‘Como el Padre me envió, así también yo les envío’

¿Cómo debemos hacer la obra del Señor? (parte 2).

    19 DE NOVIEMBRE DE 2023 · 08:00

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    Martin Adams, Unsplash

    ¿Cómo quiere Dios que gamos su obra? (2)

    La pasada semana analizamos las cinco primeras “leyes” del decálogo que nos permite entender cómo Dios quiere que le sirvamos y hagamos su obra. Finalizamos con las cinco últimas.

     

    Introducción

    La obra de Dios no es cualquier cosa. Para nuestro Maestro, Jesús, la prioridad más alta de su vida era llevar a cabo la obra que el PADRE le había encomendado:

    • Juan 4:34 Jesús les dijo: Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra.
    • Juan 6:38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
    • Juan 5:17 Pero Él les respondió: Hasta ahora mi Padre trabaja, y yo también trabajo.

    Jesús como siervo y obrero del Padre fue perfecto: la obra de Salvación y la restauración del Reino en la Tierra fue un propósito que prosperó en su mano (Isaías 53:10). Él se dedicó completamente a su llamado. No dejó que otros temas le desviaran la atención de su verdadera labor: los negocios, la voluntad, la misión que recibió de su Padre.

    La obra del Hijo en la tierra fue realizada con esmero, unción y diligencia: una obra primorosa, perfecta y digna de Dios. ¡Pero no es una obra acabada!

    Las labores de Cristo siguen a través de nosotros (su pueblo, sus hijos). Nosotros hemos entrado a sus labores: Juan 4:37-38 Porque en este caso el dicho es verdadero: “Uno es el que siembra y otro el que siega.” Yo os envié a segar lo que no habéis trabajado; otros han trabajado y VOSOTROS HABÉIS ENTRADO A SU LABOR.

    Así como el Padre le envió a Él, Él nos envía a nosotros: Juan 20:21-22. Jesús entonces les dijo otra vez: Paz a vosotros; como el Padre me ha enviado, así también yo os envío. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.

    De manera que, si queremos continuar con su obra de forma efectiva necesitamos hacerla con la misma dedicación y diligencia, con similar sujeción y dependencia del Espíritu, como la hizo el Señor Jesús. Por eso les instruyó tanto y les dio ejemplo. Además, les dotó con la llenura del Espíritu Santo.

    A lo largo de los tiempos muchos han pensado que hacían la obra del Señor y sólo estaban sirviendo a la religión o a sí mismos. Engañados, cegados o mal cualificados, han manchado el nombre de Jesús y no han hecho que la voluntad del Señor prospere en sus manos. De esos falsos o malos obreros el mundo está lleno, y la historia tiene mucho que decir, pero ya el Señor advirtió a sus discípulos que un día juzgaría a los tales: Mateo 7:15-23. Y entonces les declararé: “Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad”.

    Y el mismo Pablo tuvo que advertir a los cristianos de las diferentes iglesias para que no cayeran en las garras de esos obreros fraudulentos: Romanos 16:17-18. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos libre de estar cerca de esos malos obreros, que causan tropiezo y dañan la obra del Señor. Filipenses 3:2: Cuidaos de los perros, cuidaos de los malos obreros, cuidaos de la falsa circuncisión. Y digo más, que el Padre nos guarde de nuestra propia carne para que nosotros no acabemos descualificados o indignos de su llamamiento. ¡Cuidémonos a nosotros mismos y a la grey de Dios! ¡Estemos alerta con los peligros de afuera y de nuestro propio corazón engañoso!

    Hechos 20:28-32 Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual El compró con su propia sangre.

    Para ser fieles obreros debemos seguir el ejemplo de nuestro Maestro, y de los padres espirituales que nos han precedido. No podemos conformarnos con menos que el nivel espiritual y poderoso de los auténticos siervos de Dios:

    2 Timoteo 2:15 Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad.

    Para ser buenos obreros vamos a tener que poner todo nuestro empeño: procura con diligencia... Le exhorta Pablo a su hijo espiritual Timoteo. Este no es un examen que vamos a aprobar sin prepararnos y esforzarnos. No es suficiente ser hombres comunes, buenos hombres o mujeres. Es necesario ser hombres y mujeres de Dios. Espirituales, maduros, llenos del Espíritu, gente capaz y diligente que se toma en serio esta obra, pues a Jesús le ha costado mucho traer el Reino a la tierra, y nos lo ha confiado ahora a nosotros.

    En el soliloquio anterior pudimos ver cinco características del servicio que a Dios le agrada:

    1. La obra de Dios hay que hacerla con santidad.
    2. La obra de Dios hay que hacerla con el corazón de Dios.
    3. La obra de Dios hay que hacerla con humillación.
    4. La obra de Dios hay que hacerla en el espíritu.
    5. Y la obra de Dios hay que hacerla con amor y desinteresadamente.

    Ahora podemos completar la enseñanza con el resto de los elementos imprescindibles en nuestro servicio cristiano:

     

    6 - La obra de Dios se hace con fe y obediencia

    Toda la vida del justo es por fe. Lo que no es de fe es pecado. Siempre que vamos a servir al Señor debemos hacerlo en un espíritu de fe. De lo contrario es imposible.

    Cuando estoy tratando de ayudar a una persona debo creer en lo que Dios es capaz de hacer con esa vida. Si estamos ministrando en una ciudad mi trabajo ha de estar lleno de fe en lo que el Señor levantará en ese lugar. Para hacer un programa de televisión necesito confiar en la obra del Espíritu a través de nosotros, que Dios quiere salvar y revelarse a través de ese espacio.

    Casi siempre, lo que guía mi camino no es lo que veo, sino la obediencia y fe en el Señor.

    Cuando los discípulos estaban con Jesús constantemente su fe era desafiada. Él los entrenó para creer en grandes cosas. Creer que Dios podía hacer todo lo que pidieran. ¡Debían estar llenos de fe y del Espíritu!

    No necesitamos una gran fe sino una gran disposición a servir al Señor con obediencia diaria: ¡en ese camino de servicio nuestra fe se va a ir desarrollando sobrenaturalmente!

    De hecho, la fe debe ser la cara y la obediencia la cruz. Son dos aspectos de nuestro servicio inseparables, como el fondo y la forma.

    Para obedecer necesito fe. Hacer todo lo que el Señor me pida es un ejercicio de confianza. Por otra parte, sin obras la fe está muerta. Para la fe necesito obediencia. Mi fe es una fuerza dirigida por mi obediencia al Señor.

    Nota bien que los dos pecados que impidieron a Israel entrar en Canaán fueron la incredulidad y la desobediencia. Ese corazón les descualificó para conquistar la Tierra Prometida. Y esas cosas fueron escritas para nuestra enseñanza. ¡Dios no podrá cumplir su propósito en mí si mi corazón es desobediente o incrédulo! En cambio, me llevará a conquistar todo lo que tiene para mí si cada día busco hacer sus obras lleno de fe en su Palabra: Hebreos 3:12, 18-19 Tened cuidado, hermanos, no sea que en alguno de vosotros haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo. ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a los que fueron desobedientes? Vemos, pues, que no pudieron entrar a causa de su incredulidad.

     

    7- La obra de Dios se hace buscando al Señor y en oración

    2 Crónicas 31:20-21 Así hizo Ezequías por todo Judá; y él hizo lo bueno, lo recto y lo verdadero delante del Señor su Dios. Y toda obra que emprendió en el servicio de la casa de Dios por ley y por mandamiento, buscando a su Dios, lo hizo con todo su corazón y prosperó.

    Hay prosperidad para Ezequías. ¿Por qué? Porque se mantuvo en una búsqueda de Dios, de su Palabra, de cómo agradarle y de su Presencia. Así es como el Señor mismo se encarga de prosperar a sus siervos.

    Recuerdo el caso en el que David llevó el arca a Jerusalén y la puso en carro nuevo. No buscó en la ley, ni tomó consejo a los expertos, ni consultó al Señor en oración sobre cómo debía hacerlo. El resultado fue la muerte de Uza, la confusión de todos y la tristeza.

    David tuvo que volver a Jerusalén y pasar tiempo consultando: ¿cómo traeré a mí el arca del Señor? Hasta qué descubrió que debía ir en los hombros de los sacerdotes. Fue una gran enseñanza para David (y para nosotros con él) de que no sólo se trata de hacer cosas buenas para Dios, sino de hacer las cosas que Dios quiere que hagamos y como Dios manda que se hagan.

    Así qué hacer la obra de Dios implica una constante consulta al Señor en cuanto a qué quiere que hagamos y cómo,  y sobre qué nos enseña Su Palabra de esas cosas. Esto hace al hombre depender de Dios: El Señor es el estratega; Él es el rey y quiere gobernar; Él tiene una agenda y un plan para cada cosa.

    Por otra parte, la obra del Señor se hace en un ambiente de piedad y devoción. Si hay poco espíritu de oración hay poco temor de Dios, y sin Su Presencia la debilidad y hasta el fracaso nos esperan a la vuelta de la esquina. Jesús siempre oraba. Pasaba tiempo con el Padre, a pesar de ser el hombre más ocupado de todos los tiempos y de tener entre manos el destino eterno de toda la Humanidad. Sin embargo (o por eso mismo) pasaba noches enteras, horas específicas y hasta días en oración ferviente a Dios. Sus discípulos, ante tal vida de oración, le pidieron "enséñanos a orar", y Él gustosamente lo hizo.

    Más adelante vemos que el modelo de liderazgo de sus discípulos era semejante al del Maestro: ellos no querían descuidar la oración y la palabra, a pesar de estar en pleno avivamiento y con miles de recién convertidos que cuidar: Hechos 6:3-4 Por tanto, hermanos, escoged de entre vosotros siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes podamos encargar esta tarea. Y nosotros nos entregaremos a la oración y al ministerio de la palabra.

     

    8- La obra de Dios se hace con disposición a sufrir y con esfuerzo

    Esa es la verdad. No hay tal cosa como lo fácil y cómodo. Si quieres un estilo de vida de tranquilidad y placer mejor no pienses en servir a Dios.

    Pablo es un vivo ejemplo de esto. Desde el comienzo el Señor se lo dejó claro, a través de Ananías le dijo: Hechos 9:15-16 Pero el Señor le dijo: Ve, porque él me es un instrumento escogido, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, de los reyes y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto debe padecer por mi nombre.

    Y tras unos años sirviendo al Señor él mismo enumera los "spa y momentos relajantes de su ministerio": 2 Corintios 6:3-5 No dando nosotros en nada motivo de tropiezo, para que el ministerio no sea desacreditado, sino que en todo nos recomendamos a nosotros mismos como ministros de Dios, en mucha perseverancia, en aflicciones, en privaciones, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos...

    Pablo llevaba las marcas del Señor Jesús y sabía perfectamente que debía completar el número de sus padecimientos: Gálatas 6:17 De aquí en adelante nadie me cause molestias, porque yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús.

    Para todos los servidores fieles del Señor hay una honra enorme que el Padre nos ha otorgado y vamos a tener recompensa en el Cielo por nuestra labor en la tierra, pero el sufrimiento y la negación serán ineludibles. Aunque Jesús ya está a la diestra del Padre, Él sigue sufriendo y recibiendo heridas a través de nosotros que somos su cuerpo. Cada uno de los que le representamos participamos de una cuota de padecimientos. Pero hemos de recibirlo como dentro de nuestra herencia, es decir, un privilegio sufrir por Cristo: Filipenses 1:29-30 Porque a vosotros se os ha concedido por amor de Cristo, no sólo creer en El, sino también sufrir por El, sufriendo el mismo conflicto que visteis en mí, y que ahora oís que está en mí.

    En una ocasión el Señor me ministró tres pasajes sobre esforzarme como ministro. De nuevo usando las cartas de Pablo. Me habló (y fue un gran ánimo para mí) sobre:

    • 1º ¡Esfuérzate en la salvación de los perdidos! (Y ahí va el pasaje): 1 Timoteo 4:10 Porque por esto trabajamos y nos esforzamos, porque hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, especialmente de los creyentes.
    • 2º ¡Esfuérzate para discipular y formar hombres y mujeres maduros en Cristo! Esto es el mayor desafío para mí, trabajar con gente imperfecta, que está en un proceso de maduración y que, a veces, no terminas de saber si acabará dando un buen fruto o "morirá en el intento". ¡Es un gran esfuerzo y tremendo desafío! (El pasaje): Colosenses 1:28-29 A El nosotros proclamamos, amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo. Y con este fin también trabajo, esforzándome según su poder que obra poderosamente en mí.
    • 3º Por último, ¡esfuérzate en el ministerio específico que has recibido! Y trabaja: 1 Corintios 15:10 Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí.

    Esfuerzo y trabajo; trabajo y esfuerzo; no hay otro camino para que la obra de Dios avance en la tierra.

     

    9- La obra de Dios se hace con gozo y fervientemente

    Romanos 12:11-12 No seáis perezosos en lo que requiere diligencia; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor, gozándoos en la esperanza, perseverando en el sufrimiento, dedicados a la oración.

    Un día estaba en oración y el Señor me habló muy claro y contundente: "en tu servicio estás pecando contra mí". La verdad es que me extrañó que me dijera esto porque yo sentía que estaba "dejándome la piel" por su obra y que, en todo caso, cabía esperar una palabra de aliento y consuelo, no de reproche. "¿Por qué Señor?", le pregunté extrañado. La respuesta fue una gran enseñanza hasta el día de hoy: "Porque cuando me sirves preocupado, sobrecargado y triste demuestras incredulidad. La obra es mía. Confía en Mí. Haz tu parte, pero descansa en mi poder. Cuando te preocupas tanto parece que todo dependiera de ti y pierdes tu gozo".

    Ayúdanos Señor a servir con ese espíritu ferviente, con gozo y en el descanso de la fe. Para esto no conozco otro secreto sino el de 1 Tesalonicenses 5:16-18 Estad siempre gozosos; orad sin cesar; dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús.

    La oración constante (como estilo de vida) y los tiempos en la Presencia de Dios nos renuevan el gozo, porque en Su Presencia hay Plenitud de gozo (Salmo 16). Y el gozo del Señor es nuestra fortaleza; así vamos a poder dar gracias por todo porque veremos cómo Dios hace que todo coopere para bien en el cumplimiento de su Propósito en nuestra vida (Romanos 8:28).

     

    10- La obra de Dios se hace con generosidad y abundancia

    Es decir, no podemos ser escasos para con Dios. Él merece siempre lo mejor. Él espera de sus servidores que lo demos todo así como Él lo da todo. Cuando mandó que le amemos dijo: Deuteronomio 6:4-5 Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.

    Una entrega con totalidad. Un amor con todo. Y un servicio abundante y generoso. Sin esperar nada a cambio. Sin pasarle factura. No por lo que me pueda dar sino porque Él nos amó primero y nos lo ha dado todo ya con el Hijo.

    1 Corintios 15:58 Por tanto, mis amados hermanos, estad firmes, constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.

    Abundando siempre en la obra del Señor. Que si Jesús viniese esta próxima semana (o nos lleva a su Presencia) podamos haber vivido así nuestros últimos momentos, sirviéndole con generosidad, abundando. Y que nos diga: bien, buen siervo y fiel. En cambio, nos advierte sobre el que escondió el talento y no le sirvió en su ausencia: un siervo malo y perezoso a quien el Señor reprenderá.

    Que nosotros seamos de los primeros: de los que entran en el gozo de su Señor, porque primeramente hemos entrado al gozo de servirle en nuestros días aquí en la tierra.

     

    Conclusión

    Solo nos queda determinar en el corazón si queremos ser los obreros de la mies que el Señor está buscando: porque la mies es mucha y los obreros pocos. Y que le pidamos al Señor de la mies, no solo que envíe obreros, sino que capacite a esos obreros para que hagan la obra como debe ser hecha.

    Te aseguro que esa oración no quedará sin respuesta.

    Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Soliloquios - ‘Como el Padre me envió, así también yo les envío’

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