La ‘omega’ de Apocalipsis

“Velad porque no sabéis cuándo”. No pretendamos saber cuándo, asegurémonos de velar.

24 DE MAYO DE 2023 · 08:00

 Gordon Johnson, Pixabay,omega, alfa
Gordon Johnson, Pixabay

Llegando sus discípulos al otro lado, se habían olvidado de traer pan. Y Jesús les dijo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos. Ellos pensaban dentro de sí, diciendo: Esto dice porque no trajimos pan. Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan?” (Mt 16.5-8)

Con esta imagen Jesús les intentaba hablar de cuestiones con profundo significado y ellos se empeñaban en derivar la imagen a lo que les parecía más inmediato. Fueron un poco torpes. Esto nos pasa a nosotros también cuando interpretamos textos de la Palabra de una forma poco sabia, intentando establecer vinculaciones poco razonables; esto nos impide ver más allá.

La “omega” del río Éufrates se ha mantenido como uno de los artículos más vistos de nuestra revista. Sorprenden las piruetas hermenéuticas que han llevado a algunos a entender que la imagen de satélite del río Éufrates es un claro aviso del fin de los tiempos. Realmente el texto de Apocalipsis en el que se cita este río dice algo tan sencillo como que se va a secar para dejar paso a los reyes del este (Apo 16.12), no tiene nada que ver con el alfa y la omega.

El alfa y la omega son descripciones de la eternidad de Dios, el primero y el último, el principio y el fin (Apo 1.3, 21.6 y 22.12). La omega que describe a Dios en el Apocalipsis no es tanto una señal del fin, sino de la eternidad de Dios.

Vincular la foto de satélite con la falta de agua y esta con el fin de los tiempos supone una imaginativa excursión interpretativa, algo que parece muy espiritual pero que no pasa de un pensamiento mágico; suena parecido a la paciente que me decía certeramente que el final del mundo no iba a venir por agua, sino por fuego, pero en su imaginativa hermenéutica sentenciaba: “Ya hemos alcanzado los 40O en mi pueblo, esto pinta mal”.

Pero lo más relevante es que la “omega” de la foto que tan notables derivas escatológicas ha suscitado no es nada especial, no tiene características de señal inequívoca, de hecho, es aburridamente repetida en numerosísimos ríos. No tienen ustedes más que entrar en internet y buscar imágenes de satélite de ríos; acabo de hacer la prueba y en una cuarta parte de las fotos se ven “omegas” semejantes a la de la foto del Éufrates; de hecho, en algunos aparecen varias “omegas” consecutivas, lo que, por lo visto, supondría un terrible mal pronóstico para el país que atraviesa ese río.

Pues no, una “omega” en un río es un meandro, una curva provocada por los sedimentos arrastrados por la corriente, nada especial, nada nuevo. No hay mensajes especiales que sacar de los miles y miles de meandros que generan los ríos en todo el mundo: han estado ahí por siglos y por siglos seguirán; lo único nuevo es que ahora los podemos ver desde un satélite.

Es poco prudente tomar el Apocalipsis y proyectar puras elucubraciones sobre la actualidad; fue notable aquella que en un momento dado vinculó el número de países de la Unión Europea con las cabezas de la bestia; lástima que ese número enseguida se estropeó cuando se sumaron nuevos países; reajustaron entonces la interpretación sumándole los cuernos, pero el número de miembros de la Unión Europea volvió a aumentar y con él se fueron al traste aquellas imaginativas profecías.

Para entender que Cristo viene pronto no hay que contar cuernos ni ver omegas en meandros; es suficiente con analizar la realidad actual a la luz de la Palabra. El pequeño problema es que no sabemos cuándo es “pronto”, y la Palabra es clara al indicar que nadie, sino Dios, lo sabe; intentar fijar la fecha es una tarea inútil.

El Apocalipsis nos ayuda a entender los períodos de final de ciclo como el que ahora vivimos en Europa, pero no es sabio intentar demostrar con imaginativas hermenéuticas que el fin de ciclo actual es el último de verdad. Lo que sí debemos saber es que en todo momento hemos de tener la actitud de quien sabe que en cualquier momento puede suceder: “Velad porque no sabéis cuándo” (Mr 13.32-37). No pretendamos saber cuándo, asegurémonos de velar.

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