Fosos y fuentes
En nuestra administración madura y responsable de los fosos y las fuentes está el secreto del servicio a Dios.
12 DE FEBRERO DE 2023 · 08:00

En este soliloquio hablaremos de cómo en la vida hay fosos, lo que nos drena, y fuentes, lo que nos llena, y que saber distinguirlos y administrarlos tiene mucho que ver con nuestra calidad de vida y la capacidad de servir bien a los demás.
1. Fosos
Empecemos hablando de los fosos. También llamados pozos, cisternas u hoyos.
El Salmo 103 verso 4, dice que el Señor es “el que rescata del hoyo tu vida”. Los fosos de la vida van a ser inevitables, son parte del proceso y son imprescindibles para conocer al Señor, porque cuando Él te rescata de un agujero oscuro, estrecho, como una cárcel, donde has estado durante largo tiempo, descubres su poder y lo conoces mejor; le dices a tu alma: no olvides al Dios que rescata del hoyo tu vida.
Todos los hombres y mujeres de Dios, como parte de su proceso, pasaron por hoyos, llamados en la Biblia fosos y cisternas. Veamos algunos ejemplos.
- David dice, “Eres el que me ha librado del hoyo de la desesperación, del lodo cenagoso” (Salmo 40: 1 al 3). Jeremías dice “cavaron hoyo a mi alma. Me quisieron hundir” (Jeremías 18: 20 y 22). En Jeremías 38, 6 al 13, vemos la cisterna con cieno en la que echaron al profeta, a modo de cárcel. Jeremías hubiese muerto si no intercede por él el eunuco Ebed-Meleq. En Lamentaciones 3:53 describe cuán húmedo y oscuro era el lugar: “Invoqué tu nombre desde la cárcel profunda”.
- Igual que Pablo y Silas en Filipos, Jeremías estuvo en una cárcel profunda debido al rechazo y a la persecución por servir al Señor. Servir al Señor trae consigo oposición y pruebas, rechazo y persecución de una manera u otra, pero vemos cómo de los fosos se saca siempre algo, como un tesoro. Puede ser una nueva alabanza, una experiencia con ángeles, un encuentro con Jesús, un nuevo nivel de fe y oración o una promoción a otro nivel de madurez. Tal vez, ver el poder de Dios como lo vio Daniel en el foso de los leones (Daniel capítulo 6).
- José también estuvo en un foso; el foso de la traición (Génesis 37:20-29).
De aquí extraemos el principio de que para servir bien hay que sanar primero.
Si José no sana de esta traición jamás hubiera podido ser usado por Dios. De igual forma, si David no sana del recelo del resto de sus hermanos y de la poca fe que en él tenía su padre no hubiese sido un hombre de Dios; más bien hubiese sido un hombre problemático. Si Ester no sana de ser una joven cautiva en tierra extraña; una inmigrante, huérfana; en fin, si Ester no sana de su historia tan dura no hubiese llegado a ser reina. Daniel fue otro inmigrante con una infancia y juventud muy dura. A Jeremías Dios lo llama siendo joven. Su llamado de profeta lo coloca en contra de todos. Tiene que batallar con el temor. Le llaman el profeta llorón. Jeremías también tuvo que sanar para poder servir. ¿Qué decir de Jesús? Él tuvo un carácter saludable y no cayó en traumas y ofensas por ser inmigrante en Egipto, o porque lo quisieran matar de niño o porque tuviese que soportar el que lo llamaran “hijo de fornicación”. Pudo ser nuestro líder y salvador porque era un hombre sano en carácter y en autoestima.
¿Cómo sanar? Jesús, el Buen Samaritano, te debe sacar de allí, del foso de la desesperación. Él no te da un colchón y una televisión para hacer tu cárcel más llevadera. Jesús te saca.
Ahora bien, no sales si no perdonas. Job solo fue restaurado al doble después de perdonar a sus amigos, cuando oró por ellos. Aunque ya había hecho las paces con el Señor, no fue restaurado hasta después de que oró por sus amigos. Y es que, las cadenas que mantienen a muchos en el foso son la falta de perdón, y Jesús no tiene la llave, la tienes tú, la tenemos cada uno de nosotros.
Jesús sana nuestra autoestima, nuestra identidad. En definitiva, si no sanas no puedes liderar. Debes hacer un esfuerzo, con la ayuda del Señor, de conocerte. Debemos mirar dentro, comprender lo que nos pasa, por qué somos como somos, por qué seguimos en el pozo de la desesperación, en el lodo cenagoso, por qué seguimos en el pozo del rechazo o la traición y no avanzamos.
En mi caso luché con un pensamiento tendente a la depresión y un sentimiento de culpabilidad. Buscaba valor en la aceptación de los demás porque había una mentira instalada en mi cabeza: que no sería capaz de hacer feliz a otros. Debía enfrentar todo eso para sanar y que Dios me pudiera usar.
2. Fuentes
Para empezar a hablar de las fuentes, vamos a ir a la historia de una mujer que estaba en un foso. Me refiero a la samaritana de Juan capítulo 4, versículos 4 al 42. Ella estaba en el foso de la religiosidad y también en el hoyo de amores imperfectos.
Todo lo que queremos hacer una fuente, sin serlo, acaba convertido en un foso
Esta mujer buscaba amor perfecto en hombres imperfectos. Buscaba su fuente en lo que era una cisterna rota, que no retiene el agua.
Porque dos males ha hecho mi pueblo:
me han abandonado a mí,
fuente de aguas vivas,
y han cavado para sí cisternas,
cisternas agrietadas que no retienen el agua. (Jeremías 2:13)
En Murcia, la región de España en la que actualmente resido, entendemos perfectamente la diferencia entre una fuente de aguas vivas y una cisterna. Las cisternas de los judíos equivalían a las balsas y embalses de riego que tenemos en Murcia. Los judíos cavaban en la roca una piscina o balsa con la que guardaban agua de lluvia para soportar una sequía.
No es lo mismo tener agua de un río, que tener agua en balsas, donde el agua se evapora o se puede echar a perder. Solo sirve para regar. ¿Cómo comparar el agua de cisterna con un manantial de agua viva? Peor aún si la cisterna está agrietada y pierde el agua. Al final se convierte en un foso vacío, ideal para animales o para encarcelar, como se encarceló a Jeremías en una cisterna vacía.
Recordemos el principio: Todo lo que queremos hacer una fuente, sin serlo, acaba convertido en un foso. La samaritana tenía cisternas rotas en las que solo quedaba fango y oscuridad, pero Jesús se le revela como la fuente de agua viva.
Jesús no solo te da agua viva, Jesús es la fuente de agua viva. Así se revela en Apocalipsis 21:6: “Yo le daré de la fuente del agua de la vida”, dice Jesús. En Hebreos 5:9 leemos que Jesús “vino a ser fuente de eterna salvación para todos los que le obedecen”. En Juan 7, 37 al 39, Jesús dijo: “El que cree en mí, de lo más profundo de su ser, brotarán ríos de agua viva”. Entonces, el que cree en Jesús tiene un fluir en su interior de agua viva. La palabra “agua viva” es ‘zaó’: agua que fluye desde un manantial, agua que burbujea, que corre. Término opuesto al agua de cisternas o estanques. Es el agua de fuentes y manantiales. Jesús decía esto “del Espíritu que los que habían creído en él habían de recibir” (Juan 7:39). Agua viva es agua corriente. Agua que corre, que fluye.
En Apocalipsis 7, verso 9 y versos 14 al 17, dice que Jesús nos guiará a manantiales de agua de vida, porque Él será el que nos pastorea. Jesús no nos guía a fosos, nos guía a fuentes de agua viva. El liderazgo saludable guía a fuentes de agua, es decir, así como el Espíritu guía a Jesús, nosotros guiamos a la gente a conocer al Espíritu y a conocer a Cristo, a depender de Cristo. Si guiamos a las personas hacia nosotros mismos nos convertimos en guías ciegos, que guían a otros ciegos y ambos caerán en el hoyo.
Todos tenemos cuatro tanques o depósitos que debemos cuidar: El cuerpo, la mente, las emociones y el espíritu
Hay actividades que me llenan y otras que me drenan. Y debo aprender a cuidar estos tanques o depósitos para no servir a Dios desde la sed, sino desde el equilibrio.
Le dice Pablo a Timoteo: “Cuida el depósito” (1ª Timoteo 6:20 y 2ª Timoteo 1:14). Y Pablo está convencido de que Dios lo va a ayudar a cuidar su propio depósito hasta el fin (2ª Timoteo 1:12). Guardar el depósito equivale a guardar lo depositado. Cuidar lo encomendado. Ser responsables y diligentes con lo que nos ha sido confiado.
¿Qué nos ha sido confiado? Timoteo podría contestarnos: la enseñanza; la palabra sana; el ministerio que recibí del Señor; la Iglesia; los dones que el Señor me ha dado; el Espíritu Santo… Y yo añadiré a toda esa lista: los bienes materiales; la familia; las relaciones; el propósito de Dios; y nuestra salud.
Como parte de la responsabilidad de cuidar la salud es necesario aprender a cuidar estos cuatro tanques o depósitos: el corporal, el mental, el emocional y el espiritual. Por cierto, estos depósitos están conectados entre sí. Y cómo está uno afectará a los otros.
¿Qué es servir con equilibrio? Que haya un fluir del agua de Dios en mí. Mantengo los niveles. Hay un desgaste (o me dreno, me vacío), pero diariamente me cuido (bebo o me lleno). Eso es lo que hacía Jesús.
Pero también hay un peligro: ministrar desde la sed y que entremos en un desequilibrio.
-Que corporalmente estemos cansados, enfermos.
-Que mentalmente estemos bloqueados, desgastados.
-Que emocionalmente estemos sensibles, colapsados.
-Que espiritualmente estemos débiles, sedientos.
Si ministro desde la sed entro en una deshidratación espiritual y puede ser mortal para cualquiera de nosotros: que enfermemos por esa debilidad y ya no podamos continuar sirviendo al Señor.
Hoy nos debemos preguntar: ¿Qué me drena incorrectamente?
Hay un vaciarnos sano y necesario. Jesús dijo: “Virtud ha salido de mí” (Lucas 8:46). Nos debemos desgastar. Nos debemos cansar correctamente. Aquí vemos un ejemplo: virtud salió de Jesús. Y, además, esto nos muestra cuán consciente estaba Jesús de sus niveles de virtud, de ‘dunamis’.
‘Dunamis’ es la palabra griega para poder, energía, potencia o fuerza. Jesús sabía mantener su energía porque se renovaba en el Padre; se renovaba en la presencia de Dios.
Hay tres ejemplos de cosas que nos pueden drenar incorrectamente.
1. Abarcar más de lo que puedo: El mismo Jesús tuvo doce discípulos principales, en los que se centró; tres de ellos más cercanos. Y él, en su ministerio, no fue a los gentiles, solo a las ovejas perdidas de la casa de Israel. No abarcó más.
2. Querer hacer lo que Dios no me llama a hacer o no tengo la habilidad de hacer: En 1ª Corintios 1:17 vemos que Pablo estaba muy consciente de a qué le había enviado Cristo. Dice, “Cristo no me envió a bautizar, sino a predicar el Evangelio”. Entonces, Pablo no quería desgastarse innecesariamente en aquello a lo que Dios no le había enviado.
3. Relaciones incorrectas: Pueden ser personas que me quieren hacer su fuente y, por lo tanto, me drenan. O que abren una brecha en mi fe o en mi integridad. Hay relaciones tóxicas, viciadas, que traen un desequilibrio a nuestras vidas. Cuidado con ellas.
¿Qué es lo que me llena?
En lo natural debemos beber ocho o diez vasos de agua al día, dos litros, si estamos en modo inactivo. De 12 a 15 vasos de agua, 3 litros, en modo activo. Especialmente, si voy a practicar un deporte o hacer una actividad que sea exigente, como un trabajo duro, necesitaré un litro extra.
Igualmente, debo tener un cuidado constante de mi vida espiritual, mental, emocional y corporal. Y, sobre todo, en periodos más exigentes. En esos tiempos, como en la recta final del ministerio de nuestro Salvador, cuando hay más oposición o más demanda, debo beber más de la fuente.
¿Qué es lo que me llena? En los cuatro tanques:
-En lo espiritual: la oración, la Palabra, la soledad con Dios, la vida de Iglesia…
-En mi mente: el entretenimiento sano, buena música, buena lectura, formación constante…
-En mis emociones: las buenas relaciones, practicar deporte, tener con quien desahogarme…
-En mi cuerpo: el descanso, alimentarme bien, dormir suficiente…
En nuestra administración madura y responsable de los fosos y las fuentes está el secreto de un servicio que se mantendrá vigoroso hasta que el Señor nos llame a su presencia.
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Soliloquios - Fosos y fuentes