La Colombia de García Márquez

“¿Qué significa “Macondo, Dios existe” en sus “Cien años de soledad”? le pregunté -“Puede que ahí esté la clave de mi libro”, respondió.

    21 DE FEBRERO DE 2019 · 09:00

    Ricardo Gómez Angel, Cartagena (Colombia) / Unsplash,Cartagena, Colombia
    Ricardo Gómez Angel, Cartagena (Colombia) / Unsplash

    A Gabriel García Márquez, autor colombiano de la célebre novela “Cien años de soledad” y Premio Nobel de Literatura 1982, lo conocí en Managua, Nicaragua, en enero de 1985. Ambos formábamos parte de las 350 personas llegadas de muchos países para asistir a la primera toma de posesión del presidente Daniel Ortega, vencedor en la revolución sandinista.

    Ortega impuso que los 350 invitados vistieran de la misma forma: pantalón negro y guayabera blanca. En el conjunto sólo hubo una excepción: Fidel Castro, impresionante con su uniforme verde oliva.

    García Márquez estaba allí en su calidad de amigo muy cercano a Ortega y a Castro. Yo fui invitado en mi condición de periodista por el entonces ministro de Asuntos Exteriores Miguel D´Escoto.

    Algo de todo esto escribí en mis artículos sobre Cuba y Nicaragua.

    Me encontré con García Márquez en la puerta del hotel Camino Real, donde nos hospedábamos. Llovía. Me acerqué a él. Le pregunté qué hacía allí. Respondió que esperaba un taxi para ir en busca de una guayabera. Él, que recibió el Premio Nobel de Literatura vistiendo guayabera, en aquella ocasión no tenía. Tampoco yo. Me uní a él. El taxista dio vueltas por la capital. Bajaba y preguntaba en tiendas. Llegamos frente a una boutique francesa. Allí compramos dos guayaberas confeccionadas en París por Pierre Cardín. De vuelta al hotel paramos a tomar un café. Dos años antes yo había escrito un largo ensayo sobre “Cien años de soledad”. Tiré para mí de aquél momento único y le pregunté:

    -“¿Qué significa ese “Macondo, Dios existe” en el tercer capítulo de la novela?

    -“Puede que ahí esté la clave de mi libro”, respondió. Y automáticamente desvió el rumbo de la conversación hacia el presidente Ortega.

    Colombia es un país de América del Sur cuyos límites geográficos son Ecuador, Perú, Brasil y Venezuela. Sus tierras están bañadas por el Mar Caribe y el Océano Pacífico. Aunque su población supera ligeramente a la española, 49 millones, la dobla en extensión territorial: España 504.750 kilómetros, Colombia 1.138.914.

    La colonización de Colombia por expedicionarios españoles tuvo lugar a lo largo del siglo XVI. En 1525 fue fundada Santa Marta, en 1533 Cartagena de Indias y en 1529 Gonzalo Jiménez de Quesada fundó Bogotá.

    La independencia de Colombia comenzó a gestarse a finales del siglo XVIII con la llamada insurrección de los comuneros. El triunfo del libertador Simón Bolivar en la batalla contra las tropas españolas en el puente de Bocayá el 7 de agosto de 1819 marcó el fin de la dominación de España. La independencia definitiva tuvo lugar en 1824.

    La primera vez que mi vuelo desde Madrid aterrizó en el aeropuerto El Dorado, de Bogotá, fue el 1 de noviembre del año 1970. Al día siguiente dio comienzo la VIII Conferencia Panamericana de Iglesias, a la que fui invitado. Hablé doce veces. Cinco mañanas a través de la radio. Otros cinco días en reuniones nocturnas programadas en tres iglesias de la capital. Dos veces en inglés a quienes viajaron desde Estados Unidos para asistir a la Panamericana, una sobre la importancia de las comunicaciones en la trasmisión del mensaje cristiano y otra, en la clausura del evento, sobre el tema “la fe será nuestra victoria”.

    En aquél primer viaje a Colombia entré en contacto con la literatura de dos grandes autores del país: Jorge Isaac y José María Vargas Vila. Años después frecuenté a otros destacados escritores, antiguos y modernos como Julio Arboleda, Jorge Zalamea, Germán Arciniegas, Juan Manuel Arrubia y algún otro. Posteriores conocidos fueron José Asunción Silva, y Porfirio Barba-Jacob. En 1871 se estableció en Colombia la primera Academia de la Lengua Española en América Latina.

    Después del primer viaje en 1970 he continuado yendo a Colombia. He pronunciado conferencias en Medellín durante siete años, uno después de otro. También en Santa Marta, Cartagena de Indias, Cali, Cúcuta, Bucaramanga, San Andrés y unas diez veces más, Bogotá y alrededores.

    La religión católica fue llevada e impuesta a los nativos por los colonizadores españoles. Pronto los súbditos del Vaticano más encumbrados escalaron la cima del poder. La Constitución política de 1886 establecía en su artículo 38 que “La religión Católica, Apostólica, Romana es la de la Nación”. Lo mismo que el catolicismo hacía en los países que lo permitían, más aún donde mandaban.

    Actualmente la situación religiosa de Colombia ha cambiado algo.

    Las últimas estadísticas que manejo indican que el catolicismo ha quedado reducido a un 58 por 100 de la población, seguido de cerca por un 35 por 100 de protestantes, donde no están incluidos adventistas, testigos de Jehová ni mormones, que suman un 1,10 por 100. Otro 1,10 por 100 lo forman judíos, musulmanes, budistas, hinduistas y taoístas.

    Por otro lado existen formas religiosas de origen precolombino y de origen africano, como la santería, el Carnaval de Blancos y Negros de Pasto y otras.

    Lo dice León Tolstoi en su obra “La salvación está en vosotros”: “Todas las guerras, incluso las menos duras, con sus secuelas de destrucción, revueltas, saqueos, rapiñas, extravíos y matanzas son execrables”.

    Tras el triunfo de Bolivia y la expulsión de los españoles Colombia ha padecido largos y frecuentes períodos de guerras civiles.

    Saltando sobre los lomos del tiempo y aterrizando en el ayer cercano, en 1957 se creó en Colombia el Frente Nacional como un intento de regreso a la democracia. La paz duró poco tiempo. En 1964 aparecen las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). En 1965 el Ejército de Liberación Nacional (ELN). En 1967 el Ejército Popular de Liberación (EPL). En 1984 el movimiento indigenista Quintín Lame (MAQL).

    Desde 2012 hasta 2016 el presidente Juan Manuel Santos desarrolló una serie de conversaciones con las FARC, que concluyeron con la firma de un acuerdo de paz en el teatro Colón de Bogotá en noviembre de 2016.

    Ahora, Colombia ha expresado en las urnas el deseo de liquidar los males de las guerrillas. En las elecciones presidenciales que tuvieron lugar el 17 de julio pasado, el conservador Iván Duque triunfó con un 53,98 por ciento de los votos.

    El principal reto que afronta el nuevo presidente es el narcotráfico.

    La presencia del narcotráfico en Colombia es una realidad irrefutable. Si son ciertas las informaciones que dispongo, el narcotráfico originó en Colombia el año 2015 veinte billones de pesos, equivalente al 3,8 por ciento del Producto Interior Bruto. Otras fuentes añaden que de enero a septiembre de este año la guerra del narcotráfico ha dejado en el país 3.491 asesinatos.

    Los distintos gobiernos que ha tenido el país se han esforzado y fortalecido en la lucha contra el narco. Entre 2013 y 2017 se incautaron unas 1.200 toneladas de cocaína pura. En lo que va de 1918 han sido otras 150 toneladas. Además, en dos años se han erradicado 170.000 hectáreas dedicadas al cultivo de droga. Las Fuerzas Armadas de Colombia no están dispuestas a ceder ni un centímetro en la lucha contra el narcotráfico.

    Lector: ve a Colombia.

    Que no te asusten los guerrilleros, ni los narcotraficantes, ni los corruptos de todo género. Ve a Colombia. Disfruta las playas de Cartagena de Indias, de Santa Marta, de San Andrés y de tantas otras playas de arena color oro y aguas como cristal transparente.

    Si no te gusta el mar. Puedes visitar sus famosos parques nacionales como los farallones de Cali, la Sierra Nevada del Cocuy, el bosque andino o la selva amazónica.

    Si decides quedarte en Bogotá no descuides una visita al cerro de Montserrate, el más conocido entre los cerros orientales de la capital, con una altitud de 3.152 metros. Hasta mitad del siglo 17 era conocido como el cerro de las nieves. Puedes llegar hasta su cima por un sendero peatonal, por teleférico o funicular. Disfrutarás una impresionante panorámica de la ciudad.

    Sí, ve a Colombia.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Países y culturas - La Colombia de García Márquez

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