Dominando a la sociedad

Manipularte hasta que no logres distinguir la realidad de la fantasía es el sueño dorado de los poderosos.

12 DE JUNIO DE 2024 · 08:00

Min Thein, Pexels,marionetas
Min Thein, Pexels

De 1984 a 2024 (2)

Seguimos con nuestro análisis del pasado artículo de esta serie sobre “1984”, el célebre libro de Georges Orwell, titulado “Ebrios de poder”.

En el relato del libro, desde la telepantalla, una instructora del Partido dictaba diariamente una rutina obligatoria de ejercicios a todos los habitantes de Oceanía, como en un cuartel militar.

Manipularte hasta un punto en el que no logres distinguir la realidad de la fantasía. Ese es el sueño dorado de los poderosos, convertir a la población mundial en tragacionistas de versiones oficiales.

Lea el siguiente fragmento de 1984 y compárelos con la realidad circundante:

“En cierto modo la visión del mundo inventada por el Partido se imponía con excelente éxito a la gente incapaz de comprenderla. Hacía aceptar las violaciones más flagrantes de la realidad porque nadie comprendía del todo la enormidad de los que se les exigía ni se interesaba lo suficiente por los acontecimientos públicos para darse cuenta de lo que ocurría. Por falta de comprensión, todos eran políticamente sanos y fieles. Sencillamente, se lo tragaban todo y lo que se tragaban no les sentaba mal porque no les dejaba residuos lo mismo que un grano de trigo puede pasar, sin ser digerido y sin hacerle daño, por el cuerpecito de un pájaro”.

También el Partido ejercía su dominio mediante la inoculación de odio en la sociedad, sobre todo a través de la creación de un enemigo extranjero, así éste no existiera realmente.

De igual manera, engañaban a la sociedad a través de la creación de un enemigo interno (El enemigo del Pueblo), aun cuando los enemigos verdaderos eran los propios burócratas del Partido que detentaban el poder.

Así, en el mundo distópico de 1984 detallado por Orwell, el partido fomenta la prostitución; los niños deben ser engendrados por inseminación artificial y “educados” (o, mejor dicho, adoctrinados) en instituciones públicas de pésima calidad; y los proletarios gozan de cierta libertad porque son vistos por el Partido como animales sin capacidad de razonamiento.

“Los proles, si pudieran darse cuenta de su propia fuerza, no necesitarían conspirar. Les bastaría con encabritarse como un caballo que se sacude las moscas. Si quisieran podrían destrozar el Partido mañana por la mañana”, reza un fragmento de la novela.

Y es que así nos concibe la casta oligárquica que opera en este planeta, la plutocracia que nos gobierna, los amos del mundo, los dueños del cortijo: como meros sacos de huesos, sin esencia; como meros peones del mundo; como carne para picadora; como una masa sucia y aborregada que debe ser destruida; como ovejas con cerebros hackeables; como ganado humano que “debe” ser guiado directamente -y sin rechistar- hacia el matadero. Eso somos para estos inescrupulosos ebrios de poder. No existe ninguna diferencia entre 1984 y el mundo real.

¿Se trata de la realidad copiando a la ficción o la ficción preparándonos para la realidad? Lo cierto es que el carácter ovejuno de la población es también un factor vital para mantener el funcionamiento de una sociedad jerárquica, ¿y qué quieren los hombres con poder? Pues más poder. ¿Acaso lo permitiremos?

Durante el desarrollo de la novela, Winston no comprende por qué está sucediendo lo que vive. Pero dentro de la cámara de la tortura O’ Brien se lo explica claramente, para que no le quede ninguna gota de duda dentro del tintero:

“Se trata de esto: el partido quiere tener el poder por el amor al poder mismo. No nos interesa el bienestar de los demás; solo nos interesa el poder. No la riqueza y el lujo, ni la longevidad ni la felicidad; solo el poder, el poder puro. Ahora comprenderás lo que significa el poder puro. Somos diferentes de todas las oligarquías del pasado porque sabemos lo que estamos haciendo. Todos los demás, incluso los que se parecían a nosotros, eran cobardes o hipócritas. Los nazis alemanes y los comunistas rusos se acercaban mucho a nosotros por sus métodos, pero nunca tuvieron el valor de reconocer sus propios motivos. Pretendían, y quizá lo creían sinceramente, que se habían apoderado de los mandos contra su voluntad y para un tiempo limitado y que, a la vuelta de la esquina, como quien dice, había un paraíso donde todos los seres humanos serían libres e iguales. Nosotros no somos así. Sabemos que nadie se apodera del mundo con la intención de dejarlo. El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo. No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace una revolución para establecer una dictadura. El objeto de la persecución no es más que la persecución misma. La tortura solo tiene como finalidad la misma tortura. Y el objeto del poder no es más que el poder. ¿Empiezas a entenderme?”

O’ Brien, el depravado torturador de Winston, el repugnante ser que le infligía grave dolor físico y psicológico de forma deliberada, desempeñaba, al mismo tiempo, y de forma bastante retorcida, el rol de “amigo”, puesto que O’ Brien era el único “juez” que decidía cuando “tenía Winston que gritar de dolor, cuando podía descansar, cuando lo tenían que alimentar, cuando habían de dejarlo dormir y cuando tenían que reanimarlo con inyecciones. Era él quien sugería las preguntas y las respuestas. Era su atormentador, su protector, su inquisidor, su amigo”.

O’ Brien era «su atormentador, su protector, su inquisidor y su amigo». Escena de 1984, adaptación cinematográfica escrita y dirigida por Michael Radford.

Suele decirse que todo principio tiene un fin, pero eso no estaba cerca todavía. O’ Brien seguía recalcando la supremacía del poder sobre un Winston azotado, atormentado, humillado, fustigado por el dolor físico que le propinaban unos corrientazos eléctricos cada vez más severos:

“Somos los sacerdotes del poder -dijo-. El poder es Dios. Pero ahora el poder es solo una palabra en lo que a ti respecta. Y ya es hora de que tengas una idea de lo que el poder significa. Primero debes darte cuenta de que el poder es colectivo. El individuo solo detenta poder en tanto deja de ser un individuo. Ya conoces la consigna del Partido: ‘La libertad es la esclavitud’. ¿Se te ha ocurrido pensar que esta frase es reversible? Sí, la esclavitud es la libertad. El ser humano es derrotado siempre que está solo, siempre que es libre. Ha de ser así porque todo ser humano está condenado a morir irremisiblemente y la muerte es el mayor de todos los fracasos; pero si el hombre logra someterse plenamente, si puede escapar de su propia identidad, si es capaz de fundirse con el Partido de modo que él “es” el Partido, entonces será todopoderoso e inmortal. Lo segundo de que debes darte cuenta es que el poder es poder sobre los seres humanos. Sobre el cuerpo, pero especialmente sobre el espíritu. El poder sobre la materia…, la realidad externa, como tú llamarías…, carece de importancia. Nuestro control sobre la materia es, desde luego, absoluto”.

Esto es lo que llamaríamos un “frenesí de patriotismo”, como ironiza Orwell.

En el próximo artículo de esta serie trataremos “La ausencia de un sistema de justicia”.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Entuertos a enderezar - Dominando a la sociedad