Juan 3.1-15 Una transformación radical

La salvación no es simplemente añadir algo a nuestra vida, a nuestra manera de pensar, o a nuestra cultura.

    04 DE JUNIO DE 2023 · 08:00

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    Jesús habla con Nicodemo

    “…tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna…”

    ¿Quién no escuchó alguna predicación sobre Juan cap. 3? Todos seguramente hemos escuchado sermones y explicaciones referente a esta porción del libro de Juan.

    El vs. 14 y 15 nos señala que, para entender este texto, Jesús tiene que ser levantado.

    Nos encontramos con la maldad humana frecuentemente. Esta semana un jovencito de 16 años, se levantó en una clase y asesinó a la directora de su colegio en mi país. Nunca había pasado. Con este suceso todas las preguntas que corren por la mente de todos tienen que ver ahora sobre cómo estar seguros; en quién podemos confiar; dónde podemos pisar suelo firme; ¿Qué nos está sucediendo?...  

    Y tal vez Juan 3 tiene algo que decirnos hoy.

    Nicodemo es una persona importante, un maestro en Jerusalén. No sabemos por qué fue a Jesús de noche. Puede ser que haya sido por temor a qué diga la gente, pero también podría ser para charlar a solas con Jesús, ya que durante el día la multitud siempre lo seguía.

    Nicodemo llama a Jesús Maestro. Y enfatiza, “que has venido de parte de Dios, porque nadie puede hacer las señales que tú haces si Dios no estuviera con él” (v. 2).

    Al finalizar el cap. 2 habíamos visto que Jesús pareciera que no confiaba mucho en los que lo seguían por las señales y milagros que hacía. Pienso que Jesús nos está queriendo enseñar que la fe genuina no comienza con asombrosos milagros, sino con una relación con Jesucristo; una relación no interesada, sino nacida del agua y del Espíritu.

    También es de notar la palabra que utiliza Nicodemo: “sabemos”.

    Aquí me quiero detener por unos párrafos. Algunos siguen a Jesús por los milagros. Otros siguen a Jesús por el conocimiento.

    “Todos nosotros entendemos que las personas en el mundo hispano saben acerca de Jesucristo […] Pero no conocen a Cristo. No conocen el evangelio de la gracia. Y tampoco conocen la completa revelación de las Escrituras”.

    Esto dijo un famoso predicador norteamericano con su característica petulancia… pero Jesús indica que el nuevo nacimiento no se trata de “conocer” y “saber”.

    Tal vez muchos predicadores hoy, si Jesús les dijera las palabras que le dijo a Nicodemo, se levantarían, y el domingo predicarían que ese Jesús es un latino “mal educado”.

    Bueno, entonces ¿De qué se trata el nuevo nacimiento? Aquí recomiendo leer el comentario de Slade*, las páginas 77 a 91.

    Es interesante que Jesús a pesar de rechazar el conocimiento simplemente teórico, usa aspectos del conocimiento que llevarían a reflexionar en el verdadero significado de todo lo que estaban hablando en ese momento.

    En este capítulo se mencionan dos veces la frase “reino de Dios”. Evidentemente en el libro de Juan, Jesús es el Rey, ya que utiliza frecuentemente esta palabra refiriéndose a Jesús. Y utiliza también la frase “el Hijo del Hombre”, que Nicodemo seguramente sabía que aparecía en el libro de Daniel.

    Y aquí, en este contexto Jesús abre la conversación hacia el tema del nuevo nacimiento. No sabemos si Nicodemo no entendió la introducción que hizo Jesús al tema, o se hizo el tonto. “¿Cómo puedo nacer siendo viejo?” (v. 4)

    Y Jesús va al grano:

    —Yo te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios —respondió Jesús—. Lo que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu. No te sorprendas de que te haya dicho: “Tienen que nacer de nuevo”. El viento sopla por donde quiere, y lo oyes silbar, aunque ignoras de dónde viene y a dónde va. Lo mismo pasa con todo el que nace del Espíritu.

    Nicodemo replicó: —¿Cómo es posible que esto suceda?

     —Tú eres maestro de Israel, ¿y no entiendes estas cosas? —respondió Jesús—. Te aseguro que hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto personalmente, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si les he hablado de las cosas terrenales, y no creen, ¿entonces cómo van a creer si les hablo de las celestiales? Nadie ha subido jamás al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre (3. 5-13).

    Aquí Jesús cuestiona el conocimiento intelectual de Nicodemo, y el conocimiento intelectual de todos los líderes religiosos judíos.

    Y así podríamos por analogía decir que Jesús dice: Los paraguayos somos pecadores, y también los norteamericanos son pecadores; y los europeos, y también los judíos son pecadores.

    Nadie se salva simplemente por haber nacido en Jerusalén; ni tampoco por haber nacido evangélico, ni adventista, ni menonita, ni pentecostal. Nadie se salva por haber nacido evangélico norteamericano.

    Por eso, la salvación no es simplemente añadir algo a nuestra vida, o a nuestra manera de pensar, o a nuestra cultura. Jesús no es simplemente un elemento cultural, que tú lo aceptas, y dejas de vestirte de cierta manera, dejas de fumar, dejas de bailar, dejas de ir al cine o dejas de tomarte una cerveza. Ni siquiera es dejar de mirar a las mujeres que usan minifalda.

    La salvación no es ir a un seminario para pasar “de maldición a bendición”. Tampoco es ir al seminario teológico; ni siquiera es tener dos o tres doctorados.

    Slade dice

    Somos pecadores. Es decir, no somos buena gente con unos pocos desajustes. Somos ciento por ciento pecadores. Por eso, el reino de Dios no puede venir como una sencilla adición a nuestra vida. No puede ser el postre que corona la comida que ya hemos preparado. El reino de Dios no puede venir como broche de oro para cerrar el trabajo que los seres humanos desarrollamos. Tiene que surgir como como confrontación y desafío. Tiene que ser un cuestionamiento que da vuelta nuestros valores y acciones (p. 83).

    Y continua:

    Lo que Jesús hizo con Nicodemo lo repite con todos. Si queremos entrar al reino de Dios, no podemos sólo dar un pacito adelante en un camino ya trazado. Tenemos que volver al inicio. Nicodemo no puede contar su identidad como judío y sus logros como maestro entre los fariseos: si quiere entrar en el reino de Dios, tiene que comenzar su vida de nuevo (pp. 83-84).

    Aquí Slade nos invita a replantear nuestra teología de la salvación, y también nuestros métodos de evangelización.

    No se trata solo de arrepentirnos “intelectualmente”, de levantar la mano, de pasar al frente, de repetir ciertas palabras, ni siquiera de recibir el bautismo de la forma que sea.

    El reino de Dios no representa una sencilla adición a la vida, sino un cambio de dirección…

     

    Otra lección:

    El llamado de Dios, la invitación a integrar el reino de los cielos es para todos, y no solamente para los que nosotros creemos que se lo merecen. No es solo para los norteamericanos, super inteligentes, que entienden el mensaje de Dios de punta a punta como nuestro amigo predicador.

    No es solamente para los de mi religión o denominación. Creo que ya superamos ampliamente esos exclusivismos, gracias a Dios.

    Pero no es solamente para … y ponga aquí la lista de los requisitos que usted pondría para entrar en el cielo.

    Las palabras de Jesús, referente al nuevo nacimiento, no son literales. No se trata de un nacimiento físico. Pero sí son literales, en que todos debemos nacer de nuevo, no importa quién seamos. Muchos andan por allí presumiendo el día y la hora en que nacieron de nuevo.

    En mi vida, pienso que he nacido de nuevo dos veces, cuando después de intentar el suicidio, el agua y el espíritu me dieron nueva vida. Y el proceso del nuevo nacimiento, no estoy seguro si teológicamente todos lo entenderán, es ese viento que no sabes de donde viene ni a dónde va, que todos los días me indica que no soy yo, que no es mi inteligencia, ni mis estudios, los que valen en el reino de Dios.

    En mi vida práctica, creo que de alguna manera este nuevo nacimiento del que habla Jesús ocurre permanentemente, cuando digo “no yo sino Él2.

    Tal vez Jesús se refiere a lo que escribió Ezequiel:

    Los rociaré con agua pura, y quedarán purificados. Los limpiaré de todas sus impurezas e idolatrías. Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes. (Ez 36. 25-27)

    Aquí Slade comenta:

    El ser humano tiene que pasar por una transformación que uno mismo es incapaz de lograr y que debe venir como don de Dios. Está fuera de nuestro poder y control…

    Nicodemo tenía que verse no como “maestro de Israel” (mucho menos como “el maestro de Israel”), sino como alguien herido, con necesidad de curarse por el poder de Dios. (p. 88)

     

    Culminando:

    Relacionando con la maestra asesinada, el alumno asesino, y tal vez con todos los maestros y alumnos que hoy hay por este mundo; Todos necesitamos nacer de nuevo.

    Claro que nunca justificaré un asesinato, pero mientras no se llegue al meollo del asunto, la naturaleza humana, estas cosas seguirán sucediendo. Maestros que se creerán super maestros, alumnos que se creerán super alumnos, Rusos que se seguirán creyendo los super rusos, Ucranianos que se seguirán creyendo los super Ucranianos; Norteamericanos que se seguirán creyendo los super evangélicos, y Paraguayos que nos seguiremos creyendo los super guaraníes.

    El nuevo nacimiento, termina el texto, termina derrotando a nuestro orgullo y autosuficiencia por el suelo, y levantando a Cristo como el Único que puede da un nuevo rumbo a nuestra vida calamitosa.

    “…tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna…”

     

    *Slade, Stan (2006) Comentario Bíblico Iberoamericano. Evangelio de Juan. Ediciones Kairós.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Pytheos - Juan 3.1-15 Una transformación radical

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