Santa Cena y crisis identitaria

La Santa Cena es uno de los grandes tesoros de la fe que se ha perdido en esta compulsiva masificación religiosa. 

14 DE ENERO DE 2024 · 08:00

Eduardo Soares, Unsplash,pan vino, uvas vino
Eduardo Soares, Unsplash

Ningún otro recuerdo ceremonial recoge de manera tan simple y elocuente todo el significado de la obra redentora de Cristo, como lo hace la Santa Cena. Algunas denominaciones enfatizan más que otras los cultos en los que está programada esta ceremonia en la que se memoriza y se resalta todo el significado que tiene la intervención de Cristo en la historia para redimirnos.

Uno de los indicadores que pone en evidencia con mayor notoriedad la crisis de identidad que se manifiesta en la iglesia evangélica de hoy es la poca frecuencia con que es celebrada la Santa Cena. Los escasos cultos que incluyen la ministración de este sacramento van en baja con una marcada tendencia a la desaparición y al olvido.

La omisión y ausencia de este acto memorial instituido y encarnado por el propio Señor Jesucristo no solo es cada más notable en las nuevas congregaciones evangélicas que se han masificado, sino también en muchas iglesias de orden denominacional. La Santa Cena ya no es una celebración tendente a ser resaltada en la agenda litúrgica de nuestras iglesias.

Los cristianos de la primera iglesia celebraban la Santa Cena a menudo. Ellos se reunían con frecuencia para animarse los unos a los otros, orar juntos y participar del pan y el vino, siempre en la expectativa del inminente retorno de Cristo por su pueblo.

El Señor Jesucristo nos invitó a todos de manera personal y directa para que lo recordáramos, y al mismo tiempo para que con el anuncio de su muerte mantuviésemos la viva perspectiva de su retorno. Sin embargo, esta celebración actualmente decae y carece de primacía en los programas litúrgicos de nuestras iglesias.

La Santa Cena es uno de los grandes tesoros de la fe que se ha perdido en esta compulsiva masificación religiosa. Es una celebración que une pasado, presente y porvenir; incluso, trasciende hasta la eternidad. Es una recordación de esperanza y victoria.

Hay una gran cantidad de congregaciones en las que prácticamente se desconoce esta santa ordenanza y no existe el hábito de practicarla de forma periódica. Lo mismo también hay creyentes que llevan tiempo en el evangelio y no han participado o se han olvidado de participar de este memorial cristiano. Ni decir de la gran cantidad de creyentes que toman la Santa Cena sin conocer su sustancia y significado.

Al participar de la Santa Cena con actitud verdadera y sincera, estamos afirmando la vida plena que Cristo quiere para todos nosotros, y estamos destruyendo la muerte, la enfermedad, la separación, el egoísmo, la envidia y la avaricia. Es aplazar por un momento la propensión y la rutinaria tendencia a juzgar a los otros para proceder a juzgarnos a nosotros mismos, para hacernos un examen a fondo de conciencia.

Aunque se trata de una celebración solemne, no falta en ella el gozo donde el Espíritu de Dios se manifiesta. No se queda en lo ceremonioso, en la estrictamente ritual. Desde la Santa Cena podemos ver y cantar la salvación del Señor.

Estamos recordando gozosos la muerte y resurrección del Señor hasta que Él vuelva. Para esto tenemos que discernir el cuerpo de Cristo que implica deponer nuestros egoísmos, nuestros impulsos soberbios y actitudes que hacen que nos creamos superiores a los demás. Discernir el cuerpo de Cristo es estar seguro, es caminar hacia un estado como iglesia donde nadie se sienta excluido, donde nadie se sienta marginado, donde nadie se sienta menoscabado.

Si en mi tiempo de meditación y recogimiento espiritual no logro asumir una sincera actitud de compasión y amor a mi prójimo más allá de mis presunciones religiosas y humanas, no soy digno de participar del Cuerpo y de Sangre de Cristo, que es el huésped que nos invita a mirar el pasado, el presidente, el futuro; incluso la eternidad en el sacrificio de su entrega que nos da entrada y derecho a volver a cenar con Él en las Bodas del Cordero.

Celebramos así con alegría y esperanza la victoria que tenemos en Cristo sobre el pecado, la muerte y todos los poderes del Maligno. En este acto nos identificamos con Cristo en su muerte, con sus sufrimientos, con su vida, con su resurrección, con su regreso y con la permanencia nuestra en su presencia por los siglos de los siglos.

 

Dos posibles causas

Es posible enumerar algunas de las causas por las que se ha minimizado esta encomienda tan encarecida y dramática que les hizo Jesús a sus seguidores ante de entregar su vida por la humanidad.

  • 1.- La Santa Cena, ni estruendo público ni espectáculo

La Santa Cena no es un evento espectacular. A pesar de su gran peso y significado, cualquier otra actividad tiene mayor cumplimiento y preponderancia en nuestras congregaciones.

En medio del estruendo y las extravagancias posmodernas de la época, este memorial ordenado por el mismo Señor Jesucristo, quizás por realizarse en base a elementos tan comunes y cercanos, tan propios de nuestra mesa cotidiana (el pan y el vino), esté sufriendo ese inexcusable olvido, apatía e indiferencia al que ha sido sometido en nuestras congregaciones.

La Santa Cena es una ceremonia litúrgicamente sobrecogedora y solemne. Es un reconocimiento de la redención, de la intervención de Dios en la historia que comienza con la liberación de pueblo de Dios en Egipto y se extiende a la liberación de todos los poderes y ataduras que se resistan a la obra de Cristo en nuestras vidas.

  • 2.- Santa Cena versus Eucaristía

Otra de las posibles causas que ha limitado esta celebración cristiana entre los evangélicos es histórica, ya que la iglesia católica ha enfatizado un determinado aspecto de la liturgia cristiana. Aunque sea bíblico y legítimo, los evangélicos le hemos restado importancia o lo hemos descuidado.

Quizás el hecho de que Leonardo de Vinci haya plasmado este sublime momento en un memorable lienzo que la gente admira y hasta venera más allá de lo estético, haya contribuido con una menor estima de parte de los evangélicos por esta ordenanza de Cristo.

 

La Santa Cena es un recordatorio que debemos enfatizar con más entusiasmo y fervor. Es la escenificación más solemne y propia del significado de lo que Cristo ha hecho por nosotros. Más que un acto religioso es una recordación histórica, un anuncio expectante que debe constituirse en relación a nuestra doctrina y práctica en parte esencial de la identidad que nos señala como auténticos seguidores de Cristo.

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Para vivir la fe - Santa Cena y crisis identitaria