La felicidad de la satisfacción del alma

Las bienaventuranzas también contienen una recompensa. Si anhelas la justicia la verás.

    08 DE AGOSTO DE 2023 · 08:00

    Nine Köpfer, Unsplash,mujer soplando
    Nine Köpfer, Unsplash

    Porque ellos serán saciados… Soy feliz al ser satisfecho por Dios.

    La primera vez que lo escuché me eché a reír a carcajadas: panza llena, corazón contento. Y me reí porque lo decía un familiar del cual omitiré su nombre por obvias razones, que era de abundante estómago.

    Así que pensé: -¡pues tu has de estar muy feliz! ¡Tenía el estómago más lleno que yo hubiera visto!

    No me juzgues, yo tenía unos ocho años y él daba razones para bromear.

    El punto es que la satisfacción produce bienestar. Hambre, sed, sueño, sexo, frío, calor, etc., sea cual sea el apetito del que se trate, hay cierto grado de felicidad cuando es satisfecho. La felicidad de la búsqueda de justicia es que será saciado.

    Igual que todas las promesas de Dios, las bienaventuranzas también contienen una recompensa. Si anhelas la justicia la verás. No puedo asegurarte cuándo ni cómo, pero sí que lo experimentarás. La justicia de Dios llegará a ti tan inevitablemente como estar rodeado de oxígeno en este mundo (deberías tomarte unos segundos para bailar o dar gritos de júbilo).

    Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia (2 Pedro 3:13) …mejor tómate el resto del día para hacer fiesta, ¡finalmente toda la tierra será llena de la gloria de Dios!

    Sea que hablemos de un enorme vientre o del alma, todo lo que da satisfacción, provee también felicidad. Incluso la satisfacción de las cosas temporales trae alegría temporal, ¡cuánto más la satisfacción de las cosas eternas trae felicidad eterna!

    Soy feliz al ser satisfecho con Dios. El anhelo de la justicia verdadera será satisfecho con nuestra transformación a la imagen y semejanza de Dios. Antes de esto solo serán anticipos de complacencia. Dios dijo estar complacido con su Hijo Jesucristo y también, que nos hizo aceptos en el Amado (Ef. 1:3); de manera que el cumplimiento total de la justicia será hasta que despertemos a la imagen de su Hijo. Mientras tanto, en la medida de lo posible recibimos su felicidad por estar siendo formados a la imagen de su Hijo.

    Dios conseguirá lo que se ha propuesto y su felicidad nos alcanzará. Hasta los hombres solemos hacer partícipes a los demás de nuestra alegría (lo mismo que de nuestros enojos, traumas y tristezas, sólo considera cómo te pones con todos cuando no estás de buenas, por decirlo así). Dios en grado sumo nos comparte su felicidad cuando su justicia es satisfecha sobre nosotros.

    El salmista lo dice con bellas palabras inspirado por el Espíritu Santo y en acordes musicales: En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré  satisfecho cuando despierte a tu semejanza (Sal.17:15).

    Esto es difícil de comprender por nuestra condición de vanidad. Y con vanidad no refiero a la actitud de mirarse en el espejo mil veces, sino a ser temporales, pasajeros y terrenales. Por cuanto vamos envejeciendo no es fácil comprender lo que significa despertar un día a la semejanza divina. Imagínalo: cada día te miras en el espejo y de pronto, sin aviso, encuentras arrugas y canas. ¿Cómo llegaron allí? ¿No será un error del espejo? ¡No! Ah, ya se, un mal sueño. Tampoco es eso. Simplemente vamos envejeciendo. No amanecemos mejor día a día y aunque tu marido o tu esposa según sea el caso; así como los amigos y las amigas te lo digan, no amanecemos mejor.

    Finalmente reconocemos que no estamos mejorando aunque procuremos por cortesía decir esto a los demás. Pero eso es solo el cuerpo, no tu verdadero yo interior. Pero la palabra que leímos del salmista dice que estaremos satisfechos al despertar a la semejanza de Dios. ¿Te imaginas? Día a día nos vemos más cansados y viejos, pero un día despertaremos y miraremos un ser espectacular y glorioso, por un momento pensaremos que se trata de un ángel y distinguiremos la gloria de Dios en él, pero fijándonos más, veremos que ¡se trata de nosotros! ¡Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza! –cantaba David. Entonces nuestra hambre y sed de justicia será absolutamente satisfecha: seremos semejantes a Dios respecto del ser como Jesús. No puede fallar, es su plan, su deseo y también nuestra hambre y sed.

    No confundamos el ser como Dios con la tentación de la serpiente, pues desde el principio Dios nos ha creado a su imagen y semejanza; además de que desea transformarnos a la imagen de su Hijo. La diferencia del plan de Dios y de la tentación de la serpiente, es que la serpiente desea llegar al mismo resultado, pero independizándose de Dios; mientras que Dios solo nos transformará mediante su gracia y su Espíritu. Dios desea unirnos a Él y la serpiente separarnos.

    Cuando seamos glorificados cumpliéndose la Palabra de Dios al respecto, obtendremos la satisfacción de todo lo que verdaderamente anhelábamos. No baratijas temporales, sino las cosas eternas. Justicia satisfecha para los que tienen hambre y sed.

    Tendrás lo que quieres.

    Porque Él sacia al alma sedienta y llena de bien al alma hambrienta (Sal.107:9).

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Palabra viva - La felicidad de la satisfacción del alma

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