El altar santifica la ofrenda

¿Cómo es posible que quienes debían enseñar a adorar a Dios no supieran el orden de importancia entre templo, altar y ofrenda?

26 DE MAYO DE 2024 · 08:00

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Imagen de diseño propio realizada por IA

Mi pastor, Juan Radhamés Fernández, publicará en agosto un nuevo libro con una revelación profunda sobre la adoración en espíritu y verdad. En esta semana y la próxima os comparto un adelanto a través de un tema poco comprendido: El altar santifica la ofrenda.

 

El altar santifica la ofrenda (1)

Autor: Juan Radhamés Fdez.

Mateo 23:16-22: Hay de vosotros guías ciegos que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada, pero si alguno jura por el oro del templo es deudor, insensatos y ciegos, porque ¿cuál es mayor, el oro o el templo que santifica el oro? También decís, si alguno jura por el altar, no es nada. Pero si alguno jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor, necios y ciegos. Porque, ¿cuál es mayor? ¿La ofrenda o el altar que santifica la ofrenda? Pues el que jura por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Y el que jura por el templo, jura por él. Y por el que lo habita. Y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.

En los versículos citados, Jesús reprende severamente la hipocresía religiosa de los escribas y fariseos y denuncia su insensatez y ceguera espiritual. Era alarmante que los líderes religiosos y los maestros del pueblo de Israel estuvieran tan confundidos en temas tan elementales y en asuntos tan tácitos como los aludidos por el Señor Jesús.

Pero sus creencias y criterios revelan no solamente su miopía espiritual, sino el cómo los intereses religiosos y las tradiciones habían distanciado sus corazones de Dios y de la verdad bíblica. Por su énfasis en lo externo, los intereses creados y su falsa piedad, a los religiosos se les dificulta diferenciar entre causa y efecto, entre lo mayor e inferior, y entre lo importante y lo irrelevante.

Los fariseos eran semejantes a los religiosos atenienses, los cuales adoraban al Dios no conocido. Los escribas y fariseos, aunque conocían muy bien las letras de la Sagrada Escritura ignoraban el espíritu de estas. Poseían mucha información acerca de Dios, pero no conocían a Dios. ¿Cómo es posible que quienes tenían la tarea de enseñar a la nación a adorar a Dios no supieran el orden de importancia entre el templo, el altar y la ofrenda? ¿Cómo se explica que los maestros de la adoración desconocieran las prioridades del Dios a quien adoraban?

Aunque el Señor Jesús se refería al templo, al altar y a la ofrenda en el aspecto físico, haciendo alusión al culto hebreo, esta enseñanza también es aplicable espiritualmente a la adoración y a los adoradores en esta dispensación del Nuevo Pacto.

Por ejemplo, el Nuevo Testamento nos enseña que nosotros los creyentes somos el templo de Dios y que el Espíritu Santo mora en nosotros. Y el apóstol Pablo añade: Porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es. Primera de Corintios 3:17. También dice que somos ofrendas y que ofrecemos ofrendas o sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Romanos 15:16, Primera de Pedro 2:5.

Cuando el Señor Jesús dijo que es el altar el que santifica la ofrenda, sin duda estaba pensando en las palabras de Moisés cuando escribió: Y purificarás el altar cuando hagas expiación por él y lo ungirás para santificarlo por siete días, harás expiación por el altar y lo santificarás, y será un altar santísimo. Cualquier cosa que tocare el altar será santificada. Éxodo 29:36-37.

Noten que primero se hizo expiación por el altar para purificarlo y santificarlo. Después de esa purificación, el altar llegaba a ser Santísimo. Entonces, añade la pluma inspirada: Cualquier cosa que tocare el altar, será santificada. Está haciendo referencia a todas las ofrendas que se ofrecían sobre el altar de los sacrificios, de manera que como el Señor Jesús enseñó, el altar santifica la ofrenda.

Surge entonces la pregunta: ¿Cuál es el altar en sentido espiritual? La Biblia revela que el altar donde ofrecemos las ofrendas y sacrificios al Señor, cuando le adoramos, es nuestro corazón.

Miremos las enseñanzas bíblicas. Dios dijo al profeta Ezequiel: Hijo de hombre, estos hombres han puesto sus ídolos en su corazón y han establecido el tropiezo de su maldad delante de su rostro. Ezequiel 14:3. ¿Dónde pusieron sus ídolos su adoración idolátrica o sus ofrendas a sus dioses falsos? Según el Señor, los pusieron en el altar de su corazón.

Por medio de Jeremías, el Señor lo expresó así: El pecado de Judá, la idolatría, escrito está con cincel de hierro y punta del diamante, esculpido está en la tabla de su corazón y en los cuernos de sus altares, mientras sus hijos se acuerdan de sus altares y de su imagen de Asera, que están junto a los árboles frondosos y en los collados altos. La idolatría, que es adoración a dioses falsos, según el profeta, está escrita en el corazón, tan grabada como con cincel de hierro y punta de diamante, también esculpida en la tabla del corazón y en los cuernos de los altares.

En los cuernos de los altares era donde se ataban los animales para ser ofrecidos a Dios. Tanto la verdadera adoración como la falsa se originan en el corazón del adorador. El corazón del adorador es el altar donde se deposita y se dedica toda ofrenda a Dios. El corazón no solamente decide qué ofrecer, sino que en él se oculta la verdadera motivación de lo que se le ofrece a Dios.

Jesús nos enseñó: El hombre bueno, del buen tesoro del corazón, saca buenas cosas, y el hombre malo, del mal tesoro, saca malas cosas. El Maestro también dijo: Porque de dentro del corazón de los hombres salen los malos pensamientos, adulterios, fornicaciones, homicidios, hurtos, avaricias, maldades, engaños. Todas estas maldades de dentro salen y contaminan al hombre.

La enseñanza es muy evidente: Del corazón sale lo bueno y lo malo. El Señor habló del corazón bueno y malo. Miremos otro ejemplo: Mas la que cayó en buena tierra, estos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra de vida y dan fruto con perseverancia. Lucas 8:15. Pero el mismo Jesús nos enseñó: Ninguno hay bueno, sino uno Dios. Mateo 19:17. Si solamente Dios es bueno, ¿cómo es que hay hombre con corazones buenos y rectos?

¿Cómo reconciliamos estos dos pensamientos? ¿Se contradijo el Señor? De ninguna manera. El Señor Jesús se refería a los hijos del Reino, los nacidos del Espíritu Santo.

Como hemos enseñado anteriormente, el hombre nuevo nacido en nosotros por el Espíritu Santo posee la naturaleza e imagen del que lo creó y fue creado según Dios en justicia y santidad de la verdad. También tiene el fruto del Espíritu Santo. No peca ni puede pecar porque es nacido de Dios. Cuando vivimos en el Espíritu, No practicamos el pecado y se manifiesta en nosotros el carácter de Dios y la imagen de Cristo.

Repetiré constantemente esta enseñanza, porque en nuestros púlpitos hay muchas contradicciones y ambigüedades, porque no se ha entendido la doctrina del Nuevo Nacimiento. Hemos interpretado las enseñanzas del Nuevo Testamento acerca del Nuevo Hombre como algo metafórico. Enseñamos que el hombre nuevo es el hombre viejo transformado. Contradiciendo así, lo que la Biblia enseña, que el hombre nuevo es una nueva creación (Segunda de Corintios 5:17) que posee la imagen y naturaleza de Dios ( Juan 1:12,13). Reitero y enfatizo esta enseñanza porque tengo el deber como mensajero de Dios de tratar bien la Palabra de Verdad.

No podemos enseñar una verdad basándonos en errores o en argumentos equivocados. Según las enseñanzas del Nuevo Testamento, los creyentes poseemos dos naturalezas: la vieja o carnal, y la nueva o espiritual. En la primera se manifiesta el corazón malo o Adánico, lo que Pablo llama las obras de la carne o las obras infructuosas de las tinieblas. En la segunda se hace notorio el corazón nuevo, que hemos recibido al nacer de nuevo. Esto es el fruto del Espíritu. Según Pablo, cuando vivimos y andamos por el Espíritu, se hace visible en nosotros el fruto de la vida de Dios, su naturaleza, imagen y carácter.

El Antiguo Testamento revela el Nuevo, y el Nuevo es el cumplimiento del Antiguo. El Antiguo Pacto era la sombra o el tipo del Nuevo, y el Nuevo es el anticipo o la realidad cumplida y manifiesta en Cristo. La luz de la revelación llegó a su plenitud en la vida y ministerio del Señor Jesucristo. Toda la refulgencia de la luz revelada nos ha iluminado la gloria del Hijo de Dios. Nos han sido revelados los misterios del Reino de los Cielos. Hemos sido iluminados con la gloria de Dios en la faz de Jesucristo y se nos han abierto los tesoros de la sabiduría y del conocimiento de Dios.

Damos gracias al Padre por el don de Jesucristo y por las riquezas de su gracia, alabado sea el nombre de nuestro Dios.

Retomemos el tema que nos ocupa y continuemos el camino que hemos emprendido en esta enseñanza. Moisés dijo que el altar tenía que ser expiado, purificado y santificado para poder santificar toda ofrenda que se ofreciese sobre él. Eso confirma lo que enseñó Jesús, que el altar es el que santifica la ofrenda y no lo inverso, como creían los escribas y fariseos. El Señor fue muy enfático, consecuente y persistente en esta enseñanza por todas las Escrituras, por medio de los mensajes de los profetas en su trato con la nación hebrea, pero lo hizo más patente en la revelación del Nuevo Testamento. Esa conducta de Dios obedece a la tendencia del hombre como adorador, de dar más importancia a su ofrenda que al altar de su corazón y a la práctica común de esconder en la ofrenda los motivos que lo mueven como adorador. La ofrenda siempre ha sido el camuflaje donde se esconde el falso adorador para manifestar la apariencia de una engañosa piedad.

En la historia de la adoración, la ofrenda ha sido el medio que más se ha empleado para proyectar la imagen lo que no somos y lo que queremos que los demás crean que somos. Se ha prestado para engañarnos y engañar.

La ofrenda es una manifestación de nuestra manera de ser y pensar. Ella revela de nosotros más de lo que nosotros conocemos de nosotros mismos. Es una manifestación. Ella revela de nosotros más de lo que nosotros conocemos de nosotros mismos. En la ofrenda se oculta la verdadera naturaleza del corazón. Tal como es la ofrenda, así es el corazón del adorador. Caín desconocía quién era él hasta que trajo su ofrenda. La ofrenda le reveló en realidad quién era él y también a los demás. Cuando depositó su ofrenda en el altar, se manifestó cuán podrido estaba su interior.

Tal es el altar, así es la ofrenda. Si el altar está inmundo, la ofrenda también será impura. Pero si el altar está purificado, este hará pura la ofrenda. Si el altar del corazón está santificado, la ofrenda del adorador también estará santificada, porque es el altar el que santifica la ofrenda. Los limpios de corazón ofrecerán a Dios ofrendas puras y agradables delante de sus ojos.

No puede una fuente sucia dar aguas limpias. El espíritu religioso enfatiza mucho todo lo concerniente a la ofrenda. Su medida, su belleza, su contenido, la cantidad, su unción. Pero no nos enseña a purificar y santificar el altar de nuestro corazón. Esta enseñanza explica el énfasis de Dios, por todas las Sagradas Escrituras, acerca de la pureza del corazón. También muestra el porqué de su preferencia por los rectos y puros de corazón. Sólo lo que es como Dios agrada a Dios. El Señor es santo y por ese motivo, él ama la santidad y la demanda de todo adorador que se acerca a él. Por esa causa, recibe con sumo agrado la adoración de los perfectos de camino. La Biblia dice: En los íntegros es hermosa la alabanza. Salmo 33:1. Esa es la apreciación y evaluación de Dios acerca de su adoración. El Señor se refiere a ellos y dice: Para los santos que están en la tierra y para los íntegros es toda mi complacencia. Salmo 16:3. Ellos siempre tienen entrada a la presencia de Dios y en todo tiempo son bienvenidos. Así lo expresó por medio de su siervo David: ¿Quién subirá al monte de Jehová y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón, el que no ha elevado su alma cosa vana ni jurado con engaño, él recibirá bendición de Jehová y justicia del Dios de salvación. Salmo 24:3-5. Jesús se refirió a ellos diciendo: Bienaventurado los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Mateo 5:8. El Señor no solo se complace en la adoración de los limpios de corazón y les da lugar en su presencia, sino que les muestra su rostro.

El altar del corazón es el que santifica la ofrenda del adorador. La Biblia narra: Y aconteció en dando el tiempo que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también y miró Jehová con agrado, a Abel y a su ofrenda, pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Génesis 4:3-5. Nota que Dios miró primero a Abel. Esto es, el altar de su corazón, la pureza de su interior y después observó su ofrenda. La limpieza del altar de su corazón logró que Dios viese pura y santa su ofrenda. Con Caín sucedió todo lo contrario. Cuando Dios miró la inmundicia del altar de su corazón, supo que también su ofrenda era impura.

Lo que hace agradable la ofrenda de todo adorador que se acerca a Dios es la pureza del altar de su corazón. Es el adorador el que produce el agrado, no su adoración. Su adoración es agradable si su corazón complace al de Dios.

Siempre me ha hecho reflexionar el hecho de que la primera enemistad en la historia del ser humano comenzó en el altar. ¿Es posible que el primer crimen en la vida del hombre se haya originado en un altar? Esperamos que la adoración a Dios produzca en nosotros lo más sublime. Pero eso no fue lo que sucedió en la experiencia de Caín como adorador. Su fracaso como adorador le produjo frustración, ira y enojo tan grande que lo condujo al fratricidio. El relato dice: Y se ensañó Caín en gran manera y decayó su semblante (Génesis 4:5). El verbo ensañarse en hebreo significa calentarse, arder en cólera, celos, encolerizarse, entristecerse, indignarse. Ese enojo fue una reacción, porque Dios no aprobó su ofrenda, pero sí manifestó agrado por la de su hermano. ¿Por qué vuelca su rabia contra su hermano? ¿Era Abel el responsable de que Dios desaprobara su ofrenda? Su actitud hacia su hermano reveló que su corazón estaba lleno de envidia. De acuerdo con el relato del Génesis, lo que Dios desaprobó no fue la ofrenda de Caín, sino el altar de su corazón.

La Biblia dice que Dios miró a Abel primero y luego a su ofrenda. Luego miró a Caín y luego a la ofrenda de Caín. Nota que en ambos casos la mirada de Dios se fijó primero en el adorador y después en su adoración. En el primer caso miró a Abel, examinó primero el altar de su corazón, lo vio limpio y puro. Entonces miró su ofrenda y la vio santificada porque la observó a través de la pureza del altar de su corazón. El proceso del escrutinio de Dios, en caso de Caín, fue el mismo. Lo miró primero a él, inspeccionó la higiene del altar de su corazón y lo encontró inmundo, vio en él todas las inmundicias que luego se manifestaron. Después, puso sus ojos en su ofrenda y la vio impura como su altar. Si su altar hubiera sido santo, hubiera santificado su ofrenda. Dios no desaprobó su ofrenda, sino su altar.

Caín, como era labrador o agricultor, trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová (Génesis 4:3). Y estoy seguro de que él le trajo al Señor lo mejor de su cosecha, porque entendía que a Dios se le ofrece lo mejor. Pero la ofrenda, por buena y hermosa que sea, no puede santificarse a sí misma. Sólo el altar puede santificar la ofrenda. Eso es muy importante.

Lo que el Señor dijo a Caín después que se ensañó, es una prueba más de lo que desaprobó, que primero desaprobó el altar de su corazón. Esto fue lo que le dijo: ¿Por qué te has ensañado y por qué has decaído tu semblante? ¿Si bien hicieras, no serás enaltecido? Y si no hicieras bien, el pecado está a la puerta. (Génesis 4:6-7).

Permíteme parafrasear estos versículos para hacer entender a luz de esta enseñanza. Dios le dijo en otras palabras lo siguiente: ¿Por qué te has enojado tanto y te has entristecido a ese extremo? Si hubieses hecho bien y el altar de tu corazón hubiese sido puro y limpio, ¿no te hubiera enaltecido y honrado y hubiera aprobado tu altar y tu ofrenda? Pero si no has hecho bien y el altar de tu corazón ha sido impuro, ¿cómo voy a enaltecerte y aprobar tu altar y tu ofrenda? Si tu altar hubiese sido santo, hubiese santificado tu ofrenda y yo, complacido, hubiera aprobado a ambos, pero tu altar ha hecho inmunda tu ofrenda.

¡Qué enseñanza tan reveladora y oportuna para nosotros los adoradores de este tiempo! ¡Cuánto necesitamos aprender acerca del altar y la ofrenda!

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Soliloquios - El altar santifica la ofrenda