Argentina | La fe florece entre rejas
Los últimos 20 años las autoridades penitenciarias han alentado la creación de unidades dirigidas por reclusos evangélicos
Associated Press · 28 DE DICIEMBRE DE 2021 · 19:00
En Argentina la Iglesia Católica Romana sigue siendo la religión dominante. Pero una encuesta del CONICET encontró que el porcentaje de católicos argentinos cayó del 76,5% al 62,9% entre 2008 y 2019, mientras que la proporción de evangélicos creció del 9% al 15,3%.
El avance evangélico en Argentina se dio, como en la mayoría de los países de América latina, en todos los sectores pero especialmente en los “más vulnerables, entre ellos los presidiarios”, considera la investigadora Verónica Giménez del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
Como ejemplo, un 40% de los aproximadamente 6.900 reclusos de la provincia de Santa Fe viven en pabellones evangélicos, calcula Walter Gálvez, subsecretario de Asuntos Penitenciarios, quien también es pentecostal.
De asesino a sueldo a pastor
Estamos en Rosario, que tiene unos 1,3 millones de habitantes y también tiene altos niveles de pobreza y delincuencia. La violencia entre pandillas que buscan controlar el territorio y los mercados de drogas ha ayudado a llenar sus cárceles.
El 80% de los crímenes en Rosario son ejecutados por sicarios jóvenes que prestan servicios a las bandas narco, cuyos jefes están presos y mantienen el dominio del negocio criminal desde las cárceles.
Jorge Anguilante del penal de Piñero (Rosario) se dirige a casa cada fin de semana para ministrar en una pequeña iglesia evangélica que comenzó en un garaje en la ciudad más violenta de Argentina. Al salir, el antiguo delincuente convertido en pastor saluda a los guardas con una sola palabra: “Bendiciones”.
Su historia, de un asesino convicto que abraza una fe evangélica tras las rejas, es común en los calabozos de la provincia argentina de Santa Fe y su ciudad capital, Rosario. Muchos comenzaron a vender drogas cuando eran adolescentes y quedaron atrapados en una espiral de violencia que llevó a algunos a sus tumbas y a otros a cárceles superpobladas divididas entre dos fuerzas: los evangélicos y los narcotraficantes.
Anguilante promete que su vida violenta quedó atrás, que la “palabra” de Dios lo hizo “un hombre nuevo”. Fue condenado en 2014 a 12 años de prisión por asesinar a Jesús Trigo de 24 años.
Oasis dentro de la cárcel
Durante los últimos 20 años, las autoridades penitenciarias argentinas han alentado, de una forma u otra, la creación de unidades efectivamente dirigidas por reclusos evangélicos, otorgándoles a veces algunos privilegios especiales adicionales, como más tiempo al aire libre.
Los pabellones son muy parecidos a los del resto de la prisión: limpios y pintados en colores pastel, azul claro o verde. Tienen cocinas, televisores y equipos de audio, aquí utilizados para los servicios de oración.
Pero son más seguros y tranquilos que las unidades regulares.
Violar las reglas que prohíben las peleas, fumar, consumir alcohol o drogas puede hacer que un recluso sea devuelto a la prisión normal.
“Llevamos la paz a las cárceles. Nunca hubo disturbios dentro de los pabellones evangélicos. Y eso es mejor para las autoridades”, dijo el reverendo David Sensini de la iglesia Redil de Cristo, una de las iglesias pentecostales más grandes de Rosario.
El acceso está controlado tanto por los funcionarios de la prisión como por los líderes de los pabellones que funcionan como pastores y que desconfían de los intentos de las pandillas de infiltrarse.
Eric Gallardo, uno de los líderes del penal de Piñero, dice que deben mantener un control permanente sobre quién ingresa.
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