Cristianismo sin Cristo

La acusación es más dura en la antigua versión Reina-Valera: “Vacíos sois de Cristo los que por la ley os justificáis”.

15 DE FEBRERO DE 2019 · 09:00

Ahmet Ali Agir, Unsplash,silla vacía, silla cielo
Ahmet Ali Agir, Unsplash

Siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel

que es la cabeza, esto es, Cristo (Efesios 4:15)

En el versículo anterior Pablo habla de desarrollo: “Para que ya no seamos niños”. En éste trata de crecimiento: “Crezcamos en todo”.

En el plano puramente biológico puede que la diferencia sea mínima o nula.

En el contexto de este pasaje la diferencia es esencial.

Por desarrollo espiritual se entiende un estado de madurez en el que la persona está en condiciones de distinguir entre la verdad y el error.

El crecimiento al que alude el versículo 15 tiene un blanco, una meta, un objetivo concreto: Cristo: “Crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, en Cristo”.

Gálatas 5:4 ilustra admirablemente este principio.

Escribiendo a miembros de la Iglesia en Galacia que se habían iniciado en Cristo y posteriormente vivían ceremonialmente sujetos a la Ley de Moisés, Pablo les dice: “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis”.

La acusación de deslealtad es más rigurosa, más dura en la antigua versión Reina-Valera: “Vacíos sois de Cristo los que por la ley os justificáis”.

Pablo no estaba escribiendo a miembros débiles, a quienes en el versículo 14 llama “niños fluctuantes”.

Los judaizantes de Galacia eran personas maduras, tanto en edad como en conocimiento de la Biblia.

Cumplían puntualmente las formalidades del culto.

Eran maestros, enseñaban a otros los principios de la religión.

Amaban a Dios.

No eran niños en la fe. Habían desarrollado en sabiduría religiosa, discernían inteligentemente entre lo espiritual y lo carnal. Pero no habían crecido “en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo”.

Aquí tenemos la gran diferencia entre Cristianismo y Cristo.

Los miembros de las iglesias pueden crecer en el conocimiento del Cristianismo, pueden llegar a ser grandes expositores de las verdades cristianas, y sin embargo pueden vivir vacíos de Cristo.

El Cristianismo sin Cristo es como un enorme campo de huesos con tendones, cubiertos de carne y de piel, pero sin espíritu, sin vida (Ezequiel 37:8).

El Cristianismo sin Cristo es como una higuera vestida de hojas verdes, pero sin un solo fruto (Mateo 21:19).

El Cristianismo sin Cristo es como una tumba de cementerio. Sobre la lápida está escrito un nombre vivo, pero la persona está muerta (Apocalipsis 3:1).

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