Cómo abordar el cubo de Rubik del suicidio juvenil

Como iglesia no somos siempre conscientes, pero el ejemplo de Jesús apuntando a la necesidad de la gente es una intervención con una influencia social enorme y una gran responsabilidad.

12 DE SEPTIEMBRE DE 2020 · 08:00

Siz Islam, Unsplash,cubo de Rubik
Siz Islam, Unsplash

Los avances tecnológicos y científicos suelen ir más rápido que la adaptación a ellos por parte de la mayoría de la humanidad. Constantemente hay nuevos descubrimientos y desarrollos que requieren una mayor especialización a fin de conocer en detalle el objeto de estudio y tener más precisión.

Ya han quedado atrás los tiempos en los que un mecánico podía arreglar todo un auto o un médico podía atender al paciente en su totalidad sin requerir derivaciones y/o interconsultas. Actualmente hay un sinnúmero de subespecialistas en casi todas las áreas.

De este modo, cuanto mayor es la complejidad de un tema, mayor será la cantidad de especialistas y disciplinas que la abarquen.

En este mes de septiembre que redoblamos el trabajo por la prevención del Suicidio en el mundo, tomamos esta problemática como ejemplo de lo que se viene exponiendo.

Psicología, medicina, abogacía, policía, familiares y amistades son sólo algunos de los equipos que rodean a las personas que de alguna u otra forma se encuentran lidiando con la problemática del suicidio.

Las iglesias no son la excepción; al contrario, como Amilcar Matosian explicó en su artículo "La ‘iglesia samaritana’ protege del suicidio juvenil" los grupos cercanos y la proximidad humana, aunque sea digital, abarcan muchos de los factores de riesgo que pueden presentar las personas con ideas autolesivas. Como iglesia no somos siempre conscientes de esto, pero el ejemplo de Jesús apuntando a la necesidad de la gente es una intervención con una influencia social enorme… y también una gran responsabilidad.

Hace tiempo que se habla sobre la fragmentación de las disciplinas a nivel general y el apremio e importancia de trabajar sobre los puntos en contacto que deben tener las mismas para enfrentar codo a codo innumerables temas. Términos como "multidisciplinario" o "interdisciplinario" son algunos de los que más han resonado en esta época.

Sin embargo hay un concepto que este 2020 cumple 50 años desde que el epistemólogo suizo Jacques Piaget lo describió, me refiero a la Transdisciplinariedad.

La metodología clásica de abordaje de una persona que sufre alguna problemática involucra visitas sistemáticas a múltiples profesionales con las evaluaciones correspondientes e informes que se compaginan en legajos o historias clínicas.

Si bien esto significa un alcance integral de las diversas situaciones porque se da una intervención desde distintas perspectivas y profesiones, carece de una comunicación efectiva y eficiente que permita comprenderlas y abordarlas de manera articulada.

En estos últimos tiempos no sólo avanzó la complejidad de las distintas disciplinas sino que también estamos en una revolución digital y laboral que multiplica las actividades diarias y cada vez nos deja menos tiempo para dedicar a reuniones con personas que quizás no conocemos y no tenemos la costumbre de comunicarnos pero que tienen una mirada distinta a la nuestra sobre el tema.

La transdisciplinariedad apunta a un “espacio de trabajo”. Esto requiere, fundamentalmente, el interés de las partes involucradas entendiendo que siempre es mejor sentarse a una mesa (o una videollamada) intercambiando opiniones; ya que ninguno tiene una visión acabada, completa, infalible (o 100% veraz) del tema y que todas las visiones suman una mayor comprensión y amplitud.

Lo expuesto anteriormente se entiende cuando las diversas teorías de la comunicación mencionan la aclaración de que un mensaje no es sólo las palabras, sino que incluye las expresiones, los gestos, los tonos de voz y los silencios también. Por eso siempre preferimos vernos cara a cara y hablar con aquellas personas que apreciamos antes que enviar únicamente texto.

El apóstol Pablo es un gran ejemplo de esto cuando le escribió a Filemón que esperaba que Dios les conceda tenerlo otra vez con ellos (Fil. v.22) o el mismo Jesús que se apartaba con sus discípulos para pasar tiempo con ellos.

Esta pandemia nos hizo entender el valor de las relaciones y de tener a la otra persona cerca para entender de manera global lo que está pasando. Si trasladamos este concepto al trabajo de especialistas, profesionales y ministros, entendemos que los problemas más grandes necesitan un mayor compromiso invirtiendo tiempo de calidad para atender a la persona que lo necesita.

Como iglesia tenemos que ser ejemplo de búsqueda de lo relacional por sobre lo administrativo u operativo estando preparados y presentes en cada área que atendemos. No podemos dejar que los eventos, reuniones y su organización ponderen por sobre las personas, sentimientos y vínculos.

Somos una herramienta valiosísima por estar en las manos de Dios y debemos acompañar a quien pastoreamos y su entorno, sobre todo en problemáticas como el suicidio, para escuchar su voz y ver sus gestos. 

La Transdisciplinariedad requiere un compromiso mayor y un espacio donde todas las partes puedan hablar y expresar su opinión siendo escuchadas por el resto.

La pandemia de SARS-Cov-2 trajo consigo una expansión de las comunicaciones digitales nunca antes vista. Hagamos de esta tragedia una oportunidad para atender las problemáticas de modo integral sin fragmentaciones que despersonalizan sino entendiendo al ser como cuerpo, alma y espíritu que requieren una atención igual de importante en cada una de esas áreas.

Debajo, entrevista a Amilcar Matosian: Suicidio juvenil: #HagamosAlgo

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Una publicación compartida por Evangélico Digital (@evangelicodigital) el

 

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Pastoral iGen - Cómo abordar el cubo de Rubik del suicidio juvenil