Halloween diabólico

El dueño y señor de las ciudades durante esta semana no es el alcalde, es el Diablo, con mayúsculas.

29 DE OCTUBRE DE 2019 · 13:00

NeONBRAND, Unsplash,calabaza de Halloween
NeONBRAND, Unsplash

La noche del 31 de octubre, vísperas de la llamada fiesta de todos los santos, tendrá lugar el esperpento: la también llamada fiesta de HALLOWEEN. La palabra fiesta significa alegría, diversión, regocijo; en esta de Halloween es terror, miedo, zombis de mentira, calaveras de azúcar, invocación de espíritus, dominio del diablo.

El origen de Halloween se sitúa en la antigua Gran Bretaña e Irlanda en tiempos de la Edad Media, cuando precisamente el 31 de octubre se encendían grandes hogueras para ahuyentar a los espíritus.

Las celebraciones paganas se introdujeron en algunas instituciones católicas en la festividad de todos los santos, que tenía lugar en la misma fecha. Gradualmente Halloween fue imponiéndose como celebración seglar.

Irlandeses emigrantes que llegaron a Estados Unidos cuando el país, ya sin indios, se estaba poblando de irlandeses, italianos, hispanos, chinos y de otras muchas nacionalidades. Los irlandeses llevaban entre sus maletas de basura el Halloween.

En la América anglo Halloween tuvo un impulso rápido y descomunal. En el siglo diecinueve todos los estados de la gran nación ya habían caído en los lazos del diablo, inventor y propagador de las celebraciones paganas.

La práctica prendió principalmente en los niños. En 1965 la UNICEF, una agencia de las Naciones Unidas, introdujo la idea de que los niños recorrieran calles y plazas, llamando a las puertas de las casas con el fin de recaudar dinero con destino al Fondo de las Naciones Unidas para Niños. El proyecto no dio resultado, porque el dinero que los niños recaudan la noche de Halloween a la algazara de “truco o trato”, no va precisamente al fondo de UNICEF.

Desde principios del siglo pasado Estados Unidos ha estado llevando el Halloween a los modernos países de Iberoamérica. Y ya lo tenemos aquí. Cada cual en su país y en su ciudad.

Esta semana tendrán lugar varios actos en Madrid. La Casa de México, en la calle Aguilera, ha dispuesto un gigantesco altar a los muertos con 200 metros de flores. La Fábrica del Miedo, en San Sebastián de los Reyes, han montado dos pasajes del terror. El museo Nacional de Ciencias Naturales, calle José Gutiérrez Abascal, presenta una exposición sobre el miedo. Por la Plaza de los Santos Niños en Alcalá de Henares desfilarán muertos de mentira en una marcha zombi que para ella quisiera Cataluña.

En resumen, el dueño y señor de las capitales y ciudades durante esta semana no es el alcalde, es el Diablo, con mayúsculas.

Debo advertir y advierto: Halloween es una celebración esencialmente pagana, atea y hereje, fetichista, bruja, irreligiosa. Cree que el alma de los muertos vaga ese día entre los vivos. Además, las celebraciones incluyen fantasmas, brujas y brujos, exposición de gatos negros, adivinación, muerte, invocación del diablo.

Alguien podría decirme que no es para tanto. Si usted, lector, hubiera leído todo lo que yo he leído y me he documentado sobre Halloween, descubriría que sí es para tanto, y para más.

No quisiera que ningún padre o madre cristiano, de cualquier iglesia donde se lea este artículo, permitiera que sus hijos, disfrazados, fueran de puerta en puerta diciendo truco o trato. Estarían emparentando con el demonio y los niños y niñas serían arrastrados, sin saberlo, a la celebración de fiestas paganas.

Padres y madres, a ustedes les hago responsables.

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