurados. Yo también estaba cambiado. Era como un sueño… era una hermosa vindicación para todos aquellos que habían soportado la carga y lo peor de la represión… aquellos que el apartheid había transformado en seres anónimos, sin rostro, sin voz, que no importaban en absoluto en su tierra natal…”.[iv]

    La tragedia del apartheid nos enseñó que si se vulnera un derecho se vulneran todos. Desde nuestro lugar, sin importar el que este sea, trabajemos a favor de la dignidad y la igualdad de todos los seres humanos, oponiéndonos a toda injusticia. “¡Levanta la voz por los que no tienen voz! ¡Defiende los derechos de los desposeídos!” (Proverbios 31:8 NVI).

     

    [i] La Declaración Universal de los Derechos Humanos. Consultado en: “https://www.un.org/es/about-us/universal-declaration-of-human-rights”, en noviembre 2022.

    [ii] Valencia Villa, Hernando. Diccionario Espasa de Derechos Humanos. 4ta.edición. Madrid, España. Editorial Espasa Calpe, 2003, p.15.

    [iii] Tutu, Desmond Mpilo. Sin perdón no hay futuro. 1ª edición. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Hojas del Sur, 2012. Traducido por Renata Viglione, p.13.

    [iv] Ibid. p. 12.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - En letra de molde - Vulnerar un derecho es vulnerarlos todos

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