La posmodernidad frente a la fe

“La cultura light” se conforma con muy poco, pero Dios no.

    06 DE SEPTIEMBRE DE 2023 · 08:00

    Melina Kiefer, Unsplash,luz tinieblas, farol oscuridad
    Melina Kiefer, Unsplash

    La posmodernidad es una cultura envolvente y sutil, hecha de sueños irrealizados, de fracasos disimulados, de amarga frustración y de un pesimismo que raya en la rebelión, la apatía y la indiferencia.

    Decepcionado y cansado, ahí está el hombre de nuestra época tratando de evadir los grandes temas de la vida y buscando escape en actividades frívolas y banales, gastando tiempo y recursos en trivialidades que pueden distraerlo por un momento, pero que al fin resultan insustanciales y vacías.

    César Henríquez (1) entiende que la iglesia en cada cultura y en cada realidad histórica tiene que enfrentar sus propios desafíos, y la posmodernidad no puede ser la excepción, por lo que valora el culto a partir de la actitud que asumimos ante su celebración, y de los criterios y valores que definen esta actitud.

    Vivimos en una cultura que quiere ajustar todas las cosas a su medida, y el culto con que exaltamos a Dios no queda fuera de esas pretensiones. “La cultura light” se conforma con muy poco, pero Dios no. Dios nos pide la vida con todas sus implicaciones: con sus sueños, frustraciones, logros, esperanzas, dolores, luchas, desaciertos, tristezas y alegrías” (Henríquez, 2002).

    El culto cristiano no es un evento para el hombre celebrarse a sí mismo, sino para reconocer a Dios en toda su majestad y grandeza, por lo que entiende Henríquez que ”estamos obligados por el Evangelio de Jesucristo a celebrar cultos proféticos en el sentido de denunciar todo aquello que atenta contra la lógica del Reino de Dios y que sutilmente se instala en nuestras prácticas de fe” (Henríquez, 2002).

    Escribe Henríquez que Dios nos llama también a celebrar y anunciar las posibilidades que El nos ofrece de ser instrumentos transformados para transformar, ante la encarnación de las propuestas de muerte de esta cultura posmoderna.

    Expresa que adorar es reconocer de manera personal y comunitaria el señorío de Cristo en nuestras vidas y en la sociedad, “lo cual hacemos con todo lo que somos, sentimos, padecemos y soñamos”.

    Así mismo Henríquez lamenta que el acelerado crecimiento de la iglesia en América Latina no se refleje en compromisos por los más necesitados, en opciones de transformación social o en la promoción de la justicia, por lo que entiende que el culto debe ser un espacio para celebrar la vida y la justicia y no para domesticar el poder transformador del Evangelio.

    “Las celebraciones cúlticas deberían ser un reflejo de la misión integral del evangelio en el poder del Espíritu Santo, para cantar y celebrar juntos y juntas la esperanza dignificadora y salvadora que tenemos en Cristo” (Henríquez, 2002).

    Seguiré este tema en mi siguiente artículo: “¿Adorar a Dios es un placentero espectáculo?”

     

    (1) Henriquez, C. (04-07 de 04 de 2002). Culto, teología y posmodernidad. De Consulta teológica 2002, "La iglesia ante los desafíos de la posmodernidad": 

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - La posmodernidad frente a la fe

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