Los que se autoperciben como ministros
Según la Biblia la autopercepción es engañosa y puede ser opuesta al propio Dios.
30 DE MARZO DE 2025 · 08:00

En esta sociedad loca y depravada en la que vivimos estamos viendo toda clase de desequilibrios mentales, de gente que de repente se creen algún tipo de animal, personas adultas y hasta de la tercera edad que se creen bebés o niños, otros se ‘casan’ con objetos y los peores son aquellos que repentinamente se ven de otro sexo diferente al biológico, no binarios y una larga lista de patologías psiquiátricas.
«Autopercepción» han dado por llamar a ese desequilibrio mental.
Según los académicos de la lengua, «autopercibir» es un verbo intransitivo, catalogado como un neologismo, cuyo significado es: percibirse a uno mismo en una situación determinada. Es un verbo pronominal que se compone del prefijo «auto» y el pronombre reflexivo «se».
La autopercepción es la capacidad de las personas para percibirse a sí mismas. La autopercepción está relacionada con otras nociones, como el autoconcepto, la autoestima y la autoimagen.
La autopercepción depende de la información que se recibe de los demás, quienes actúan como espejos que reflejan a las personas y ayudan a desarrollar sus percepciones.
La autopercepción permite a las personas comprender sus emociones, su estado de ánimo y su situación sentimental.
Esto desde el punto de vista divino, el espiritual, es diametralmente opuesto a lo que señalan los académicos, porque las emociones, estado de ánimo y los sentimientos tienen que ver con el alma de la persona, más específicamente con el corazón; y dice la Biblia:
«El corazón es engañoso y perverso, más que todas las cosas. ¿Quién puede decir que lo conoce?
“Lo conozco yo, el Señor, que escudriño la mente y pongo a prueba el corazón; que pago a cada uno según su conducta y según el resultado de sus obras”» (Jeremías 17:9-10).
Según las Sagradas Escrituras la autopercepción es engañosa y no es cónsona con la voluntad de Dios, por eso es que quien se autopercibe ser algo fuera de la moral bíblica está pecando y todo pecado acarrea juicio al infractor.
Digan lo que digan los hombres y las leyes hechas para satisfacer sus gustos pecaminosos, quien se autoperciba de alguna manera que Dios prohíbe en su Palabra cae en condenación y a menos que antes que muera se arrepienta y busque el perdón que sólo Cristo le puede dar, esta condenación terminará siendo eterna.
Autopercibir es una nueva palabra que la Academia de la Lengua tuvo que incorporar, lo cual significa que es una nueva moda social, aun cuando los científicos coinciden que se debe a un desajuste mental. Desajuste que al confrontarlo con la Palabra de Dios resulta en un grave pecado contra nuestro Creador.
La autopercepción en la iglesia
Existe otro tipo de autopercepción no menos pecaminosa que las nombradas anteriormente, porque no sólo daña a quien se autopercibe, sino a la misma iglesia. Se trata de aquellos que se autoperciben como ministros de Cristo, no siendo llamados por el Señor, sino porque lo desean o porque los hombres los nombran.
El apóstol Pablo escribió: «Y él mismo [Jesucristo] constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros» (Efesios 4:11). Entendiendo que constituir es establecer algo de lo que no existe para que rija u ocupe una responsabilidad (Constitución de un país, uno de los 5 ministerios descritos, entre otros).
Entonces vemos a personas ambicionar un ministerio, pero no han sido constituidos por el Señor para ejercerlo, sino que se autoperciben como apóstoles, profetas, evangelistas, pastores o maestros, sin el llamado constitutivo de Cristo, quien es el que establece a los hombres de su elección en alguno de estos ministerios o dones ministeriales.
Cuando una persona se autopercibe como pastor, sin ser llamado por el Señor, pero reconocido y avalado por su pastor o apóstol, se lanza a la aventura de ejercer ese ministerio, lo más probable es que termine haciéndose daño y causando daño a quienes él considera «sus ovejas».
Otros buscan el apoyo de otros «ministros» para que los «unjan» en el ministerio en el que se autoperciben. No faltan quienes obtienen un grado en algún seminario, instituto bíblico o universidad cristiana y creen que se graduaron de pastores, autoengañándose porque ningún instituto gradúa a nadie de ministro, más bien capacitan a los llamados al ministerio, porque, repetimos, a los ministros los constituye Jesucristo.
Es por eso que vemos tantas divisiones de iglesias, tantos escándalos por parte de esos autopercibidos pastores o apóstoles, porque se pusieron o los pusieron en un ministerio al que el Señor nunca los llamó. Por cierto, el apostolado es un ministerio otorgado por Cristo no un ascenso ministerial a aquel pastor que pasó de cientos a miles de congregantes, error que vienen cometiendo muchos que se autoperciben como apóstoles.
Los únicos nombramientos institucionales o administrativos que vemos en el Nuevo Testamento son los de obispos y diáconos, quienes son nombrados para ejercer una función específica en el cuerpo de Cristo, sea temporal o permanente; no así los dones ministeriales de Efesios 4:11, que por ser «dones» los otorga el Señor, no hombre alguno y menos ninguna organización eclesiástica.
Seguirle el juego y ‘ungir’ a quien se autopercibe como ministro sólo por tenerlo «bajo su cobertura», es el peor daño que se le puede causar al cuerpo de Cristo; porque tarde o temprano aquel que se ‘auto’, se queda sin su auto, y lo único que le sobrevive es su percepción; como resultado viene dolor, división y vergüenza a la iglesia en general, ante un mundo que ni entiende ni perdona los desvaríos de algunos «ministros» autopercibidos.
El Señor a quien llama respalda, no así quienes se autoproclaman en un don ministerial, esos se sostienen con sus propias fuerzas y no con la unción, la sabiduría y el poder del Espíritu Santo; no sea que al final de su carrera terrenal les pase lo que dice Jesucristo:
«Muchos me dirán en aquel día: ‘¡Señor, Señor! ¿No profetizamos en tu nombre? ¿En tu nombre no echamos demonios? ¿Y en tu nombre no hicimos muchas obras poderosas?’. Entonces yo les declararé: ‘Nunca les he conocido. ¡Apártense de mí, obradores de maldad!’» (Mateo 7:22-23).
¡El Señor tenga misericordia de su Iglesia...!
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Clarinada venezolana - Los que se autoperciben como ministros