Los misterios del manto de Dios

La pregunta para esta hora no es ¿dónde está el Dios de Elías?, sino ¿dónde están los Elíseos dignos de suceder a Elías?

    08 DE ENERO DE 2023 · 08:00

    Muhammad Abdullah, Unsplash,manto
    Muhammad Abdullah, Unsplash

    En el lenguaje tipológico de la Biblia el manto representa un ministerio que Dios forma y deposita en una vida. Incluye un carácter, una dignidad, una gracia del Señor, una unción... Allí donde un hombre de Dios muere queda un manto ministerial por reclamar.

     

    1. EL MANTO DE ELÍAS Y SU SUCESOR ELISEO

    Cuando Eliseo hace la gran petición a Elías, justo antes de que ambos se iban a separar definitivamente, Elías dijo, "has pedido una cosa difícil" (2 Reyes 2:10). ¿Por qué era algo difícil para Elías? Él le había declarado a Eliseo:  "Pide lo que quieras que yo haga por ti antes de que yo sea separado de ti. Y Eliseo dijo: Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí". Pero la petición de Eliseo era muy difícil, realmente no estaba al alcance de Elías. ¿Por qué? Porque el espíritu de Elías era el Espíritu Santo. Todo el ministerio de Elías fue por el Espíritu. Hasta el último milagro que Eliseo presenció: dividir el Jordán en dos.

    Cuando Eliseo pide una doble porción del Espíritu era imposible para Elías concedérselo; solo Dios da el Espíritu (Juan 3:34). Pero como fiel profeta del Señor le revela a Eliseo la condición que se le ponía para que Dios lo hiciera:  "has pedido una cosa difícil. Sin embargo, si me ves cuando sea llevado de ti, así te sucederá; pero si no, no será así"  (2 Reyes 2:10).

    Efectivamente, Eliseo recibió una doble porción del Espíritu Santo, y su ministerio fue tan poderoso, bendecido y sobrenatural como el de Elías. Prueba de ello es que comienza realizando el mismo milagro que Elías había hecho antes de ir al cielo: dividir el Jordán en dos.

    Pero hay algo más que estaba implícito en su petición y que Eliseo recibió, ya que era parte de su herencia como hijo espiritual o discípulo de Elías: su manto.

    Eliseo iba a continuar la labor de Elías. Su obra ministerial no cesaba con la partida al cielo, quedaba un digno sucesor para recoger el manto que, providencialmente, cayó del carro de fuego cuando arrebató a Elías al cielo. Eliseo vistió el manto de Elías. Y allí donde termina uno, comienza el otro.

     

    2. NOSOTROS TAMBIÉN NECESITAMOS LA DOBLE PORCIÓN

    Nosotros también necesitamos una doble porción del Espíritu Santo para esta hora tan oscura.

    Hemos llegado a los tiempos del fin. Si nuestros predecesores en la fe requirieron unción, nosotros necesitamos el doble. Somos la Iglesia de los tiempos del fin, aquella que si se limita a llenar la lámpara de aceite será llamada insensata porque no tendrá bastante. Precisamos la doble porción para que cuando nuestro Señor regrese nos halle con la lámpara encendida.

     

    Debemos pedir constantemente al Padre una doble porción y Él nos la va a dar porque le agrada esta petición, y porque es nuestra herencia como primogénitos. Pero también es nuestra herencia espiritual el manto con el que Dios nos quiere vestir. Hay gracias, unciones, dignidades o ministerios que están buscando alguien que los recoja y que sea digno de reclamarlos, así como lo fue Eliseo para con Elías.

    “También recogió el manto de Elías que se le había caído, y regresó y se paró a la orilla del Jordán. Y tomando el manto de Elías que se le había caído, golpeó las aguas, y dijo: ¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías? Y cuando él golpeó también las aguas, éstas se dividieron a uno y a otro lado, y pasó Eliseo”. 2 Reyes 2: 13-14.

    La pregunta para esta hora no es, "¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías?", sino ¿dónde están los Elíseos que sean dignos de suceder a Elías? Porque Dios se nos quiere manifestar de la misma forma o aún mayor. “En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores que éstas hará, porque yo voy al Padre”. Juan 14:12.

    El deseo del Señor para la siguiente generación no es que sigan en el mismo nivel, sino que vayan aún más lejos y hagan obras mayores que las que ha hecho la generación anterior. Pero para que lo logremos necesitamos dos cosas:

    - Una doble porción del Espíritu Santo.

    - Y ser dignos del manto, para poder recogerlo, como Eliseo hizo con el manto de Elías.

     

    3. HAY MANTOS QUE SE RECOGEN Y OTROS QUE DIOS ASIGNA

    Hay mantos que se recogen y otros que Dios asigna. Debemos entender que si somos sucesores de un ministerio podemos reclamar su manto como nuestra herencia. Una vez que el manto cae lo debemos recoger.

    Hace diez años que mi pastor fue llevado al cielo, pero yo sé que su manto no ha caído a tierra, pues sus hijos espirituales lo hemos recogido. Ahora nosotros debemos continuar con el ministerio que él comenzó en la tierra, y hacerlo con las dos cosas que Dios nos da como respaldo: la doble porción del Espíritu y el manto del fundador de nuestro ministerio.

    Ahora bien, también el Señor en su soberanía imparte mantos a determinadas vasijas. Mantos como el de Elías, que cayó a tierra cuando Eliseo murió y nadie fue digno de recoger su manto ministerial o reclamarlo, pero el Señor le asignó ese manto a Juan el Bautista, y cuando este hombre de Dios estuvo preparado para su ministerio en la tierra Dios se lo impartió.

    Debemos entender que, aunque Juan era el vaso escogido para el manto de Elías (el que preparaba el camino al Señor con el espíritu y poder de Elías), Dios no le entregó el manto hasta que Juan no estuvo preparado. Pero lo importante es que Juan el Bautista fue digno de aquel legado espiritual.

    ¿Pero qué sucede si nosotros somos unos pusilánimes, carnales, hombres y mujeres indignos del precioso legado? Que Dios le asignará sus mantos a otra gente, porque lo de Dios no muere, no puede enterrarse sin más. Quizás pasa un poco de tiempo hasta que el Señor levanta una nueva generación y les entrega el manto. O pasan siglos, como sucedió con el manto de Elías hasta que lo recibe Juan. Pero antes o después lo de Dios resucita y se activa.

     

    4. EL MANTO DE PABLO: ESTEBAN

    Pienso que el manto de Pablo no es otro sino el manto de Esteban.

    El Señor levantó un poderoso ministro en Esteban: lleno de fe y del Espíritu Santo. Que hizo una labor corta pero eficaz: Hechos 6:5, 8-10, 13, 15.

    Cuando Esteban muere, el manto de este santo varón no desaparece. Dios, en su propósito eterno, le asigna el manto de Esteban a uno de sus asesinos, un tal Saulo que guardaba las ropas de los que apedrearon al mártir:

    Hechos 8:1 y Hechos 7:58: “Y Saulo estaba de completo acuerdo con ellos en su muerte... Y echándolo fuera de la ciudad, comenzaron a apedrearle; y los testigos pusieron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo”.

    Saulo no solo recibió los mantos de los fanáticos judíos aquel día, sino que también guardó el manto de Esteban, ya que el Señor se lo asignó sin que él lo supiera.

    De nuevo se cumple esta máxima: allí donde un hombre de Dios muere y es llevado al cielo, allí queda su manto para recogerlo. Pero en este caso Saulo no lo recogió, sino que se le asignó y quedó a sus pies. Pasaron muchos años, y cuando Pablo estuvo listo y fue digno del legado, cuando se convirtió en Pablo, el apóstol, por fin pudo ceñirse el manto de Esteban que le fue asignado.

    El manto de Pablo, indiscutiblemente, lo portaron al menos dos hombres más:

    - Timoteo, su discípulo y sucesor. Que pudo reclamarlo como su legado espiritual.

    - Lutero, que lo recibió por gracia en el mismo lugar donde Pablo, siglos antes había muerto.

    El manto de Pablo representa el puro evangelio frente al evangelio adulterado de las obras y la religión. Cuando aquel monje agustino, Lutero, fue a Roma por primera vez, esperando encontrar la ciudad más santa del mundo, se quedó aterrado con la maldad del lugar y la perversión religiosa que presenció. Y mientras subía de rodillas la Scala Santa (penitencia típica de aquel tiempo en Roma para cualquier peregrino) un texto bíblico golpea su corazón: "Mas el justo por la fe vivirá" Romanos 1:17. Y allí nació Lutero, el reformador. Esta revelación marcó a Lutero, quien se fue de Roma con algo más que indignación. Sin que él lo supiera portaba un manto que le fue asignado por el Señor, el manto de Pablo.

     

    5. RECLAMEMOS EL MANTO DE PABLO

    En Roma, donde Nerón había decapitado a Pablo, el manto del apóstol (que no era otro sino el manto de Esteban) fue impartido por el Plan Divino a Martín Lutero.

    Sin ningún tipo de presunción, y desprovistos de cualquier sentido de exclusividad, el manto de Pablo es un legado espiritual que nos corresponde y que debemos reclamarle al Señor, junto con una doble porción de su Espíritu Santo.

    Si el manto representa una gracia, dignidad, carácter, unción o ministerio, el manto de Pablo comprende todo aquello que es característico en el apóstol. Gracias a Dios, la figura de Pablo se puede estudiar ampliamente, porque de ella se nos habla en los Hechos de los Apóstoles y, por otra parte, está accesible mediante las trece epístolas que escribió.

     

    6. EL MANTO DE PABLO: LA PLENITUD DEL EVANGELIO

    Yo lo resumo así: el manto de Pablo es el ministerio del evangelio del Reino, respaldado con un carácter santo y abnegado, y con el poder del Espíritu Santo mediante señales, prodigios y milagros.

    No podemos separar ninguna de estas tres cosas:

    - La Palabra: el Evangelio de la gracia; el reino de Dios; la vida del Espíritu; todo el consejo de Dios; la revelación de Jesucristo; etc.

    - El carácter: santidad; consagración; amor; abnegación; entrega; pasión; obediencia; etc.

    - El poder: las marcas de un verdadero apóstol con señales, prodigios y milagros que se dieron constantemente en el ministerio del de Tarso.

     

    7. NOSOTROS NECESITAMOS ESTA PLENITUD TAMBIÉN

    Dios, por su gracia, nos ha concedido una revelación clara y amplia del mensaje que el mundo necesita: el Evangelio del Reino de Dios. Y nos va dando más y más palabra para que podamos entender todo el consejo de Dios, sin dejar fuera nada que sea útil y necesario para edificar plenamente a la Iglesia de Jesucristo (merece la pena volver a leer Hechos 20:18-21, 25-27, 31-32).

    También nos enfatiza constantemente el carácter que precisa en nosotros para que seamos dignos del ministerio al que nos ha llamado. El Señor nos lleva a buscar la llenura del Espíritu. La llenura de fe también, como se nos dice de Esteban. La santidad e integridad en todas las áreas, para poder representar a un Dios tan puro y santo: en lo personal, familiar, financiero, sexual, laboral... Y hasta ahora, trabaja constantemente en exponer y purificar nuestras motivaciones, emociones, anhelos y expectativas. Es una obra incesante y muy intensa hasta hacer de nosotros buenos heraldos de su Reino en las naciones.

    Pero hay una dimensión que el Señor quiere desatar y multiplicar en este tiempo, y que forma parte del manto de Pablo (que es el de Esteban a su vez): el poder del Espíritu, manifestado en maravillas, curaciones, milagros y liberaciones.

    El ministerio de Pablo era en la plenitud de la bendición de Cristo (palabra, carácter y poder) y así debe ser también el nuestro.

     

    8. CONCLUSIÓN

    Es la hora de pedir el manto de Pablo, por la fe, y de que seamos dignos de ese legado.

    Además, Elías debe venir de nuevo, antes de la Segunda Venida de Cristo, es decir, su espíritu, su manto, su dignidad... Esto no es algo exclusivo para un solo hombre, será un manto sobre todos los discípulos auténticos del Señor Jesús, quienes tenemos el deber de continuar la labor apostólica y profética en este tiempo final, en las naciones.

    Por último, hemos de entender que hay mantos que Dios ha impartido en ministerios y congregaciones, y los hijos de esos ministerios los pueden reclamar.

    Grandes hombres y mujeres de Dios han partido al cielo: Billy Graham, Corrie ten Boom, Luis Palau, el Hermano Pablo, David Wilkerson, Kathryn Kuhlman, etc. ¿Dónde está el Dios de ellos? Él sigue esperando los nuevos evangelistas, apóstoles, servidores fieles y abnegados, dignos de portar esos mantos poderosos y otros nuevos que Él va a diseñar para su gran obra en la tierra.

    ¿Dónde están los Eliseos de hoy? Digamos juntos: “henos aquí”.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Soliloquios - Los misterios del manto de Dios

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