Ebrios de poder

George Orwell desveló los objetivos que persiguen los regímenes oligárquicos en su icónica novela distópica 1984.

30 DE MAYO DE 2024 · 08:00

,1984, Georges Orwell

De 1984 a 2024 (1)

En 1949, Eric Arthur Blair, más conocido como George Orwell, desveló ingeniosamente los pérfidos objetivos que, hasta el sol de hoy, siguen persiguiendo los regímenes oligárquicos en su icónica novela distópica 1984 (Nineteen Eighty-Four).

En la tercera y última parte de la novela, cuando el miembro del Partido Interior, O’ Brien, tortura física y psicológicamente a Winston Smith hasta conseguir que éste “amara” al Gran Hermano, aún en contra de su propia voluntad, se describe de manera bastante lúcida y descarnada la insaciabilidad de poder que distingue a muchos de los sociópatas que comúnmente solemos llamar “gobernantes”.

Tras recibir porrazos, puñetazos, golpes con varas de acero en las costillas, en los codos, en las espinillas, en los testículos, y, sobre todo, luego de haber visto la suela de una bota militar estrellándose contra su rostro, Winston ahora se encontraba atado de manos y pies en una “cama de campaña”. Aunque, en lugar de una cama de campaña, como atinadamente indica la traducción al español realizada por Rafael Vásquez Zamora, yo diría más bien, por mero ejercicio imaginativo, que Winston se hallaba tumbado en una cama, atado por las muñecas y los tobillos, con correas de seguridad, bien ajustadas, como aquellas que suelen emplearse en los protocolos de inmovilización de un paciente que se ha agitado por algún trastorno delirante.

De esa forma, al menos así me lo figuro, se encontraba Winston -que, por supuesto, no estaba «loco», en lo absoluto-, recibiendo descargas eléctricas cada vez más potentes en todo el cuerpo, una y otra vez, una y otra vez, por parte de su siniestro torturador, O’ Brien.

Y cuando el desesperante dolor cesaba, tan siquiera por unos escasos instantes, O’ Brien aprovechaba aquellos breves momentos para explicarle a Winston Smith, con todo lujo de detalles, en qué consiste verdaderamente el delirio de poder ansiado por las castas oligárquicas, así como por los cipayos gobernantes.

Gobernantes que, valiéndose del enorme poderío del Estado, también terminan erigiéndose en una fétida casta similar a la que una vez criticaron, en una especie de nomenclatura, en un pequeño club de privilegiados donde convergen vergonzosos personajes, así como funcionarios sumisos y pusilánimes, que rinden inobjetable obediencia a una clase de dirigentes políticos que se dedican, sin descanso, a triturar disidentes, así como a convertir en marionetas rastreras y serviles a los máximos representantes del Poder Público Nacional, tal y como desde hace décadas ha estado ocurriendo en el país orwelliano donde reside el autor que escribe estas líneas.

Parece que 1984 y el mundo real comparten la misma frontera. Leamos con suma atención:

…El verdadero poder, el poder por el que tenemos que luchar día y noche, no es poder sobre las cosas, sino sobre los hombres. —Después de una pausa, asumió de nuevo su aire de maestro de escuela, examinando a un discípulo prometedor —

Vamos a ver, Winston, ¿cómo afirma un hombre su poder sobre otro?

Winston pensó un poco y respondió:

Haciéndole sufrir.

Exactamente. Haciéndole sufrir. No basta con la obediencia. Si no sufre, ¿cómo vas a estar seguro de que obedece tu voluntad y no la suya propia? El poder radica en infligir dolor y humillación. El poder está en la facultad de hacer pedazos los espíritus y volverlos a construir dándole nuevas formas elegidas por ti. ¿Empiezas a ver qué clase de mundo estamos creando? Es lo contrario, exactamente lo contrario de esas estúpidas utopías hedonistas que imaginaron los antiguos reformadores. Un mundo de miedo, de ración y de tormento, un mundo de pisotear y ser pisoteado, un mundo que se hará cada día más despiadado. El progreso de nuestro mundo será la consecución de más dolor. Las antiguas civilizaciones sostenían basarse en el amor o en la justicia. La nuestra se funda en el odio. En nuestro mundo no habrá más emociones que el miedo, la rabia, el triunfo y el auto-rebajamiento. Todo lo demás lo destruiremos, todo. Ya estamos suprimiendo los hábitos mentales que han sobrevivido de antes de la Revolución. Hemos cortado los vínculos que unían al hijo con el padre, un hombre con otro y al hombre con la mujer. Pero en el futuro no habrá ya esposas ni amigos. Los niños se les quitarán a las madres al nacer, como se les quitan los huevos a la gallina cuando los ponen. El instinto sexual será arrancado donde persista. La procreación consistirá en una formalidad anual como la renovación de la cartilla de razonamiento. Suprimiremos el orgasmo. Nuestros neurólogos trabajan en ello. No habrá lealtad; no existirá más fidelidad que la que se debe al Partido, ni más amor que el amor al Gran Hermano. No habrá risa, excepto la risa triunfal cuando se derrota a un enemigo. No habrá arte, ni literatura, ni ciencia. No habrá distinción entre la belleza y la fealdad. Todos los placeres serán destruidos. Pero siempre, no lo olvides Winston, siempre habrá el afán de poder, la sed de dominio, que aumentará constantemente y se hará cada vez más sutil. Siempre existirá la emoción de la victoria, la sensación de pisotear a un enemigo indefenso. Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro, figúrate una bota aplastando un rostro humano… incesantemente”.

En aquel pasaje literario, Orwell desgrana la perversa relación que existe entre los codiciosos y el poder. Una voracidad implacable, propia de una sociedad orwelliana, donde no existe independencia alguna en el aparato de justicia, tampoco la necesaria separación de los poderes públicos, donde la fuerza policial y militar es usada de forma privada por particulares, donde la censura instaurada es bárbara, atroz, y donde las condiciones de vida de los gobernados son infrahumanas, para así mantener el inalterable funcionamiento de una sociedad jerárquica. Difícilmente alguien más pudiera explicarlo mejor.

Y es que O’ Brien es, para mí, la figura encarnada por todos aquellos sátrapas que detentan el poder gubernamental, estatal, económico y militar de forma vitalicia, en detrimento de la calidad de vida y del estado de bienestar de los gobernados. O’ Brien es la personificación descarnada de un partido único, totalitario, omnipresente y tiránico que controla el poder político y el funcionamiento de la economía nacional. Es la expresión de los tiranos benevolentes que se muestran ante la «prensa» como «defensores de la democracia». O’ Brien es el claro ejemplo del uso perverso de la lengua; es la pérfida sonrisa que aparece en el rostro de un psicópata cuando éste contempla extasiado la lobotomización masiva practicada quirúrgicamente por los medios de comunicación de masas durante las 24 horas del día, los siete días de la semana, los 365 días del año.

O’ Brien es, a mi juicio, el truculento reflejo de todos aquellos agentes de inteligencia al servicio de perversos propósitos. Es la representación de aquellos secuaces contratados a sueldo para violar la dignidad humana y asesinar moralmente a un individuo. O’ Brien es la reproducción fidedigna del falso patriotismo; la imagen gráfica de cada bota militar, orgullosa y apasionada, por formar parte de la memoria colectiva del partido; de cada bota militar, hinchada de triunfo, por formar parte del colectivismo oligárquico, en palabras de Orwell. O’ Brien es cada efectivo militar cooptado por intereses mezquinos al servicio de una fracción ideológica dominante. O’ Brien, quien vigiló milimétricamente a Winston Smith durante siete años ininterrumpidos, es la figuración literaria del programa de espionaje masivo de la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos en colaboración con Silicon Valley. O’ Brien es, sin lugar a dudas, la encarnación literaria de lo que significa la muerte de la privacidad en este mundo moderno.

Y es que O’ Brien es, sobre todo, la encarnación de los experimentos más aterradores de la psicología y los programas de control mental de la CIA, de los cuales existen numerosos documentos que así lo evidencian. O’ Brien, en un futuro no muy lejano, y con toda seguridad, representará los inminentes peligros que podría implicar la neuro-ingeniería, si esta disciplina no es aplicada éticamente.

En tanto, Winston Smith, es la metáfora de un disidente encarcelado por el simple hecho de pensar, de un ser humano que cuestiona de forma legítima todo un sistema abusivo a su alrededor, de un preocupado buscador de la verdad. Winston es la metáfora de alguien que desea comprender genuinamente los tiempos que vive y que paga las consecuencias por rebelarse. Winston encarna la defensa del sentido común, la incansable búsqueda de la belleza en medio de una sociedad mísera, mutilada y carente de contenido. Winston es la personificación del pensamiento libre. Es la expresión de un ser humano que se siente asqueado por la sempiterna imposición estatal del conformismo; es la expresión de un ser humano que sufre el hastío de vivir en medio de un desierto espiritual cada vez más creciente. Winston, es la representación de alguien lacerado por la aplastante subyugación.

Guardando los paralelismos, Winston, vigilado y perseguido por la Policía del Pensamiento durante siete años ininterrumpidos, también podría compararse con un personaje como el periodista australiano, Julian Assange, creador de WikiLeaks, un hombre perseguido día y noche por la CIA, un héroe insólitamente encarcelado por filtrar documentación clasificada que evidencia los atroces crímenes de guerra cometidos por las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos en naciones soberanas como Irak y Afganistán; un periodista incriminado, además, por esa misma prensa que una vez lo apoyó, como es el caso de The Guardian, The New York Times, The Economist, Vaughan Smith, George Soros, los Rothschild, el Consejo de Relaciones Exteriores, entre otros.

Sí, Julian Assange, un hombre encarcelado y torturado por filtrar miles de documentos vinculados con extensos crímenes contra la humanidad, cometidos por el Complejo Industrial Militar.

Igualmente, también vale la pena comparar a Winston Smith con alguien como Edward Snowden, un experto informático exiliado por filtrar documentos secretos sobre un plan de espionaje masivo que sigue atentando contra la privacidad de cada ciudadano estadounidense, en nombre de la supuesta «seguridad nacional».

En los tres casos, Winston, Julian y Edward, se trata de tres sujetos rebelados contra el Gran Hermano. Uno de ellos, en la literatura, y los otros dos en el mundo real.

¿Quién se atreverá a enderezar este entuerto?

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Entuertos a enderezar - Ebrios de poder