Neofeminismo rabioso en el púlpito

Un amargado y resentido neofeminismo asalta el púlpito de las iglesias evangélicas.

12 DE ABRIL DE 2023 · 08:00

Tima Miroshnichenko, Pexels,mujer altiva, neofeminismo
Tima Miroshnichenko, Pexels

Se cuadra combativo y desafiante contra todo lo que es el sexo opuesto. Pierde todo su atractivo, feminidad, modestia y ternura para presentarse osco, gruñón, intolerante e insolente. Así quiere levantarse desde el púlpito un neofeminismo a golpes de prédicas intensas y furibundas que tienden a despertar la parte emotiva de la mujer para precipitarla a decisiones repentinas de consecuencias impredecibles.

Predicadoras furibundas e intensas están propalando un neofeminismo de barricada que no quiere pensar en la condición de la mujer bíblica y racionalmente. Es un feminismo que se asume con actitud radical, hostil y disociadora (eso es simple machismo invertido), asociado a un lenguaje malsano y destructivo.

Ese feminismo ni es bíblico ni es edificante. Es un discurso que proviene de una zona resentida y amargada que quiere absoluta independencia y fomenta el quiebre del matrimonio y la familia. Es una posición malsana y destructiva que busca la atención y el reconocimiento, especialmente de mujeres emocionalmente heridas.

Desde este estilo de predicación se promueve la mujer levantisca, irascible, autosuficiente y combativa que no está en disposición de aguantarle nada a nadie. Es un despliegue enérgico y emplazador de reclamos, de pedidos y demandas que le dejan poco espacio a la ternura y al entendimiento.

Se trata de una lucha ajena a toda hermenéutica bíblica sana y edificante en que la calidad de la mujer persuasiva y sabia está ausente y pierde su rol como contrapeso complementario de una relación que, por encima de las dificultades, está llamada a proyectarse posible, duradera estable y satisfactoria para la pareja.

Sin tratar de justificar ninguna conducta incorrecta o posición opresora o dañina de parte del hombre, no estoy de acuerdo con ese feminismo que traza líneas divisorias y plantea frentes de combate propiciadores de desenlaces y de rupturas fulminantes y definitivas, y mucho menos cuando todo se quiere decidir en una noche de destape emocional entre gritos frenéticos y aplausos delirantes.

No es que en nuestras iglesias no haya mujeres con razones para sentir rabia, amargura o tener resentimientos. Las hay, quizás más de lo que podamos suponer. Pero esta no es la bandera que las mujeres deben levantar.

El propósito de la predicación es proporcionar las herramientas y las fuerzas necesarias para cambiar nuestras actitudes y comportamientos. La nueva predicación más que promover una actitud reparadora y de acercamiento entre pareja, tiene el propósito de animar mujeres inconformes a una cruzada para espantar hombres y destrozar hogares en medio de la exaltación de un ego femenino sin control y sin ningún miramiento.

No comparto los desmanes y atropellos de ciertos hombres, creo en la dignidad de todos los seres humanos, pero no le sienta bien a mi lógica cristiana la nueva consigna de este feminismo que predica que si una mujer no está conforme con su relación matrimonial cambie de marido. Agregan estas feministas que hay mujeres que están atadas a ciertos hombres porque todavía no han entendido que la voluntad de Dios para sus vidas es que los suelten.

Sus prédicas provocan un efecto detonante que lleva a una parte de las mujeres que las escuchan a romper las relaciones con sus esposos de manera repentina, dramática e irreparable. Son mensajes emocionales que preparan a las mujeres no para persuadir y construir, sino para desbaratar y soltar lo que tienen. Las predicadoras de este nuevo feminismo motivan esto en el nombre del Señor y con todo el dramatismo y la vehemencia religiosa que concita el momento.

Se sabe de testimonios de hermanas que después de escuchar una de estas prédicas han recibido las fuerzas necesarias para darle a su matrimonio el último empujón hacia el precipicio.

El resultado que se espera después de un mensaje bíblico y lleno de unción espiritual es: “Inicié el proceso de reconstrucción de mi hogar después de escuchar a la predicadora”, no “esa noche di por terminada de manera definitiva la relación con mi marido”. Esta lamentable ruptura se produjo después que la hermana escuchó a la predicadora decir: “Suelta a ese hombre en banda”. “Soltar en banda” es una expresión dominicana muy usual cuando se habla de dar por terminada una relación cualquiera que sea. Esas prédicas emocionan, enardecen, "empoderan", suben una falsa autoestima, pero destruyen a la familia.

Las charlas sosegadas y reflexivas que buscan dar respuestas sabias y bíblicas, sin desconocer la dignidad y el lugar de la mujer en la relación, están en baja, lo que está de moda es la gritería altisonante e insolente que lanza eufóricos gritos de intolerancia y separación.

El púlpito femenino debe tener como fuente primaria la Biblia. Hay que construir una nueva y robusta feminidad bíblica que esté basada en una teología apropiada, que le dé a la mujer el lugar de dignidad que le corresponde en el matrimonio y que a la vez contribuya a la construcción y a la edificación, conforme al propósito de Dios, de la relación hombre-mujer.

Hay un nuevo feminismo que exhibe desde el púlpito un tono sombreado que más que el resultado de un análisis bíblico influido de una sana espiritualidad y una exégesis apropiada deja asomar en su narrativa y sustancia la danzante silueta de de la cantante colombiana Shakira y del futbolista español Gerard Piqué, modelo de relaciones frágiles y modernas que tienen como único sostén soportarse hasta que a cualquiera de los dos les dé sus muy particulares ganas.

Necesitamos recuperar la prédica reflexiva y reparadora, la prédica que permite ver de forma sosegada y consciente la vida de la relación de pareja, sus luchas, sus desencuentros y disgustos, sus posibilidades de crecimiento, de mayor edificación y apoyo para que las personas avancen en el trayecto a la permanencia y busquen superar desavenencias e incompatibilidades.

La invitación debe ser a buscar el propósito de Dios para las parejas aún en medio de los conflictos y desavenencias, para que así pueden superar sus dificultades y obstáculos. Las recomendaciones que deben darse no son generalizaciones de púlpitos que buscan aplausos, sino recomendaciones pastorales, aquellas que resultan de la consulta y la consejería, la oración y el tratamiento espiritual orientado por la Palabra.

Hemos sido apáticos para buscar la respuesta de Dios a los problemas de la sociedad actual en la Biblia, la Palabra de Dios, y hemos cedido al flujo de la sociedad del instante, de la sociedad del relumbrón, de las ideologías modernas, de lo inmediato y lo fácil.

A los temas serios y complejos queremos darles respuestas rápidas y simples; a los temas que requieren reflexión, discernimiento y sabiduría espiritual, queremos darle respuestas emocionalistas, catárticas e inmediatistas. Sin una respuesta teológica sistemática y consistente. La falla reside en que hemos creado un evangelio muy superficial que conecta emocional y culturalmente con las fuertes corrientes de la vida contemporánea pero no con el evangelio bíblico.

En este encuadre que presenta el feminismo desde el púlpito, la mejor manera de resolver los problemas del matrimonio es disolviendo la relación. Se trata de una decisión de coraje que merece ser celebrada.

Eso es el resultado de una carencia teológica y de una práctica cristiana sin una referencia bíblica y consistente, expuesta a cualquier viento de doctrina.

Prédicas inflamadas de inocultable despecho y dolor, que en vez de trabajar nuestra particular situación con Dios, abusan del púlpito y tratan de convertir su experiencia en un nuevo evangelio de lucha y "liberación", que termina convirtiéndose en libertinaje y destrucción.

El neofeminismo ha pasado a ser escenario para el melodrama, para el mimetismo sensiblero en las que se desdoblan y modelan con lenguaje religioso las travesuras sentimentales de las Shaquiras, los Piqué; los Alex Rodríguez y las Jennifer López. Estas predicadoras, explotando recursos retóricos y dramáticos, han aprendido en la industria del entrenamiento y el espectáculo a convertir sus fracasos personales en narrativas que, envueltas en un lenguaje religioso de poder autosuficiencia, han captado la atención otras mujeres que, resentidas y heridas por traumas derivados de sus relaciones, buscan su alter-ego en las nuevas heroínas de un super evangelio que imbatible y sin límites trata de imponerse a todas las adversidades y obstáculos que se les puedan presentar en el camino.

No necesariamente por la ayuda y búsqueda de Dios. No por la ternura, el diálogo, el entendimiento y la capacidad para conciliar conflictos y superar situaciones de divergentes y dispares, sino, entre otros recursos, por la fuerza y la intolerancia o por los atributos físicos que pudiera tener su figura femenina. Olvidan en medio de saltos eufóricos y gritos altisonantes que esta no es la base principal en que se sostiene una relación que busca agradar a Dios.

Son muchas las frustraciones personales, desastres íntimos y situaciones calamitosas y conflictivas que son llevadas a los púlpitos por predicadoras que, presumiendo de exitosas, quieren ofrecer en noche todas las soluciones a la complejidad que implica una relación de pareja, aunque sea las de dos santos que hayan bajado del cielo.

Estas soluciones de circo, entre luces y humaredas artificiosas e hipnotizantes, son impulsores frenéticos de rupturas, de acciones explosivas y desencadenantes que destruyen y ponen fin a todo. Son predicadoras emotivas, dramáticas y de propuestas cerradas y concluyentes. Son verdaderas sepultureras de matrimonios y negadoras de opciones y posibilidades que anticipan y descartan con un grito de aspaviento triunfalista cualquier plan que el Señor pueda tener para una pareja que esté pasando, como pasan todas, por una situación difícil.

Imagínense ustedes lo que puede pasar después de una predica incendiaria y motivada para desatar pasiones, abrir los grifos de la venganza, los enojos y conflictos no resueltos, incluso hasta de pecados no confesados. Cuán lejos están estos mensajes de la piedad bíblica, de la conciliación –que siempre lleva un cuota de sacrificio– del perdón, de la tolerancia, de descenso de hostilidades y pleitos. Necesitamos predicadoras poderosas en Dios que ministren esas fuerzas, muchas veces escasas, para volver a empezar y reconstruir muros y portillos caídos y en ruinas.

Se hace urgente…urgente retomar la predicación bíblica y piadosa, la predicación que restaura y construye, la predicación que edifica y renueva. Necesitamos despertar el discernimiento espiritual para en esta batalla cultural e ideológica aprender a ubicar las armas que el enemigo está utilizando para destruir la familia desde nuestros púlpitos, desde nuestras propias trincheras.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - Neofeminismo rabioso en el púlpito