Malequitas modernos y mediocres

El hombre mediocre, el resentido, tiene rencores sordos, reacciones patológicas contra el talento, el éxito o simplemente la normalidad de los demás.

20 DE ENERO DE 2021 · 08:00

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La escuela malequita es una de las más importantes dentro del Islam ortodoxo. Su fundador fue el célebre imán Malek Ben Anás, que nació y murió en Medina entre los años 716 y 795 de nuestra era, es decir, cuando el Islam conservaba aún esa fuerza arrolladora y suicida de los grandes movimientos que empiezan.

A su muerte, Malek dejó escrita una obra con el nombre de Al‐Mouwatta, considerada como muy importante por los estudiosos del Islam. En esta obra destaca una máxima contundente, tremenda, cuyo texto dice así: «Si es necesario, exterminad un tercio de la población para salvar los dos tercios sanos».

¡EI método se las trae! Este sistema de represión, basado en la política del menosprecio, de la venganza y de la sangre, resulta muy peligroso.

Porque ¿cómo saber dónde se encuentra realmente el tercio enfermo y los dos tercios sanos?

¿Quién es capaz de penetrar el corazón del hombre? ¿Y con qué clase de juicio se hace la clasificación? ¿Con la del que tiene las riendas del poder, que por regla general suele reclamar también el derecho a la razón? ¿Hay malequitas en las Iglesias de todas las denominaciones evangélicas?

Un respetado sacerdote, Félix García, colaborador asiduo del diario ABC escribió hace algunos años un bellísimo artículo titulado “Bajo el signo de la discordia”. Sin nombrar para nada a Malek ni a los malequitas, los retrata admirablemente. Dice: «Es curioso advertir que son los mediocres, los fracasados, los dañados de corazón, que se mueven en la tiniebla y en el recelo, los que más decidida y bravamente se ponen al servicio de la discordia y de la confusión. El hombre mediocre, el resentido –¡qué abundan tanto, Señor!–, tiene rencores sordos, reacciones patológicas contra el talento, el éxito o simplemente ante la normalidad de los demás. Los mediocres y los resentidos hacen de las conductas más limpias o de los propósitos más normales y honestos una maraña para buscarles enseguida una intención turbia o viciosa».

Cuanto más activa es una persona, cuanto más trabaja, cuanto más se mueve, más ataques sufre. Pero esto no debe mermar su actividad. Tan sólo las estatuas permanecen siempre en el mismo lugar. Nadie quiere la paz del cementerio ni la vida de los cerdos. El hombre, el hombre cristiano, ha de estar siempre activo, en una movilidad constante. Aunque sea criticado.

Abraham Lincoln, que como todos los hombres que trabajan fue también duramente atacado en su tiempo, dijo en una ocasión: «Si yo tratara de devolver los ataques de que soy víctima, mi despacho estaría cerrado a toda otra actividad. Mi tarea no consiste en agradar a los hombres, sino en trabajar lo mejor que puedo. Si al final encuentro que me he equivocado, entonces, aunque legiones de ángeles me juraran que estuve acertado no me valdría de nada; pero si cuando llegue al término de mi jornada descubro que no me equivoqué, que llevaba razón en hacer lo que hice, todo cuanto se dijo y se diga acerca de mí me traerá completamente sin cuidado»

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