Los amish e Israel, únicas sociedades de países ricos cuya natalidad asegura su supervivencia

Ni la inmigración, ni las ayudas públicas. Estudios y datos muestran que la batalla por la natalidad es de valores, apoyando el matrimonio tradicional y la espiritualidad.

    Redacción ED

    ReL · 16 DE OCTUBRE DE 2024 · 08:00

    Jóvenes amish, Kia Sari / Unsplash,Jóvenes amish, familia amish
    Jóvenes amish, Kia Sari / Unsplash

    Un dato parece claro: el partido contra la falta de natalidad se juega sobre todo en el terreno cultural y de los valores. Las ayudas, incentivos, inmigración y otros serán inútiles -a menudo ya lo son- si no hay un nuevo planteamiento por parte que, desde hace decenios, se opone a lo que realmente favorece la natalidad: el matrimonio y las convicciones religiosas.

    El invierno demográfico congela la sociedad europea, la occidental y el mundo en general (por este orden). El descenso global de la natalidad -según una investigación publicada en marzo de 2024 en The Lancet, en 2100 el 97% de los países no tendrá índices de natalidad suficientes para evitar el declive demográfico-, por lo que el problema pasará a ser mundial.

    Según Eurostat, los 4,68 millones de niños nacidos en 2008 en Europa se han reducido progresivamente -a pesar de las ayudas, los flujos migratorios y el aumento de la ocupación femenina- hasta ser sólo 3,88 millones en 2022.

    Los hogares vacíos de niños también empiezan a ser un problema en Estados Unidos donde, según el Center for Disease Control and Prevention, en 2023 nacieron poco menos de 3,6 millones de niños, casi 76.000 menos que el año anterior, marcando el dato más bajo desde 1979.

    La situación no es mucho mejor en Rusia, donde en 2023 el índice de natalidad fue de 1,5 hijos por mujer, similar al mínimo histórico de los años 90. Ni en China, donde el año pasado la población disminuyó en más de dos millones de personas.

    Esto supone un problema real, a veces incluso dramático. La preocupación de los gobiernos ante las sociedades que envejecen y se reducen supone perder dinamismo y potencia, con problemas presupuestarios, ya que se suma que los contribuyentes tienen que financiar las pensiones de innumerables ancianos. Pero las políticas para incrementar los índices de natalidad no funcionan.

     

    Los incentivos legales y económicos no bastan

    A este respecto es muy elocuente la portada del número de mayo de The Economist, titulada Dinero a cambio de hijos. Sin embargo, sigue The Economist, "los gobiernos se equivocan cuando consideran que tienen capacidad para aumentar los índices de natalidad". En realidad, hace tiempo que los expertos hablan de la ineficacia de las políticas de apoyo a la natalidad. "No se ha demostrado que las políticas en favor de la natalidad modifiquen los niveles de fertilidad", declaraba en abril de 2022 Bernice Kuang, demógrafa de la Universidad de Southampton, al Financial Times.

    Antes, en 2020, fue el Australian Financial Times el que tituló: "Por qué las políticas en favor de la fertilidad no funcionan". Es significativo, entre todos, el caso de Canadá, país que tiene unas políticas familiares más fuertes y generosas que las estadounidenses, pero que desde hace decenios tiene un índice de natalidad mucho más bajo.

    Por ello, los políticos añaden a sus promesas poco útiles de reforzar las ayudas y las desgravaciones fiscales por hijos, la carta de la inmigración.

     

    La inmigración, una falsa solución a largo plazo

    La idea de que "nos salvarán los emigrantes" es una estrategia sólo a corto plazo. En realidad, ya en 1992 el economista Carl Schmeetmann subrayaba en Demography, revista de referencia sobre temas demográficos, que "los flujos constantes de inmigrantes, incluso de una edad relativamente joven, no rejuvenecen las poblaciones con una natalidad baja".

    Lo ha admitido el Istat [Instituto Nacional de Estadística de Italia] en 2022, en un documento que concluye "la contribución positiva de la inmigración está perdiendo lentamente eficacia a medida que envejece también el perfil por edad de la población extranjera residente".

    Del mismo modo, el Center for Immigration Studies de Estados Unidos ha llevado a cabo una investigación en la que concluye que "la presencia de inmigrantes en el país ha tenido un impacto muy modesto en el conjunto de la natalidad".

     

    El matrimonio tradicional es clave

    Si la política no lo consigue y la inmigración tiene poca importancia, ¿qué se puede hacer contra el invierno demográfico? Aunque parezca extraño decirlo, el matrimonio sigue siendo un arma decisiva.

    En 2021 repararon en ello Mengni Chen y Paul Yip, de la Universidad de Hong Kong, al examinar cinco contextos distintos, a saber: Hong Kong, Taiwán, Japón, Corea del Sur y Singapur cuando investigaban cuál era el grupo de mujeres con mayor influencia en la evolución del índice de fertilidad total.

    Pues bien, Chen y Yip descubrieron que el grupo femenino que incide más en la natalidad son las mujeres jóvenes entre los 25 y los 29 años que se casan y, más concretamente, hallaron que, para cada crecimiento del 1% del índice de matrimonios entre estas jóvenes, aumentaba también el índice de natalidad. ¿En qué proporción? El 0,3% en Hong Kong, Japón, Taiwán y Singapur;  y de casi el 0,24% en Corea del Sur.

    Sigue esta misma estela Marriage Still Matters, un informe de octubre de 2022 de Lyman Stone y Spencer James en el que, a la luz de una panorámica internacional, se afirma que los cambios, bastante profundos, que ha sufrido la sociedad a lo largo de los decenios no han alterado el vínculo "fundamental, biológica y económicamente arraigado" entre ser una pareja estable y públicamente reconocida y el ser padres.

    Demostración de ello es la Hungría de Viktor Orbán, que en 2010 estaba en el 28º puesto entre los países de Europa por índice de matrimonios, mientras que hoy en día, tras un crecimiento de más del 90%, es el primero. Si bien no ha salido del invierno demográfico, Hungría ha pasado de 1,23 hijos por mujer en 2011 a casi 1,6 (1,548), todo ello sin grandes aperturas a la inmigración, sino más bien al contrario.

     

    El importante papel de la fe en la natalidad

    Aunque tal vez sea chocante decirlo, otro elemento clave en la natalidad siguen siendo las convicciones religiosas. De hecho hay un solo país rico y avanzado que sigue presumiendo actualmente de unos índices de fertilidad muy altos -iguales o superiores a tres hijos por mujer: Israel. País donde -¡qué casualidad!- también hay un componente religioso muy fuerte.

    Entrevistando a 70.000 mujeres en Estados Unidos a lo largo de casi cuarenta años (de 1982 a 2019), se ha visto que la cifra de mujeres en edad reproductiva que frecuentan la iglesia semanalmente (o más) ha descendido; sin embargo, las mujeres que siguen siendo comprometidas con su fe tienen más hijos que sus coetáneas poco religiosas o totalmente laicas.

    Y luego está el curioso caso de los amish, un peculiar grupo evangélico. Los miembros de esas comunidades, presentes en Estados Unidos desde el siglo XVIII, de orígenes protestantes, siguen reglas estrictas, que van desde normas de vestimenta a un firme rechazo a todo cuanto huela a modernidad: nada de automóviles, teléfonos, móviles ni ordenadores. Incluso nada de electricidad ni agua corriente.

    En el último siglo, los amish, gracias a sus elevados índices de natalidad, han pasado de 10.000 a 320.000 personas, un crecimiento superior al 3000% y que no se ralentiza a pesar de que algunos jóvenes abandonan sus comunidades. Hasta el punto de que algunos demógrafos estadounidenses empiezan, con ironía, a preguntarse: "¿Cuánto tiempo se necesitará hasta que seamos todos amish?".

    Las cosas no van así solo en Estados Unidos. Un estudio de 2023 publicado en el European Journal of Population, que ha considerado los datos de once países europeos, ha encontrado "pruebas de un efecto fuerte y positivo de la participación en los servicios religiosos sobre las intenciones de fertilidad".

     

    Otros

    El conjunto de los datos recordados hasta aquí podría integrarse con otras investigaciones, según las cuales también contribuye a bajar la natalidad la vivienda (está claro que los pisos, cada vez más pequeños, no favorecen los nacimientos) o a elevarla el smart working (tienen más hijos las trabajadoras a quienes se les facilita).

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - SOCIEDAD - Los amish e Israel, únicas sociedades de países ricos cuya natalidad asegura su supervivencia

    1 comentarios
    1 17/10/2024 · 00:16h
    Azul
    Excelente artículo! cuando la fe crece, también lo hace la natalidad