Oración: la batalla es real
En Pentecostés oraron diez días y predicaron diez minutos y tres mil personas se salvaron. Hoy oramos diez minutos y predicamos diez días y estamos encantados si alguien se salva.
25 DE JUNIO DE 2023 · 08:00

El Hermano Andrés ha sido una inspiración para miles de creyentes de varias generaciones. Fundador de Open Doors y un intercesor de talla mundial, su pequeño libro Oración, la batalla es real deja de manifiesto su carga profunda por los perdidos y la fe rotunda en lo que el clamor de los justos puede lograr en el mundo.
El fuego que ardía en el corazón del Hermano Andrés es “peligrosamente contagioso”. Ruego al cielo que esta selección de pensamientos de la citada obra nos avive o incluso reactive en el ministerio intercesor. Porque “la oración eficaz del justo puede mucho”. Es hora de volver a la cumbre del Carmelo con Elías a pedir fervientemente que cambie la temporada, se abran los cielos y llueva gracia y salvación sobre nuestra tierra (Santiago 5:16-18).
Citas de ‘ORACIÓN, LA BATALLA ES REAL’
Autores: Hermano Andrés y Al Janssen
“El libro de los Hechos está lleno de encuentros de oración. Cada avance realizado por la primera iglesia se hallaba inmerso en la oración. Echa una mirada a la iglesia en Pentecostés. Ellos oraron diez días y predicaron diez minutos y tres mil personas se salvaron. Hoy oramos diez minutos y predicamos diez días y estamos encantados si alguien se salva.
Citas de Ronald Dunn tomadas de Don't Just Stay There, Pray Something [No te quedes ahí parado, ora por algo] (Thomas Nelson Publishers, 1992).
Dios nos invita a influir en nuestra comunidad, en nuestra nación y en el mundo para dirigir la historia, literalmente, mientras estamos de rodillas.
Si queremos dejar una marca indeleble en el mundo, no hay forma más poderosa de hacerlo que unirse a los propósitos de Dios mediante la oración.
No hay fronteras, ni muros en la prisión, no hay puertas que se cierren cuando oramos. Puede que los líderes políticos, económicos, militares y espirituales del mundo no conozcan nuestros nombres, pero podemos tener más influencia en sus planes que todos sus asesores más cercanos juntos. Mientras que muchas cosas pueden parecer imposibles desde un punto de vista humano, en el ámbito de la oración no hay imposibles.
Jesús dijo: Lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:14). ¿Vamos a declinar su invitación con falsa humildad? Dios quiere que estemos activos, no pasivos.
Todo lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos; todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos” (Mateo 16:19). Dios nos ha dado acceso al poder ilimitado de Jesucristo, un poder mucho mayor que el de cualquier llamada superpotencia en la tierra.
Ningún hombre es más grande que su vida de oración... El ministerio de predicación está abierto a unos pocos, pero el ministerio de la oración es el ministerio supremo abierto para todas las personas.
Cita de Leonard Ravenhill tomada del artículo “The Passion of Prayer” [La pasión de la oración] (fuente desconocida).
Jesús oró en cada punto vital de su ministerio. El Evangelio de Lucas nos dice que El oró en su bautismo: “Y mientras oraba, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él” (Lucas 3:21-22). Jesús oró cuando las multitudes lo alababan: Él se apartaba a lugares desiertos y oraba para tener la perspectiva necesaria y mantener las prioridades correctas (Lucas 5:15). Jesús oró toda la noche cuando eligió a los doce hombres que serían su círculo más cercano (Lucas 6:11-13). Él oró en el momento en que les reveló a sus discípulos que era el Mesías (Lucas 9:18). Él estaba orando cuando se transfiguró y habló con Moisés y Elías (Lucas 9:28-29). Él estaba orando cuando sus discípulos le pidieron que les enseñara a orar (Lucas 11:13). Y oró en la hora de nuestra redención. Vamos a centrarnos en esta última situación, en el relato de la agonía de Jesús en el Huerto de Getsemaní: “Jesús salió como de costumbre al monte de los Olivos, y sus discípulos le siguieron. Al llegar al lugar, les dijo: "Orad para no caer en tentación". La verdadera victoria se produjo en Getsemaní, cuando la decisión para hacer frente a la cruz fue aceptada.
Así que la verdadera victoria, la redención real, ocurrió a través de la oración en Getsemaní. Después de esto, no había vuelta atrás, y no había posibilidad de desviar a Dios del plan para la muerte de Jesús.
La oración es la mejor manera de frustrar los planes del diablo.
Martín Lutero enseñó que si una persona estuviera orando la Oración del Señor y un pensamiento de Dios entrara en nuestra mente, es necesario dejar de orar y escribirlo, porque lo que Dios dice es más importante que lo que nosotros decimos.
La mayoría de las iglesias piensan que sus miembros se reúnen simplemente para cuidarse y edificarse los unos a otros. No saben que Dios gobierna el mundo a través de las oraciones de sus santos, que la oración es el poder por el cual Satanás es vencido, que a través de la oración la Iglesia en la tierra tiene a su disposición los poderes del mundo celestial.
Cita de Andrew Murray tomadas de Escuela de La oración (Revell, 1953).
Los cristianos deben oponerse al mal. ¡Hemos nacido para esta batalla! Cada cristiano es un soldado, un miembro de la resistencia de Dios comprometido en una guerra espiritual. En el momento que perdemos esto de vista, nuestras acciones se desenfocan y van sin dirección.
Nosotros, como cuerpo de Cristo, debemos unirnos y tomar las armas en contra de Satanás. Tenemos la autoridad para desafiar su poder con todos los recursos que Dios nos ha dado. En Efesios Pablo nos dice que nos pongamos toda la armadura de Dios para poder hacer frente a las asechanzas del diablo (Efesios 6:11-17). Ahí es donde solemos detenernos, vestidos para la batalla, como si nos fueran a sacar una foto. Pero Pablo no termina aquí con sus instrucciones. Continúa diciendo: “Ora en el Espíritu en todo momento” (v. 18). Ahora estamos en el campo de batalla. ¡La oración es el campo de batalla! Armados hasta los dientes, “perseveremos en la oración y por todo el pueblo de Dios” (v. 18). Aquí Pablo pide oración por sí mismo para que pueda dar a conocer el ministerio del evangelio audazmente (v. 19). Esta es una oración que todos nosotros necesitamos. Tenemos que orar los unos por los otros para que seamos fieles en la difusión del evangelio en nuestras comunidades y más allá.
Nunca olvides esto: compartimos el amor de Dios con personas que son rehenes de Satanás en un mundo bajo su control. La oración es el medio por el cual liberamos a estas personas.
“La batalla por las almas perdidas se gana a través de la oración y la intercesión. La oración es la guerra. La evangelización no es el intento de ganar la batalla, es la operación de limpieza. Los bienes físicos de la iglesia, los edificios, la organización y los programas son los camiones que conducimos al campo de batalla para cargar con el botín de la victoria obtenida gracias a la intercesión”.
Citas de Ronald Dunn tomadas de Don't Just Stay There, Pray Something [No te quedes ahí parado, ora por algo] (Thomas Nelson Publishers, 1992).
“Unir las manos en oración es el comienzo de una sublevación contra el desorden del mundo”.
Citas de Karl Barth y Richard J. Foster tomadas de Prayer: Finding the Heart's True Home [La oración: Encontrando el verdadero hogar del corazón], Richard J. Foster (HarperOne, 1992).
No tienes ni idea de la tremenda influencia que puedes tener en los cielos y en los acontecimientos mundiales si te conviertes en un verdadero intercesor y oras a través de las noticias de nuestros días. Las guerras se podrían detener. El curso de toda una nación se puede cambiar por una persona que le diga a Dios: “Entonces, ¿qué vas a hacer por tu gran nombre?”.
Las apuestas son altas. Si de verdad queremos que nuestras oraciones, nuestra intercesión por nuestros seres queridos, ya sea que estén cerca o lejos, sean efectivas, entonces tenemos que estar dispuestos a hacer el sacrificio necesario. ¿Qué importancia tiene esto? ¿Qué estoy dispuesto a hacer? ¿Qué estás dispuesto a hacer? Puede que no estemos llamados a entregar nuestra vida físicamente, pero ¿estamos dispuestos a hacer los cambios de horarios necesarios para hacer la oración de intercesión parte de nuestra actividad diaria? ¿Estamos dispuestos a mantenernos al tanto de las situaciones difíciles que suceden en todo el mundo? ¿Estamos dispuestos a aceptar la carga emocional de los sufrimientos que nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo sufren a diario? ¿Estamos dispuestos a persistir en nuestras oraciones, aun cuando no vemos o no conocemos las respuestas de Dios? Aquellos que están dispuestos a ajustar sus vidas para convertirse en intercesores son las personas que Dios va a utilizar para hacer avanzar el reino de los cielos en todo el mundo.
Una de mis amigas más queridas se llamaba Corrie Ten Boom. Corrie era una intercesora apasionada, oraba con una emoción y una urgencia contagiosas. No se podía orar con ella sin ser cambiado por esa experiencia. Muchas veces, en medio de una de esas sesiones de oración tan animadas, le recordaba a Dios sus promesas. Hubiera sido una abogada estupenda. Cogía su Biblia y pasaba las páginas rápidamente con el pulgar hasta encontrar el pasaje exacto con el que podía demostrar su caso. Luego levantaba la Biblia en alto, señalaba el versículo y decía triunfalmente con su fuerte acento holandés: “Aquí, Señorrr, léelo Tú mismo!”. Estoy seguro de que a Dios le encantaba. A Él le gusta que le conozcamos lo suficientemente bien como para hablarle de esa manera. A Corrie no la disuadía la falsa piedad o el legalismo, o la necesidad de ser una persona que no era. Además, como ella le recordaba a menudo, no le estaba pidiendo a Dios algo que Él no hubiera prometido. Así que nunca dudó en decirle lo que tenía que hacer, ni en agradecérselo cuando lo hacía. “¡Sabía que lo harías!”, decía. “¡Lo sabía!”.
Jeremías había profetizado. El tiempo estaba marcado. Casi setenta años después, Daniel recordó esta profecía de que Dios llevaría al pueblo de regreso a su tierra. En ese momento, no parecía que nada pudiera suceder. Jerusalén era un montón de ruinas e Israel fue exiliado a un país lejano. Daniel había servido como alto cargo en tres gobiernos sucesivos. En esa época debía de tener unos 90 años y quizá tenía un papel de liderazgo decisivo. Pero cuando se dio cuenta de las implicaciones de la profecía, reaccionó como un intercesor. “Entonces me puse a orar y a dirigir mis súplicas al Señor mi Dios. Además de orar, ayuné y me vestí de luto y me senté sobre cenizas” (Daniel 9:3). Esta es la cuestión: Dios todavía necesitaba un hombre para hacer lo que Él dijo que había que hacer entre la profecía y su cumplimiento. Era necesario que hubiera un tiempo de arrepentimiento e intercesión.
“Quién puede decir el poder que una iglesia podría desarrollar y ejercer si se dedicara a orar día y noche por la venida del reino, por el poder de Dios sobre sus siervos y su palabra, por la glorificación de Dios a través de la salvación de las almas?”.
Citas de Andrew Murray tomadas de Escuela de La oración (Revell, 1953).
Más tarde, Al tuvo una conversación con el pastor que ayudó a organizar estas reuniones. Debido a un atentado perpetrado contra su vida, no podemos mencionar su nombre. Basándose en las promesas de Isaías 19, este pastor dijo: “Estamos orando por un verdadero despertar. Creemos que Dios quiere derramar su Espíritu Santo sobre esta nación”. Él estaba viendo evidencias de que Dios estaba respondiendo a las oraciones. “Tenemos que amar a los musulmanes y verlos amados por Cristo. Hace unos años no lo observaba. Pero últimamente he empezado a ver a los cristianos orar por los musulmanes. Oramos especialmente por visiones y sueños y vemos respuestas diariamente. Cristo se muestra en sueños y visiones. Nos vienen musulmanes preguntándonos por qué tienen estas visiones”.
Este es el corazón de la iglesia perseguida: que el evangelio avance. Oremos con ellos, porque sabemos que este deseo coincide con el corazón de Dios. El apóstol Pedro nos dice que Dios no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. “Él es paciente... porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan” (2 Pedro 3:9).
Que “la oración cambia las cosas" no es tan cierto como que la oración me cambia a mí, y entonces yo cambio las cosas; por lo tanto, no debemos pedirle a Dios que haga aquello para lo que fuimos creados.
Citas de Oswald Chambers tomadas de En pos de lo supremo e Y todo lo que pidieres. Consulte The Complete Works of Oswald Chambers [Obras completas de Oswald Chambers] (Discovery House Publishers, 2000).
No hay que sustituir la oración por la obediencia. Cada vez que oramos por la familia, los amigos, la comunidad, por determinados países o por la iglesia perseguida, debemos darnos cuenta de que Dios quizá nos llame a hacer algo más. Para escuchar a Dios cuando nos llame, debemos conocer una necesidad.
Muchos cristianos dicen: “Dios nunca me ha llamado”. Pero yo diría que nunca han escuchado la llamada, porque Dios nos ha llamado. Él nos ha dicho que nos familiaricemos con las necesidades del mundo. Podemos quejarnos de cómo los medios modernos de comunicación invaden nuestros salones con todos los problemas del mundo. En realidad, nos dejan sin una sola excusa para decir que no conocíamos esa necesidad.
Después de un tiempo de oración, viene otra pregunta: ¿hay algo que yo pueda hacer?
Cada cristiano debería preguntar: “Señor, ¿qué quieres que haga?”. Si se lo preguntamos, Él nos dará una respuesta. Y si cada cristiano hace lo que Dios quiere que él o ella hagan, tendremos una total revolución espiritual en nuestras iglesias, porque Dios tiene un trabajo para cada uno de nosotros, una tarea que nadie más puede hacer. ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a obedecer el llamado de Dios? ¿Cuántas de nuestras comodidades, nuestro placer y seguridad estamos dispuestos a sacrificar, si es necesario, para que otros puedan vivir? ¿A cuánta oposición estamos dispuestos a enfrentarnos? Podemos cantar que lo hemos entregado todo completamente a los pies del altar, pero ¿estamos dispuestos a dar nuestras posesiones, nuestras carreras, nuestros planes de una jubilación tranquila y cómoda e incluso entregar nuestras vidas? ¿Estamos dispuestos a ir a donde Dios nos llama a ir, incluso a lugares en los que podríamos ser encarcelados, torturados o asesinados por compartir el evangelio? ¿Estamos, incluso, preparados para hacer frente a la desaprobación o el ridículo de nuestros vecinos, colegas, familiares y otros cristianos por tomar una postura valiente por Dios? Si vamos a luchar contra Satanás, con toda la eficacia real, estoy convencido de que tenemos que enfrentarnos a estas preguntas.
El Señor tiene grandes planes y lo único que Él quiere es involucrarnos en ellos. Nos tiene preparadas batallas para luchar, montañas para escalar y hazañas para llevar a cabo. El espera que respondamos cuando nos dice “¡Sígueme!”. Nuestro llamado es el mismo que Jesús tuvo cuando estuvo ministrando en la tierra: compartir el amor de Dios con las personas que son rehenes de Satanás en un mundo bajo su control.
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Citas de Ronald Dunn tomadas de Don't Just Stay There, Pray Something [No te quedes ahí parado, ora por algo] (Thomas Nelson Publishers, 1992).
Citas de Andrew Murray tomadas de Escuela de La oración (Revell, 1953).
Cita de Leonard Ravenhill tomada del artículo “The Passion of Prayer” [La pasión de la oración] (fuente desconocida).
Citas de Oswald Chambers tomadas de En pos de lo supremo Y todo lo que pidieres. Consulte The Complete Works of Oswald Chambers [Obras completas de Oswald Chambers] (Discovery House Publishers, 2000).
Citas de Karl Barth y Richard J. Foster tomadas de Prayer: Finding the Heart's True Home [La oración: Encontrando el verdadero hogar del corazón], Richard J. Foster (HarperOne, 1992).
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