La salud emocional de los pastores

¿Se puede servir al Señor con alegría? El oficio de pastor es uno de los más difíciles que hay.

14 DE MAYO DE 2023 · 08:00

Tima Miroshnichenko, Pexels,hombre orando
Tima Miroshnichenko, Pexels

Servid a Jehová con alegría. Venid ante su presencia con regocijo. Salmo 100:2

El soliloquio de hoy se resume en unas pocas palabras: Dios quiere que le sirvamos con alegría.

Según el Nuevo Testamento, es el ideal de Dios. Dice 1 Tesalonicenses 5:16-18.Estad siempre gozosos, orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis al Espíritu”.

Y en Romanos 12:11-12. “En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza, sufridos en la tribulación, constantes en la oración”.

Ahora bien, todo aquel que lleva un tiempo sirviendo al Señor, sabe muy bien que mantener la alegría en el servicio de forma continuada es una de las cosas más difíciles en la vida cristiana.

Yo le di mi vida a los 16 años, y en diciembre de 1998 fui ordenado pastor. Pronto cumpliré 25 años como ministro apartado a tiempo completo, y he tenido etapas en las que he servido al Señor sin regocijo. He perdido la alegría por diversas razones.

Más allá de mi propia experiencia, el oficio de pastor es uno de los más difíciles que hay. Se han llevado a cabo estudios en los que se analiza la profesión de ministro.

Frente al mandato de servir al Señor con alegría hallamos esta otra realidad:

  • Muchos se sienten solos.
  • Casi un 40% abandonaría el ministerio si pudiese ganarse la vida de otra forma.
  • Un alto tanto por ciento reconoce tristeza en su servicio o síndrome del quemado.
  • En las respuestas anónimas reconocen (más de la mitad de los encuestados) que han descuidado su devoción personal y sobre todo leen la Biblia para preparar sus mensajes.
  • Hasta depresión y pensamientos de suicidio, son una de las amenazas del ministerio.

 

¿Por qué es desgasta tanto servir a Cristo?

  • Porque estamos para todos, en muy diversas necesidades y en todo momento.
  • Porque la exigencia de santidad, espiritualidad y fortaleza es sumamente alta.
  • No puedo dar lo que no recibo. La imagen del camión cisterna, que provee combustible a las gasolineras y que se queda sin gasolina es muy gráfica. El famoso doctor Meyer recibió la visita en su despacho de un pastor que estaba frustrado con su ministerio. Después de años sirviendo al Señor no obtenía resultados. Y este pastor le preguntaba al doctor Mayer cuál era el problema. El doctor Mayer le contestó: “Pruebe a respirar sin aspirar”. “Pero eso es imposible, caballero”, dijo aquel. “Pues eso es lo que usted está queriendo hacer en su ministerio. Usted quiere dar sin recibir primero”.
  • Además, hay desengaños y traiciones en el servicio a Cristo, y más cuando somos líderes.
  • Muchos tenemos una dedicación parcial. Nuestro trabajo es bivocacional.
  • Y reconozcámoslo, es difícil conciliar la vida familiar y la ministerial. Dios dice: “no es bueno que el hombre esté solo”. Pero Pablo es muy osado: en 1 Corintios 7 argumenta que, ante la pronta venida del Señor y la fuerte demanda que supone servir a Cristo, lo ideal es que todos sean como él. El problema es que no todos tienen su don... Entonces, si no hay más remedio, cásate... Es para meditar en ello.

¿Habrá alguien que me lea y que ha perdido la alegría en el servicio por alguna de estas razones?

 

Posibles soluciones

Lucas Leys, en un interesante artículo sobre estrategias de bienestar mental propone algunos hábitos que ayudarán a no colapsar en el ministerio.

Dice él: “Los pastores y líderes deben reconocer que, si no se preocupan por su salud mental, no tendrán la fuerza para cuidar adecuadamente a nadie más. En otras palabras, si los ministros no se protegen a sí mismos, carecerán de la calidad de salud para ayudar a los demás. Ante el agotamiento y estrés psicológico, existen siete estrategias que pueden reducir sus efectos adversos y mejorar el bienestar psicológico general”.

  1. Mantén un equilibrio entre la vida laboral y personal. El hecho de que los pastores a menudo anteponen las necesidades de los demás a las suyas constituye un indicador claro de que necesitan equilibrio. El equilibrio entre el trabajo y la vida personal es imprescindible.
  2. Abraza una teología de gracia y una espiritualidad del secreto.
  3. Ten amigos. Al menos uno o dos amigos con quienes patalear, ventilar, preguntar... Y no, definitivamente, no deberían ser tus empleados.
  4. Practica la actitud de gratitud. La Biblia nos anima a dar gracias en toda circunstancia (1 Tes. 5:18). La gratitud es una emoción que beneficia el bienestar, ya que construye otras emociones positivas.
  5. Haz ejercicio. Un entrenamiento físico de 30 a 60 minutos alivia el estrés y produce endorfinas, la hormona de la felicidad.
  6. Tómate vacaciones, busca retiros con Dios y toma en serio el día de descanso.
  7. Pide ayuda a tiempo. Todos necesitamos consejeros y si notas principio de depresión o que tu ansiedad te está robando la paz muy a menudo, busca un consejero.

 

Una experiencia personal

¿Será posible servir al Señor con alegría, como dice el Salmo 100:2? Hoy creo que sí, pero hubo un momento en mi ministerio en el que pensé que era imposible:

Yo he tenido dos grandes crisis ministeriales en las que he estado a punto de dejar el llamado a un lado. La primera fue después de diez años en el pastorado. Una primavera, me puse a ver vídeos con mi esposa y mis hijos de las últimas dos Navidades. Delante de mí, en la pantalla, aparecía un padre de familia y un esposo ausente. Un hombre gris, con semblante triste. En aquella primavera, ya tenía mis cuatro hijos: Rebeca de ocho años, Enoc de seis, Rubén de tres y Caleb de un año. Aquellas visualizaciones fueron la gota que colmó mi vaso. Era copastor de un gran hombre de Dios, pero la verdad es que mantenía fuertes tensiones con él y me sentía en un desierto ministerial. Para que los niños no me vieran llorar, entré al cuarto de baño completamente roto. Vanessa vino detrás, me abrazó y le dije: Si esto es servir al Señor, yo no quiero servirle más. No quiero que mis hijos crezcan junto a ese padre de las grabaciones.

¿Por qué no abandoné en aquel tiempo? Por pura gracia. La voz profética que vino fue la de mantenerme en mi lugar. “¡Resiste!”, me gritó el Señor. ¿Pero cómo hacerlo? No tenía la fuerza ni la sabiduría ni la capacidad emocional necesarias.

En primer lugar, descubrí que yo no era el Señor de la obra. No podía querer controlarlo todo. Solo podía hacer mi parte; la obra es del Señor y Él la cuida. Tuve que responder a estas dos preguntas: ¿Qué es lo que el Señor me pide hacer? Y, lo que era más importante, ¿qué es lo que no me pide que yo haga y, simplemente, debía aprender a descansar en Él? Porque fue Jesús quien dijo: “edificaré mi iglesia”.

En segundo lugar, me tuve que hacer un hombre del desierto. Creo que todos, lo sepamos o no, somos gente del desierto. ¿Cómo vivir en el desierto? Por la nube de la Presencia de Dios.

En el Salmo 100, verso 2, se nos revela esta verdad. Servid a Jehová con alegría. La palabra allí es SIMCHAH: se traduce ALEGRÍA. Es la que se usa más a menudo en el Antiguo Testamento. Pero luego dice: Venid ante su presencia con regocijo. Y la palabra regocijo en hebreo es de muy escasa aparición (solo cuatro veces), es RENANAH: se traduce REGOCIJO: significa GOZO ABSOLUTO; ALEGRÍA EXULTANTE. Viene de RANAN: un grito de gozo, una alabanza de triunfo.

Esta es la verdad que subyace del Salmo 100, verso 2: Es la presencia de Dios la que nos provee el regocijo.

El regocijo de su Presencia alimenta mi servicio. Es decir, el renanah de Dios hace posible que pueda servir con alegría, con simchah.

Esta situación que atravesamos, a los diez años de pastorado, nos hizo adentrarnos más en la presencia del Señor, en la nube. El Espíritu Santo nos sostuvo en aquel desierto; nos llevó a buscarlo con más desesperación y determinación, y extraer nuestro gozo y alegría de su presencia; para resistir e incluso disfrutar al servirle.

Dios me ayudó a honrar a mi pastor y a confiar más en el Señorío de Cristo en la obra de APR. En aquel tiempo yo no lo sabía, pero en cinco años Dios se llevaría al Cielo a Fernando. Os puedo asegurar que fueron los mejores tiempos de su ministerio y también de la Iglesia. Mucho de lo que somos hoy es gracias a la unidad y a la honra que por la misericordia del Señor mantuvimos en esa última etapa de mi pastor. Pudimos hacer bien el cambio generacional.

 

¿Qué es servir con alegría?

Las emociones van y vienen. Es algo más que emociones.

  • En el servicio de Dios hay grandes alegrías.
  • Y también quebranto, lágrimas, las marcas del Señor...

Servir al Señor con alegría tiene que ver con honra.  Me explico: Cuando yo entiendo que servir es un honor, una altísima distinción, entonces, se cumple, 2 Corintios 9:7. Le doy al Señor mi servicio de buena voluntad, de corazón, no con tristeza. Dios ama al dador alegre...

1 PEDRO 5:2-3 NO POR OBLIGACIÓN, SINO VOLUNTARIAMENTE; NO POR GANANCIA DESHONESTA, SINO CON ÁNIMO PRONTO.

(Hebreos 13:17: No quejándome) con alegría es: con ánimo pronto, voluntariamente, de corazón, como una honra.

La segunda vez que casi dejo el ministerio tuvo que ver con este principio de honrar el ministerio.

Me enredé en los negocios de este mundo. Se me metió una idea en la cabeza: que yo era una carga para la iglesia y que, más bien, debía ganar dinero con una empresa e incluso proveer puestos de trabajo para los hermanos. En el fondo era una forma sutil de orgullo: como decir a Dios, yo no voy a recibir sustento de la gente, me cuidaré a mí mismo y seré yo quien proveerá para los hermanos.

Me cegué. Dejé de oír claramente al Señor. No hice caso a los profetas que me mandó. Y experimenté el Salmo 51:12. Perdí el gozo de la salvación. No por perder la salvación, sino por salirme del plan de Dios y estar en desorden, en desobediencia.

Cuando desperté de mi engaño y me di cuenta del error, consideré que era tan grande mi pecado que le presenté al Señor mi carta de renuncia. Pero Él no la aceptó.

Me sentía indigno, infiel. Entonces, redescubrí la gracia. Lo que dijo el apóstol Pablo en 1 Timoteo 1:12:

Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio...

¡Me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio! No que yo era fiel. Me tuvo... Eso es gracia.

Servir a Cristo es un honor; una honra que nadie toma para sí, sino que la recibimos cuando somos llamados por Dios; y tener un sustento de las ofrendas santas de su pueblo, es algo igualmente digno, honroso.

La gracia te hace deudor. Después de esa experiencia, renové el gozo de servir al Señor.

¡Regocijaos! ¡Regocijémonos! Filipenses 4:4. Para mí, lo que dice Pablo de regocijarnos en el Señor tiene doble sentido. La clave es el prefijo ‘RE’.

  • ‘Re’ de renovar: renovar el gozo. Haz nuevo tu gozo. ¡Renovemos el gozo!

Y es lo que creo que el Señor quiere hacer con nosotros, que renovemos el gozo del llamado. Hacer nuevo el gozo por sabernos honrados, porque Dios, el Rey, nos quiso poner a su servicio.

  • ‘Re’ de remover: remover el gozo. Vuelve a mover tu gozo. ¡Mueve tu gozo! Pero ¿cómo vas a mover algo que no está? Hay que tomar el gozo de su presencia, y al moverlo, en gratitud y alabanza, nos renovamos, nos fortalecemos, nos volvemos a apasionar...

 

Un tercer problema: cuando perdemos el enfoque

Esto es lo que le pasó a Marta. Lo leemos en Lucas 10:38-42. “Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres y acercándose dijo: Señor ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas”.

Cuando servimos al Señor y perdemos el enfoque en Jesús (en que lo hacemos para Él y que buscamos su agrado, su sonrisa) entonces entra la molestia y el afán.

Si en el servicio al Señor ponemos los ojos en los hombres estamos perdidos.

  • Los que no nos dan gracias...
  • Los que nos tratan de forma desleal...
  • Los que no se ponen a nuestro lado a servir...
  • Los que se aprovechan de nosotros...

Pero es a Cristo el Señor a quien servimos. Colosenses 3:23-24. “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”.

Creo que esa fue la clave para Pablo: no perder su enfoque, seguir viendo al Justo.  Hechos 22:12-15 Su llamado se resume en ver al Justo, oír la voz de su boca y ser testigo de lo que había visto y oído.

Y su deseo era terminar la carrera con gozo (Hechos 20:24). Entonces, lo vemos al final de su vida, que dice que él ya está para ser sacrificado (2 Timoteo 4:6-8). Y que ha peleado la buena batalla, ha acabado la carrera, ha guardado la fe. Y habla de que él va a ser derramado en libación, Filipenses 2:17 y 18, con gozo. Y pide a los Filipenses que si van a servir al Señor lo hagan con gozo y regocijo también.

¿Por qué lo logró Pablo? ¿Qué aprendió este santo varón?

Pablo no perdió su enfoque. Nunca dejó de buscar el cara a cara con el Justo. Sin ir más lejos, en el Euroclidón. Lo vemos allí, aún en esa circunstancia tan extrema, él está buscando al Señor y el Señor le renueva el ánimo y puede dar ánimo a los demás. Hechos 27:22-24. “Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo”. Pablo da esperanza a los otros. “Pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo Pablo, no temas, es necesario que comparezcas ante el César y he aquí Dios te ha concedido todos los que navegan contigo”.

Entonces, Pablo, puede dar ánimo y esperanza, porque él mismo lo ha recibido en la Presencia de Dios.

En medio de las dificultades y peligros de la vida, procuremos elevarnos hasta ver el rostro del Señor. Ese enfoque es el que nos mantendrá con buen ánimo en todo tiempo.

 

Conclusión

En resumen, mi soliloquio sobre el servicio con alegría apunta a tres claves.

  1. Buscar esta alegría en la presencia de Dios.
  2. Buscar esta alegría en la honra de nuestro llamado.
  3. y Buscar esta alegría en el rostro de Jesús. Que no perdamos el enfoque de por qué y para quién lo hacemos todo.

Matthew Henry, quien escribió el comentario que tanto bien nos ha hecho, dijo en su lecho de muerte a su amigo, el señor Ledge: Tú que has tenido cuidado en escribir los dichos de moribundos, escribe el mío.

“Una vida gastada en el servicio de Dios y la comunión con Él es la vida más grata y feliz que cualquier persona pueda vivir en este mundo”.

Merece la pena servir al Señor, gastarnos por Él, porque tendremos recompensa en esta vida y en la eternidad.

El Señor nos dice hoy: Renueva tu gozo en el llamado y la alegría de servirme.  Servid a Jehová con alegría; venid ante su presencia con regocijo"

Salmo 100:2

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Soliloquios - La salud emocional de los pastores