Los 10 sonetos más bellos para Cristo (2)
Entrego aquí los cinco últimos.
04 DE AGOSTO DE 2024 · 08:00

La semana pasada introdujimos sucintamente el arte del soneto, llegando a la conclusión de que es la joya de la lírica, por su complejidad, belleza y métrica; y justo es que los mejores sonetos sean también los ofrendados al que, más que tener amor, es Amor en su máxima esencia.
Nadie ha hecho por nosotros una obra tan profunda en el esfuerzo de salvación, tan amplia en la grandeza de su amor, de tan altos vuelos, llevándonos al mismísimo Cielo, y longánime en el ejercicio del perdón y la fidelidad como la que protagonizó Jesucristo con su nacimiento, sacrificio, muerte y resurrección. Lo hizo por cada uno de nosotros; otra cosa es que recibamos humildemente su regalo de gracia y nos dejemos atraer al vínculo de una relación personal con Él. Pero si lo hacemos, si nos acercamos a Jesús y lo conocemos, más allá del estereotipo religioso, descubriremos la Vida en su más puro sentido y nos sabremos eterna e incondicionalmente amados (sin merecerlo). Esa misericordia maravillosa movió y sigue inspirando la pluma de los mejores poetas. De manera que, ¡sean los más bellos sonetos declamados para Cristo!
En el soliloquio de esta semana os invito a leer cinco sonetos más. Pero antes, permíteme recordar lo que el soneto es para el mundo de la poesía.
A lo largo de la historia literaria se ha venido asegurando que el soneto es la estructura más compleja que puede presentar la poesía métrica. Si hubiera que destacar una sola forma poética de la literatura occidental, elegiríamos el soneto. Podemos situar el surgimiento del soneto en los albores del Renacimiento1, quizás un poco antes, según queramos creer que se origine con los trovadores de la lírica provenzal o en las plumas italianas. Si bien antes no existe rastro, a partir de los s. XV-XVI se reproduce con elegancia y maestría en las manos de grandes poetas: Marqués de Santillana, Dante, Petrarca, Garcilaso, Shakespeare, etc.
Decía el poeta que2 tanto “la alegría como el dolor prohíben los discursos largos” (Petrarca, 2008:97). Pero, como aclara Ana Suárez, profesora titular de Literatura Española en la UNED, el soneto es la “estructura apropiada para refrenar el sentimiento y manifestar un equilibrio entre la expresión y el contenido”. El soneto recuerda, en su esencia renacentista, a la imagen del hombre de Vitrubio de Leonardo da Vinci: las proporciones del cuerpo, sede de las pasiones, describen a su vez líneas y círculos que denotan su perfección. La emoción encaja en la razón. El soneto lo prueba.
Será un placer para el alma leer los cinco sonetos que nacen de una profunda pasión o gratitud hacia el Mesías. Como en el artículo pasado, dejo un esbozo biográfico de cada autor al pie de este soliloquio.
Fray Luis de León3
Soneto IV
¡Oh cortesía, oh dulce acogimiento!
¡Oh celestial saber, oh gracia pura!
¡Oh de valor dotado y de dulzura,
pecho real, honesto pensamiento!
¡Oh luces, del amor querido asiento!
¡Oh boca donde vive la hermosura!
¡Oh habla suavísima, oh figura
angelical! ¡oh mano, oh sabio acento!
Quien tiene en solo vos atesorado
su gozo y vida alegre y su consuelo,
su bienaventurada y rica suerte,
cuando de vos se viere desterrado,
¡ay!, ¿qué le quedará sino recelo,
y noche y amargor y llanto y muerte?
Miguel de Guevara4
No me mueve
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Gerardo Diego5
La Gracia
Y no valdrán tus fintas, tu hoja prima,
ni tu coraza indómita nielada
a desviar el rayo, la estocada
en la tiniebla a fondo de tu sima.
¿No ves centellear, allá en la cima
de gracia y luz diamante, ascuas de espada?
No, esquivo burlador, no valdrán nada
careta ni broquel, guardia ni esgrima.
No te cierres rebelde, no le niegues
tu soledad. Es fuerza que le entregues
de par en par tu pecho y coyunturas.
Que así vulnera el Diestro, y así elige
-caprichos del deseo- y así aflige
y así mueren de amor las criaturas.
Antonio Panes6
Enamorado
¿Qué incendio, Amor divino, el alma siente,
que, cuanto más tus vivas aguas bebo,
tanto la sed del corazón renuevo,
y cobra mayor fuerza la ansia ardiente?
Con delicias tan dulces su corriente
pone a los labios atractivo cebo;
que aunque son incentivos los que pruebo,
no es posible apartarme de la fuente.
Siente la sed amor; y siendo amores
las aguas de que gusta el apetito,
fuerza es que a más beber siga más llama.
Con que un ardor bebiendo otros ardores,
vienen a hacer un círculo infinito;
y a ansiar por más amar cuanto más ama.
Manuel Carpio7
San Agustín y un niño
El mar azul haciendo manso ruido,
apenas se agitaba a medio día,
y la brisa templada que corría
halagaba blandísima el oído.
Un niño en la ribera divertido
«Voy a vaciar el mar», simple decía,
y con una conchita que tenía
agua sacaba con pueril descuido.
«¡Vano afán!» le repuso con dulzura
Aurelio que se hallaba frente a frente;
«¿Cómo agotar el mar, pobre criatura?».
«Y ¿cómo», contestó, «podrá tu mente
comprender del Señor la esencia oscura?».
Y siguió desaguando el inocente.
Y, para terminar, no un soneto sino un poema sencillo de Teresa de Ávila y que, como dice Joaquín Benito9 es un bello ejemplo de esa lírica que bebe en lo popular y en lo tradicional. Sobre la poca atención que los críticos han dado a su obra dice De Lucas, “cuando ella escribe, Garcilaso ya ha completado prácticamente su obra de tema y métrica renacentista”, sin embargo, “Santa Teresa, parece ignorar los logros conseguidos por la poesía renacentista...”. Coloquio amoroso, es una prueba de ello; presenta una estructura dialogada, conversación de enamorados entre el alma y Dios:
Teresa de Ávila8
Coloquio amoroso
Si el amor que me tenéis,
Dios mío, es como el que os tengo,
decidme: ¿en qué me detengo?,
o Vos, ¿en qué os detenéis?
- Alma, ¿qué quieres de Mí?
-Dios mío, no más que verte.
-¿Y qué temes más de ti?
-Lo que más temo es perderte.
Un alma en Dios escondida,
¿qué tiene que desear
sino amar y más amar,
y, en amor toda encendida,
tornarte de nuevo a amar?
Un amor que ocupe os pido,
Dios mío, mi alma (y) os tenga,
para hacer un dulce nido,
adonde más la convenga.
1 Fuente: Retrato Literario: páginas de literatura. Madrid: Héctor Martínez Sanz. Disponible en: https://retratoliterario.wordpress.com
2 Fuente: El Coloquio de los Perros. Revista de Literatura. Disponible en: https://elcoloquiodelosperros.weebly.com/artiacuteculos/petrarca-y-los-origenes-del-soneto
3 Fray Luis de León (Belmonte, 1527 o 15281 - Madrigal de las Altas Torres, 23 de agosto2 de 1591) fue un teólogo, poeta, astrónomo, humanista y religioso agustino español de la escuela salmantina. Fray Luis de León es uno de los poetas más importantes de la segunda fase del Renacimiento español junto con Francisco de Aldana, Alonso de Ercilla, Fernando de Herrera y San Juan de la Cruz. Su obra forma parte de la literatura ascética de la segunda mitad del siglo XVI y está inspirada por el deseo del alma de alejarse de todo lo terrenal para poder alcanzar lo prometido por Dios, identificado con la paz y el conocimiento. Los temas morales y ascéticos dominan toda su obra.
4 Miguel de Guevara (c. 1585-Charo, Nueva España, c. 1646) fue un poeta y filólogo agustino mexicano. Es uno de los posibles autores del reputado soneto No me mueve, mi Dios, para quererte; sin embargo, fuera de México, muy pocos son los que adjudican el soneto a Guevara: los españoles Ángel Custodio Vega, agustino como él, Agustín del Saz y José María Valverde (1986). Guevara escribió además un corto corpus de poesías y también realizó aportes al estudio de las lenguas autóctonas. Era, según sus palabras, experto en las tres lenguas generales de la provincia de Michoacán: el mexicano, el tarasco y el matlatzinca.
5 Gerardo Diego (Santander, 3 de octubre de 1896 - Madrid, 8 de julio de 1987) fue un poeta, profesor y escritor español perteneciente a la llamada generación del 27. Estudia Letras en la Universidad de Deusto, aunque se licencia en la Universidad de Madrid. En 1920 obtiene la plaza de Catedrático de Lengua y Literatura e imparte clases como profesor de instituto en distintas ciudades españolas, como Soria, Santander, Gijón o Madrid. Su actividad literaria comienza a una edad muy temprana, publicando en 1918 su primera obra, el cuento La caja del abuelo, en El Diario Montañés. Su primer libro de poesías, El romancero de la novia, ve la luz en 1920. En 1962 obtiene el Calderón de la Barca por su retablo escénico El cerezo y la palmera, su incursión en el teatro. El gran reconocimiento del autor llega en 1979 con la concesión del Premio Miguel de Cervantes, que comparte con Jorge Luis Borges.
6 Antonio Panes (Granada, 1621 – Torrente, Valencia, 1676). Religioso franciscano, místico, cronista. Es el último de los místicos franciscanos que ilustraron la piedad barroca de Valencia a mediados del siglo XVII. Para Antonio Panes la mística se alcanza no sólo con el entendimiento escolástico, sino con la simplicidad, la humildad y el afecto piadoso. Escribió en prosa Escala espiritual, en la que describe la subida del alma a la divina unión y presenta sin gran novedad la mística del recogimiento. Es una de las últimas obras de la mística española.
7 Manuel Eulogio Carpio Hernández (Cosamaloapan de Carpio, 1 de marzo de 1791 - Ciudad de México, 11 de febrero de 1860), conocido como Manuel Carpio, fue un relevante intelectual mexicano del siglo XIX y artífice de la medicina científica en México. Fue poeta, médico, filósofo, maestro y político, además de ser considerado como padre del Romanticismo mexicano, fue miembro distinguido de la Academia de Letrán, y de la Academia Nacional de San Carlos de México. Su personalidad y obra se caracterizan por sus profundas convicciones religiosas y humanistas, haciendo que “el amor y la caridad fueran la regla de su vida”.
8 Teresa de Ávila (Gotarrendura o Ávila, 1515 - Alba de Tormes, 4/15 de octubre de 1582) fue una monja, mística y escritora española. También es conocida como Santa Teresa de Jesús. Su nombre secular fue Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada. Junto con san Juan de la Cruz, se la considera la cumbre de la mística experimental cristiana.
9 Joaquín Benito de Lucas, La poesía de santa Teresa. Entre la tradición y lo divino, Madrid, Ediciones Rialp, 2015, p. 13. Leído en https://insulabaranaria.com/2016/04/08/el-poema-coloquio-amoroso-de-santa-teresa-de-jesus/
Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Soliloquios - Los 10 sonetos más bellos para Cristo (2)