La vida de oración de Timothy Keller

La oración es encontrar nuestro propio camino, pasando de la obligación al deleite.

08 DE SEPTIEMBRE DE 2024 · 08:00

Ben White, Unsplash,biblia mar, biblia horizonte
Ben White, Unsplash

Timothy J. Keller (1950-2023), pastor, teólogo y apologeta estadounidense es de sobra conocido en el ámbito de la Iglesia cristiana y fuera de la misma. Falleció el 19 de mayo de 2023, con 72 años, en Nueva York (Estados Unidos), debido a un cáncer de páncreas. Fue pastor fundador de la Iglesia Presbiteriana Redentor, de la ciudad de Nueva York y cofundador de The Gospel Coalition. Es también autor de numerosos libros, entre ellos el bestseller del New York Times, The Reason for God (2008) o La oración: experimentando asombro e intimidad con Dios (2017).

Precisamente, de esta última obra queremos hablar en este artículo, rescatando las ideas principales de un Keller maduro, a quien la oración se le había convertido un hábito indispensable. La tesis principal del libro gira en torno a definir de forma correcta lo que es la oración. En sus propias palabras: “La oración es la gloriosa unión de dos verdades dispares: el asombro ante un Ser infinito y la intimidad con un Amigo personal. La oración es lo más alejado de un concepto estéril o de un deber aburrido. Es una invitación a un gozo inimaginable”.

 

Cuando Keller creció en su vida de oración

¿Qué motivó a Tim Keller a escribir sobre la oración? Él mismo lo explica al comienzo de su monografía.

Durante la segunda mitad de mi vida adulta, descubrí la oración. Tuve que hacerlo. En el otoño de 1999, dictaba un curso sobre el libro de Salmos. Se hizo evidente para mí que no estaba llegando al fondo de lo que la Biblia manda y promete en relación con la oración. Luego vinieron semanas sombrías en Nueva York después del 11 de septiembre, cuando toda nuestra ciudad se hundió en una especie de depresión clínica colectiva, aun cuando se recobró de tal impacto. Para mi familia la oscuridad se intensificó porque mi esposa, Kathy, luchaba con los efectos de la enfermedad de Crohn. Y para acabar, se me diagnosticó cáncer de tiroides.

”En cierto momento, en medio de todo esto, mi esposa me pidió que hiciéramos algo que nunca habíamos logrado hacer porque no habíamos tenido la disciplina para hacerlo de manera regular. Me pidió que orara con ella cada noche. Cada noche. Usó una ilustración que cristalizaba perfectamente sus sentimientos. Según recordamos, expresó algo como esto:

”Imagínate que te diagnostican con una enfermedad letal, que el doctor te ha dicho que morirás dentro de unas horas a menos que tomes una medicina determinada, una píldora cada noche antes de irte a dormir. Imagínate que se te informó que nunca podrías dejar de tomarla o morirías. ¿Olvidarías tomarla? ¿Dejarías de tomarla por algunas noches? No. Sería tan importante que no lo olvidarías. Bien, si nosotros no oramos juntos a Dios, no vamos a superar esto debido a todo lo que tenemos que enfrentar. Te aseguro que yo no podré lograrlo. Tenemos que orar; simplemente no podemos descuidarnos en esto.

“Ambos nos dimos cuenta de la gravedad del asunto y admitimos que cualquier cosa que fuera de verdad una necesidad no negociable era algo que podríamos hacer. El estremecedor desafío, junto con mi creciente convicción de que no entendía la oración, me llevó a una búsqueda. Yo quería una mejor vida personal de oración. Entonces comencé a leer mucho sobre la oración y a experimentar en ella. Cuando miré alrededor, me di cuenta de que no estaba solo”.

Keller buceó en multitud de libros que trataban el tema a fondo. Eso enriqueció su práctica, llegando a conclusiones como esta: “Debemos conocer el asombro de alabar su gloria, la intimidad de encontrar su gracia y la lucha de pedir su ayuda; todo esto nos lleva a conocer la realidad espiritual de su presencia. La oración, entonces, es asombro e intimidad, lucha y realidad. No todos estos componentes estarán presentes cada vez que oremos, pero cada uno debería ser un elemento importante de nuestra oración a lo largo de nuestras vidas. En su libro sobre la oración, J. I. Packer y Carolyn Nystrom ponen un subtítulo que resume todo esto de buena manera. La oración es “Encontrar nuestro camino, pasando de la obligación al deleite”. Esta es la travesía de la oración”.

T. Keller nos ofrece algunos consejos prácticos que aplicó en su vida para llevar a cabo esa travesía: leer salmos cada día y orar en base a ellos; establecer una meditación como transición entre lo que leemos y oramos; esforzarnos por orar en la mañana y en la noche; orar con mayor expectativa.

 

Cómo aplicarlo

  • Meditar para alcanzar el deleite

Según Tim Keller, la meditación que nos aconseja Lutero no es hacer un estudio bíblico, sino tomar porciones de la Palabra y reflexionar acerca de ellas, de manera que nuestros pensamientos nos dirijan a Dios. Esta meditación es un puente para inclinar el corazón a la oración. “La meditación bíblica es la música de la oración e implica una especie de danza de dos pasos”, dice el pastor de Redeemer, “primero, se trata de procesar una verdad, y luego aplicar esa verdad hasta que sus ideas lleguen a ser “grandes” y “dulces”, conmovedoras, y hasta que la realidad de Dios se sienta en el corazón”.

  • 2. Él nos escucha porque somos hijos

Según Keller, Dios no solo absuelve a los creyentes en el tribunal del cielo, sino que también nos recibe, por así decirlo, en la sala de estar. Meditar sobre este vínculo familiar, y la intimidad que asegura, tiene un poder inigualable para alimentar el gozo en los corazones adormecidos. El creyente más común del mundo tiene acceso a “la relación más íntima e inquebrantable” con el Señor. “Imagínense”, dice el autor, “piensa sobre lo que cuesta llegar a ver al presidente de cualquier nación. Solo a las personas que son dignas de su tiempo y atención se les permitiría visitarlo. Ellas deben tener credenciales, logros y quizás una base de poder propio. Ahora bien, si tú eres uno de sus hijos es diferente. De la misma manera en la oración nos inclinamos experimentalmente, no solo teológicamente, al abrazo amoroso del Padre”.

  • 3. Deléitate sin prisas en Dios

Reflexionando sobre la parábola de los hijos pródigos (Lucas 15:11-32), Keller advierte contra un “espíritu de hermano mayor” que nos roba la capacidad de disfrutar de la seguridad del amor del Padre. ¿Cómo podemos detectar si estamos cediendo a este peligro? Quizá el síntoma más claro de esta falta de seguridad sea una vida de oración seca. Aunque los hermanos mayores sean diligentes en la oración, no hay asombro, admiración, intimidad o deleite en sus conversaciones con Dios… Y nos anima, el pastor neoyorkino, “uno de los próximos pasos más prácticos para tu vida de oración es sencillamente este: dedica un tiempo sin prisas a deleitarte en quién es Dios. Si empiezas por ahí, contemplando su carácter, contemplando su gloria, alabándole por sus promesas, entonces tu corazón estará preparado para llevar peticiones a su trono”.

  • 4. No algo de Dios, sino Dios mismo

Cuando no recibimos algo que deseamos podemos descansar sabiendo que tenemos ya lo mejor: lo tenemos a Él. Como dice Keller, “en Dios tenemos la fuente de todo lo que realmente deseamos, aunque se seque parte de nuestro gozo”. Sin embargo, Dios quiere que le pidamos cosas y para protegernos del orgullo y la autosuficiencia, rara vez nos da lo que queremos sin oración. Pero a través de la oración, nuestro Padre no niega nada bueno a Sus hijos (Mateo 7:11). Dios se complace en darse a sí mismo en sus dones. Keller concluye: “La oración es la forma como Dios nos da muchas de las cosas inimaginables que Él tiene para nosotros. Ciertamente, la oración hace que sea seguro para Dios darnos muchas de las cosas que deseamos. Es la manera en que conocemos a Dios, y el modo en que, a fin de cuentas, tratamos a Dios como Dios. La oración es simplemente la clave para todo lo que necesitamos hacer y ser en la vida”.

 

Nuestra carne no quiere orar

La oración dirigida por el Espíritu Santo es la que nos lleva a conocer a Dios y alegrarnos por su presencia. Nuestra naturaleza nos lleva a orar de una manera egoísta; oramos a Dios para confesarnos, para conseguir cosas materiales o posiciones sociales, porque nuestra esperanza y felicidad está en las cosas que conseguimos o que necesitamos. Oramos realmente cuando nuestros asuntos están en peligro; rara vez solemos orar cuando las cosas van bien en nuestra vida, ya que nuestros tesoros del corazón están seguros. Esto se debe a que no poseemos el deseo interno de orar y a que vemos a Dios únicamente como un medio a través del cual podemos conseguir nuestras cosas para ser felices. Para muchos de nosotros, Él no se ha convertido en nuestra felicidad.

¿Pero cómo podemos romper esta manera superficial y egoísta de orar? A través de la gracia, nuestros ojos son iluminados por el Espíritu para descubrir la magnitud de nuestra bendición y beneficios en Cristo, entonces deleitarnos en Él y deleitarlo a Él se convierte en algo hermoso y satisfactorio. Con esta idea clara, el libro, La oración: experimentando asombro e intimidad con Dios (2017), nos recuerda que la oración es un acto de amor, pero también es un deber y una disciplina, es una interacción balanceada de alabanza, confesión, acción de gracias y peticiones.

Por esta razón, es importante que nos hagamos la siguiente pregunta: ¿A dónde debe llevarnos la oración? Aunque parezca increíble, la oración debe llevarnos primeramente al conocimiento de nosotros mismos, ya que es un acto que requiere honestidad. Sin conocernos a nosotros mismos, no podemos conocer a Dios; es decir, si no aceptamos nuestra debilidad, habrá una ceguera simultánea a la grandeza de Dios. La oración debe llevarnos a una vida que se entrega en amor a Dios.

No hay un deseo interno en nosotros por orar. Es como las palabras que Jesús dijo a sus discípulos: "Orad para que no entréis en tentación; la carne es débil, pero el espíritu siempre está presto". Nuestras inclinaciones a no orar, a no buscar a Dios, son un egoísmo, pero su Espíritu Santo es todo lo contrario, nos lleva al Padre, nos lleva a Jesús, y nos ayuda a buscarle. El reto: pasar de la obligación al deleite.

Este libro ahonda profundo y descubre nuestro corazón, que se inclina únicamente a satisfacer nuestras necesidades y ver a Dios como alguien que cumple nuestros deseos, pero si nos lo proponemos, podemos pasar de la obligación al deleite. Necesito que su Espíritu me guíe para conocer a Cristo y redescubrir cada día su gracia.

 

Orar con expectativas

Entender que Dios es mucho más grande de lo que yo pueda sentir o imaginar me conducirá a orar con expectativas, como aconseja Keller. Entonces, puedo convertir la oración en un deseo de conocerle a Él y no en algo que simplemente satisfaga mis necesidades. Que mi principal deseo sea conocerle más, deleitarme en Él y deleitarlo a Él.

Según esta idea, lo más importante en la oración ha de ser conocer a Dios y tener iluminados los ojos del corazón para experimentar su santidad. Nuestra búsqueda debe ser con fervor, aunque haya momentos de aridez, lucha y ausencia, pero debemos perseverar en nuestra búsqueda, ya que no orar es tratar a Dios como cualquier otra cosa; es un pecado contra su gloria. Nuestro deber es entender que Dios es el centro de las oraciones y no nuestros sentimientos.

 

Dios es feliz

La oración es nuestra forma de entrar en la felicidad de Dios mismo. No buscamos una experiencia, sino que buscamos a un Dios vivo. Por encima de todo, la oración no es simplemente “una forma de obtener cosas de Dios, sino una forma de obtener más de Dios mismo”. Esto es asombroso. Así lo explica Keller: “podemos ver por qué un Dios trino nos llama para que conversemos con Él, para conocerlo y relacionarnos con Él: es porque quiere compartir el gozo que Él tiene. La oración es nuestra forma de entrar en la felicidad de Dios mismo”. Keller defiende que fuimos creados para ser felices en un Dios que es de por sí feliz. Y esto tiene que ver con nuestra vida de oración. ¿Por qué? Volvemos a aprender con el pastor de la iglesia Redeemer:

“Las implicaciones del Dios trino respecto a la oración son muchas. Para comenzar, supone que Dios siempre ha tenido dentro de Sí mismo una amistad perfecta. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se adoran uno al otro, se dan amor que glorifica uno al otro y se deleitan el uno en el otro. Nosotros, como seres humanos, no conocemos mayor gozo que el de ser amados y amar, pero un Dios trino conocería ese amor y gozo en dimensiones inimaginables e infinitas. Dios es, por tanto, infinita y profundamente feliz y está lleno de un perfecto gozo, no de una forma abstracta de tranquilidad, sino de la felicidad intensa de una relación dinámica de amor. Conocer a este Dios no es ir más allá de las emociones o pensamientos, sino ser lleno de amor y gozo gloriosos”.

 

Nuestra oración debe sujetarse a la Palabra

El punto de partida para orar debe ser la inmersión en la Palabra de Dios. Nuestras oraciones deben estar sujetas a la Palabra y no a nuestras emociones. Sin dicha inmersión en Su Palabra, corremos el riesgo de que nuestras oraciones sean limitadas y superficiales; además, estarán desconectadas de la realidad, porque nuestro corazón tenderá a crear a un Dios que no existe.

¿Pero, cómo puedo estar seguro de que no me estoy engañando? Para arrojar luz sobre esta pregunta, Keller utiliza el ejemplo de George Whitefield y su esposa Elizabeth, quienes a finales de 1743 tuvieron su primer hijo. Whitefield sintió la fuerte impresión de que Dios le estaba diciendo que aquel niño sería también un gran predicador de la Palabra. Como consecuencia de este sentir le puso a su hijo el nombre de Juan y testificó ante una multitud sobre las grandes obras que Dios haría a través de aquel niño. Tristemente, su hijo falleció a los cuatro meses, debido a una convulsión. Esto trajo muchísimo dolor a la familia, pero sobre todo a George, porque se dio cuenta de que aquella no había sido la voz de Dios, sino la de sus impulsos; había interpretado sus propios sentimientos, así como sus esperanzas depositadas en su hijo, como si Dios le hubiese hablado al corazón. Fruto de este triste suceso, Whitefield escribió una oración desgarradora pidiendo a Dios que utilizara el error para ser más cauteloso, moderado y experimentado ante las artimañas del Enemigo.

Esta trágica historia no significa que Dios no guíe nuestros pensamientos ni nos impulse a escoger un curso sabio de acción, sin embargo, no podemos estar seguros de que Él nos está hablando hasta que lo confirmemos en su Palabra.

 

Para Keller la oración fue una prioridad hasta el fin

En una entrevista poco antes de morir, el 21 de diciembre de 2021, la periodista Sofía Lee, le preguntó por si había “algo que desearía haber hecho de manera diferente en el ministerio”. Keller respondió de forma escueta y rotunda: “Absolutamente. Debería haber orado más. Sin duda”.

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