Inteligencia Artificial vs Espíritu Santo

Seguramente habrás escuchado hablar de la inteligencia artificial (IA). La IA es un sistema informático que busca imitar la función cognitiva humana a través de máquinas, procesadores o software. Ella aprende de procesos previos realizados por humanos, recogiendo datos masivos de sitios, blogs o archivos.

Quizás esto nos parezca algo alejado a nuestra realidad, pero usamos la IA de forma habitual: la podemos encontrar en nuestros celulares, electrodomésticos de nuestro hogar y hasta sistemas de semáforos en las calles que transitamos. Incluso, ya se trabaja en autos autónomos que se componen de IA, robots y asistentes físicos y virtuales que nos ayuden en el trabajo y el hogar.

En los últimos meses, pudimos conocer aún más la fuerza y potencia de la IA aplicada al conocimiento y esto me sorprendió notablemente. Días atrás conocí ChatGPT, una IA a la que le podemos dar palabras claves y que, por ejemplo, genera en pocos segundos un sermón completo, con citas bíblicas, ejemplos y aplicación práctica.

Es decir, podemos escribir cuáles son los predicadores que nos han inspirado -como John Wesley o Spurgeon-, el tema del que queremos hablar y con algunos datos más, en pocos instantes obtendremos un bosquejo perfectamente armado como el mejor predicador para poder compartir en cualquier púlpito.

Pero, ¿será que la IA reemplazará lo que tenemos que lograr artesanalmente en nuestro vínculo con el Espíritu Santo? Nuestro tiempo de oración e intimidad con Dios es trascendental y no debe ser reemplazado por recursos que lleguen a nuestras manos bajo la idea de “será más sencillo, será más rápido”.

Este es el gran desafío de lo que viene por delante en la tecnología. Hay cosas que nunca las vamos a poder sustituir: las acciones espirituales siempre van a necesitar de nuestra vida devocional, búsqueda intencional de Dios y de recibir una palabra directamente de Dios al leer y meditar en la Biblia.

La inteligencia artificial trata de resolvernos la vida, hacernos todo más fácil y que rápidamente, en cuestión de segundos tengamos respuestas, pero indudablemente hay resultados que solamente van a ser la consecuencia de seguir, como miles de años atrás, buscando a Dios con todo nuestro corazón y toda nuestra mente.

¿Quieres una solución inteligente? Busca a Dios y déjate guiar por el Espíritu Santo.