Heredando la tierra
Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad (Mat. 5:5).
11 DE OCTUBRE DE 2022 · 08:00

¡No pude soportarlo más! –dice el que dejó su matrimonio o su trabajo o incluso el ministerio…
Sentía que si seguía un día más ahí, explotaría –dijo quien se fue de casa de sus padres o abandonó la escuela…
Todos tenemos en la lista de nuestra vergüenza algo de lo cual escapamos, tiramos la toalla, nos rendimos. Colgamos diplomas y ponemos en la repisa los trofeos para que todos los vean, nos recargamos al lado de ellos mientras contamos la historia de cómo los conseguimos y de cuánto nos esforzamos por ello. Pero nadie enmarca sus fracasos ni presume sus renuncias. Esas se esconden, aunque no se olvidan…
Permanecer es una virtud, no todos permanecen. ¿Has corrido un maratón? La vida es semejante. No es una carrera de cien metros planos, sino de resistencia.
Corrí algunas de ambas y se lo que te gritan los pulmones y las piernas acerca de rendirte. Sentarse a un lado del camino se mira deseable, pero debes seguir. La vida es una carrera de resistencia en la que no importa tanto cómo la inicias, sino como la terminas.
Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Se escucha contrario a este mundo, en el que toman la tierra los que obligan a los demás a entregarla. Es el mundo al revés llamando real a lo bizarro; pero que de acuerdo al plan divino, es el derecho. Seguir, estar, permanecer.
Es la felicidad de la fortaleza
Soy feliz cuando mantengo el control de mi mismo. Cuando el cerebro está enfermo o dañado, puede hacer que quien lo padece sufra o ría sin control ni causa verdadera.
La gente feliz no es lo uno ni lo otro, sino que ríe en plena conciencia de su felicidad. No importa si eres un estrépito de carcajadas en la fiesta, eso no es necesariamente felicidad. Alegría temporal, desde luego, pero no felicidad. ¡Felices los mansos! –dijo el Maestro. Felices los fuertes.
La mansedumbre es dominio propio. Lo contrario es la lluvia de hormonas que experimentaste en la adolescencia. La mansedumbre no es debilidad, sino fuerza contenida.
El mejor ejemplo es Jesucristo en sus días en carne como el Hijo del Hombre, quien pudiendo dominar a la fuerza el mundo prefirió ser manso y humilde de corazón (Mat. 11:29).
¿Lo imaginas? El Creador del universo comiendo sopa de mano de una jovencita. O cuando el Rey entró en Jerusalén, no lo hizo como Dios, ni siquiera a través del poder político, militar o religioso, nada de fuerza, heredó cediendo.
Es la paradoja del poder, cuando se tiene no requiere demostrarse y tampoco puede esconderse del todo. Si el Todopoderoso se presentó en forma mansa, es aun más real y necesario para nosotros la mansedumbre. Hay felicidad en esta virtud, mientras que lo contrario también es verdad: hay insatisfacción en el orgullo e infelicidad en la soberbia.
Dios conquistó el mundo con la mansedumbre. No puedes lanzarte a la conquista del mundo cuando no eres siquiera señor de ti mismo. Si no eres dueño de ti, no eres dueño de nada; mientras que ser dueño de ti, te hace señor de todo. Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad (Pr. 16:32).
Analiza tu vida y verás que por carecer de mansedumbre has estado saboteando tu felicidad tomando las cosas antes de tiempo. Tus pecados han sido eso, placeres antes de tiempo. ¿Qué es el robo, sino tomar las cosas sin trabajar por ellas? ¿Qué es la fornicación, sino el placer sexual que no esperó al matrimonio? ¿No son los pecados asunto de no esperar? Te has estado robando tu felicidad.
Soy feliz cuando nada me saca de la voluntad de Dios
La voluntad humana, especialmente de aquellos que profesan religión, con frecuencia trata de esconderse egoístamente en la voluntad de Dios. Somos capaces de hacer lo que nos venga en gana diciendo que es lo que Dios desea. Guerras han sido justificadas en el Nombre de Dios. Si podemos matar en su supuesta voluntad, podemos hacer cualquier cosa.
Pero esto nos hace infelices, nos deja huecos, vacíos. Jesús les mostró un poder mayor que el poder militar, la fuerza superior, la mansedumbre. A través de ella, se apoderó no solo de una ciudad terrenal, sino de todas las cosas. ¿No ves que es mas poderoso contenerse que responder la provocación? Cuando eres débil, entonces eres fuerte.
Más no te confundas suponiendo que es mansedumbre el temor del niño que sufre y soporta el maltrato. Temor justificado a causa de su corta edad. Tampoco es el hombre que baja la cabeza cobardemente a causa de su carácter pusilánime. Miedo para nada justificable. La mansedumbre es afable fortaleza e inconmovible tenacidad. Un hombre manso es aquel que permanece dentro de la voluntad de Dios obedeciéndole perseverantemente, como Noé, quien a riesgo del ridículo universal seguía construyendo el arca. Las críticas, las circunstancias y la historia misma estaba en su contra, pero seguía firme en el cumplimiento de la voluntad divina. Heredó un mundo mejor por su mansedumbre.
El mundo y la vida mejor que podrías tener está esperando la fuerza de tu mansedumbre. Serás feliz con humildad y firmeza. Sigue obstinándote y seguirás sin felicidad. Buscad a Yahwéh todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre (Sof. 2:3).
Es la felicidad de la perseverancia
Soy feliz cuando no me rindo. Una vez que separamos nuestro “yo quiero” del “Quiero” de Dios, podemos avanzar hacia la felicidad. La mansedumbre de la bienaventuranza implica perseverancia. El camino de la felicidad no es un camino corto, con frecuencia parece interminable.
Uno de los héroes bíblicos que sobresalieron por su perseverancia fue Moisés. Una especie de Forrest Gump en la carrera de la fe. Dios lo presenta así:
Y aquél varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra (Num. 12:3). Y no dijo esto en un momento de premios o en un picnic familiar, no. Dios dijo esto de Moisés precisamente cuando su propia familia estaba comiéndoselo en delicioso chisme de cocina. María y Aarón murmuraron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado, pero no reaccionó en lo más mínimo a dicha murmuración. Siguió amando a sus hermanos. Su corazón tenía la condición de inofendible (Num. 12:1-13). No era de carácter débil, todo lo contrario, tenía la capacidad de enojarse y aun de matar; pero también de soportar pacientemente cuarenta años cuidando aburridas ovejas ajenas en el extremo clima y condiciones del desierto. …o a un pueblo rebelde. ¿Y me dices que quieres dejar a tu familia porque no soportas a tu esposa? ¿O te quejas del trabajo y piensas en renunciar? ¿Esa escuela es demasiado para ti? ¿Te vas de la iglesia porque no estás de acuerdo con algunas cosas?
Soy feliz cuando mantengo la integridad
Integro es mantenerse de una sola pieza. Ya sea que el corazón se rompa con un desamor o que la moral se pierda por la razón que sea; dejar de ser íntegro es romperse y nadie es feliz en pedacitos. Así que ten cuidado con las frases clásicas rompe almas: “no puedo vivir sin ti” o “te doy mi corazón”. Lo mismo que todas aquellas actitudes que vayan contra los principios básicos de la conducta decente.
Mira tu vida, por hacerte como los demás debido a la influencia que tales personas ejercen sobre ti, es que dejaste de ser feliz. O si en algo no eres feliz, considera que puedas estar viviendo la vida de otro en ese asunto específico. Sólo serás feliz siendo tú. Otro puede ser feliz siendo él, pero no tú. Que el trato con los demás no te corrompa, mantente íntegro.
Consérvate tú, consérvate manso. Se conoce quien tiene mansedumbre en su segunda mejilla enrojecida y al infeliz por la sangre en sus nudillos. Sé feliz; abofeteado posiblemente, pero limpio. Que las circunstancias no te cambien, o eres transformado por Dios desde dentro o lo serás por el mundo desde fuera. Después de todo el carácter manso no es una característica única de algunos individuos, tampoco es un don natural o de nacimiento. La mansedumbre es fruto del Espíritu y si Dios está dentro tuyo puede producir dicho carácter; pero si sigues siendo reaccionario al trato de los demás, te volverás lo que ellos deseen o lo que ellos sean. ¡Felices los que prefieren ser como Jesús habiendo decidido mantenerse en Él!
Es la felicidad de la herencia
Soy feliz cuando Dios escoge por mí. ¿Puedes confiar en Dios?
Es una pregunta válida. ¿verdaderamente le has confiado tu vida como para no seguir afanándote? Esta es la felicidad de los mansos, no tienen que sufrir ni pelear por poseer lo propio cuando se saben herederos de Dios.
Si sabes que lo que tienes y lo que tendrás viene de Dios y que nadie puede arrebatártelo, vives tranquilo. Si confías serás manso y si eres manso serás feliz.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Palabra viva - Heredando la tierra