Llanto por una niña violada

Una niña de tan sólo diez años ha abortado en Brasil.

    20 DE AGOSTO DE 2020 · 14:00

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    ArtemMaltsev, Unsplash

    En Brasil, una niña de tan sólo 10 años ha abortado el pasado 10 de agosto. La pequeña estaba amenazada por su agresor, su propio tío, si revelaba lo ocurrido. Fue el avance del embarazo lo que alertó a sus familiares, a las 22 semanas de gestación.

    Todos los medios se han hecho eco de esta tragedia, pero siempre en torno al aborto realizado. Unos felicitándose de haberse logrado la “interrupción del embarazo”, es decir la muerte del ser humano no nacido, y otros acusando a los abortistas.

    Sin duda la vida humana que no llegó a nacer es una víctima inocente de esta terrible situación. No tendrá nombre, ni historia, ni se reconocerá en ningún registro su cruel destino.

    Pero la otra víctima indudable, de la que nadie habla, es la niña. Abusada, ultrajada, sometida a la vergüenza y a tener que acabar con la vida del fruto de su vientre. Marchitada antes de florecer.

    Y esa víctima tiene un verdugo. Un abusador, un pedófilo, un violador.

    Mientras todos debaten acerca del aborto y las leyes, yo miro a esta niña atormentada y me angustio ante su íntima tragedia. Me recuerda a la mujer adúltera acusada ante Jesús por los fariseos, usada como arma para que el Maestro de Galilea o bien incumpliese la Ley, o se convirtiese en otro fariseo más apoyando su lapidación.

    En este contexto, la mujer era la excusa, la sin derechos, como la niña. Los fariseos nada dijeron del adúltero (que merecía igual castigo según la Ley). Aquí nadie dice nada de la niña que es el personaje inocente mancillado por el monstruo.

    Si queremos prevenir los abortos en Brasil, sin duda hay que trabajar para evitar los abusos y violaciones, especialmente dentro de las propias familias (como es frecuente que ocurra).

    No sé que penas existen en estos casos, pero la castración es la primera que de forma visceral se me viene a la mente; como los pedófilos castran el alma de las niñas que ensucian. Posiblemente sea inapropiado, pero entonces ¿qué?

    Un segundo aspecto es que este hecho sea aceptado culturalmente, como los espartanos aceptaban despeñar a los recién nacidos débiles, o se realiza la ablación de clítoris en muchas regiones africanas. Estas culturas deben ser combatidas y modificadas, porque no hacerlo es convertirnos en el silencio de los “hombres buenos”, que es peor que la actividad de los malvados.

    Por eso escribo estas líneas. Porque debemos alzar la voz, porque la ética cristiana es defender también la vida de los nacidos y las nacidas; su dignidad, su derecho a no ser violadas (me avergüenza tener que escribir que esto es un derecho).

    Me duelen, en esta niña, todas las niñas mancilladas entre las amenazas de guardar silencio y la soledad de la enorme carga y afrenta que se pone sobre sus frágiles hombros.

    ¿No habrá hombres y mujeres, cristianos y no cristianos, que asuman como propia la lucha para evitar que esto siga ocurriendo, tomar en serio las vidas destruidas por este fango sucio y oculto que se derrama por Brasil y por todos los países del mundo?

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